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ASAF ROMIROWSKY/ALEXANDER JOFFE

Al parecer, la otra cara de la prosperidad israelí es la pobreza palestina. Pero ésa es una afirmación bastante poco sostenible. Después de todo, los palestinos son, con diferencia, los mayores receptores mundiales de ayuda internacional per cápita; en los últimos quince años han recibido más de 12.000 millones de dólares.

Es el conflicto árabe-israelí verdaderamente una cuestión económica? El secretario de Estado norteamericano, John Kerry, afirmó recientemente:

La gente en Israel no se levanta cada día preguntándose si mañana habrá paz porque hay ahí un sentimiento de seguridad, realización y prosperidad.

En esa misma línea, el periodista del New York Times Ethan Bronner escribió que los israelíes, desde su éxito económico, han “dejado atrás” el conflicto con los palestinos, que aún acecha como un “iceberg” frente a su “Titanic”.

Al parecer, la otra cara de la prosperidad israelí es la pobreza palestina. Pero ésa es una afirmación bastante poco sostenible. Después de todo, los palestinos son, con diferencia, los mayores receptores mundiales de ayuda internacional per cápita; en los últimos quince años han recibido más de 12.000 millones de dólares. A través de la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo (UNRWA, por sus siglas en inglés), la comunidad internacional –es decir, sobre todo Estados Unidos y la Unión Europea– proporciona anualmente otros 500 millones de dólares para la financiación de la sanidad, la educación y los servicios sociales palestinos.

Pero, como era de prever, y según indica un nuevo informe del Banco Mundial, la generosidad occidental ha generado dependencia y subdesarrollo entre los palestinos, más que prosperidad. Por ejemplo, hay una enorme burbuja inmobiliaria y de servicios en Ramala, la sede de la Autoridad Palestina (AP), pero el resto de la economía de la Margen Occidental sigue estando subdesarrollada. El sector público es el principal empleador, y mantiene incluso a terroristas palestinos presos en cárceles israelíes. Siguen desapareciendo grandes cantidades de dinero en cuentas corrientes de los dirigentes de la AP y sus compinches. No se sabe cuánto de esos 12.000 millones de dólares ha llegado verdaderamente a los palestinos, porque los donantes occidentales prefieren no saber.

Probablemente el aumento del desempleo y del precio de los alimentos sean la causa del último plan de Kerry, anunciado en el Foro Económico Mundial, de “movilizar una inversión de 4.000 millones de dólares” en la Margen Occidental, en áreas como el turismo, la construcción, la industria ligera, los materiales de construcción y las tecnologías de la información. Expertos anónimos predicen que el PIB del territorio crecerá un 50% en tres años y el paro descenderá de forma drástica.

Es un misterio quién va a invertir 4.000 millones de dólares en la economía de la Margen. Los países árabes tienen problemas mayores, como librar una guerra contra Irán en Siria a través de terceros y reflotar la hundida economía egipcia, que ha recibido donaciones y préstamos de Estados del Golfo como Qatar por valor de 5.000 millones de dólares. En cambio, una medida del interés de los árabes en Palestina nos la proporciona la reciente donación de 86 millones de dólares a la UNRWA por parte de Arabia Saudí para proyectos en Gaza, la Margen Occidental y el Líbano.

Los palestinos también han dejado claro su parecer. Mohamed Mustafá, asesor económico del presidente de la AP, Mahmud Abás, ha declarado: “Los dirigentes palestinos no ofrecerán concesiones políticas a cambio de beneficios económicos”. Los palestinos rechazan las inversiones económicas y la posibilidad de ser autosuficientes porque les llevaría a negociar; en cambio, exigen asistencia social.

La UNRWA está especialmente satisfecha de seguirles el juego. Recientemente Ann Dismorr, directora de la agencia en el Líbano, posó durante el lanzamiento de unos proyectos financiados por Alemania en el país del Cedro con un mapa en el que Israel no existía y todo el territorio entre Jordania y el Mediterráneo llevaba el nombre de “Palestina Árabe”.

Cuando se criticó ese flagrante aval al negacionismo palestino, el portavoz de la agencia, Christopher Gunness, declaró indignado:

La UNRWA rechaza categóricamente las acusaciones de los medios de comunicación de que la agencia esté “borrando a Israel del mapa” por el hecho de que sus miembros y patrocinadores posen junto a un mapa en el que no aparece Israel (…) El mapa en cuestión es un bordado que representa un mapa anterior a 1948 y que, por tanto, antecede a la creación del Estado de Israel.

La presencia en el mismo de la bandera de la OLP, bandera y organización creadas en los años 60, sugiere que Gunness malinterpreta la historia de la región o, al menos, sus banderas.

La poco sincera respuesta de Gunness es típica de la UNRWA, que afirma apoyar la paz pese a que apoya el negacionismo y fomenta la dependencia. En otra respuesta a críticas recientes, Gunness insistía en las razones de ser de la agencia. Tras negar que su personal haya tenido que ver con el terrorismo, o que sus instalaciones hayan sido empleadas por terroristas, afirmó:

La UNRWA seguirá abogando por la plena protección de los derechos humanos de los refugiados palestinos, como exigen las resoluciones de Naciones Unidas y el Derecho internacional. Seguiremos defendiendo la resolución de su situación en el contexto de una paz justa y duradera, acordada por las partes tras consultar a los refugiados, cuyas decisiones, informadas y libremente ejercidas, deberán ser respetadas. El fracaso de las partes en alcanzar dicha paz es lo que ha llevado a perpetuar la cuestión de los refugiados, no el continuado servicio de la UNRWA, sin el cual cientos de miles de las personas más desfavorecidas de Oriente Medio se habrían visto privadas de servicios esenciales; una situación que a duras penas mejoraría la estabilidad de la región. Mientras, seguiremos con nuestro trabajo en pro del desarrollo humano en educación, sanidad, servicios sociales y asistenciales, contribuyendo así a la calma en las comunidades en las que viven refugiados.

Ninguna de las misiones que se arroga ahora la UNRWA se encuentra en su carta fundacional, la resolución de la Asamblea General de Naciones Unidas nº 393 (V), de 2 de diciembre de 1950, donde se lee:

Sin perjuicio de las provisiones del párrafo 11 de la resolución de la Asamblea General nº 194 (III) de 11 de diciembre de 1948, reintegrar a los refugiados a la vida económica de Oriente Próximo, sea por medio de la repatriación o del reasentamiento, es esencial para preparar el momento en el que la ayuda internacional ya no esté disponible, y para que se den las condiciones de paz y estabilidad en la zona.

Nada dice de que la UNRWA abogue por los refugiados palestinos, los cuales, según Naciones Unidas, tienen su propio “Estado”, llamado Palestina. Nada dice de abogar por ninguna clase de resolución al conflicto, y mucho menos de que la UNRWA forme parte de un mecanismo que solicite el consentimiento de los refugiados para un acuerdo de paz. Tampoco dice nada sobre el “trabajo en pro del desarrollo humano”. Todos estos son mandatos que la agencia ha asumido por su cuenta. Y el exigir que se consulte a los refugiados ante un hipotético acuerdo constitute un alineamiento explícito con el negacionismo mayoritario en la sociedad palestina.

Es obvio por qué la UNRWA hace esto: su propia supervivencia está en juego. Sus casi 30.000 empleados palestinos, que desempeñan tareas que por derecho son competencia de la AP, son pagados por Occidente. Tiene todos los alicientes para enredarse cada vez más en la sociedad palestina y para convertirse en un obstáculo a una solución negociada. Por qué Occidente sigue pagando por ello en vez de darle el dinero directamente a la AP, exigiéndole que haga frente a sus responsabilidades, es otra cuestión.

Fuente:pilarrahola.com