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La veneración hacia los seres queridos desaparecidos es principio básico de la tradición judía. Fue el propio primer patriarca, Abraham, quien estableció la tradición de tributar a los muertos el respeto merecido. En su trayectoria errante, Abraham no se olvidó, de fundar el “Mearat Hamajpelá” que sirvió de cementerio para su esposa Sara, para él mismo, para Itzjak y Rivká y para Yaacob y Lea. Esta tradición de velar por un sitio propicio para el último descanso de los desaparecidos se prolongó a través de los siglos, hasta hoy día.

La resignación a la voluntad de Dios es característica para el concepto judío. “Baruj dayán haemét” o sea “Bendito el justiciero” es la primera reacción del que oye por primera vez la triste noticia de un deceso.

La procesión funeraria es simple. No se admiten flores. El oficiante recita salmos y una oración en memoria del difunto, y los familiares pronuncian el “Kadish”. En señal de dueño, se aplica la “keriá” (rasgar) en los más cercanos parientes. Al regresar los “Avelim” (enlutados) del panteón a la casa, prenden una lamparilla en memoria del desaparecido y toman un leve refrigerio, que generalmente consiste en un huevo sin sal, símbolo de la vida. Los enlutados se sientan en el suelo durante siete días (Shivá); es cuando los familiares y amigos acuden para expresar el pésame y consolar a los enlutados. Durante esa semana, se ofician en la casa del desaparecido tanto los rezos matutinos como los nocturnos. Los deudos suspenden todas las actividades y se abstienen de salir de la casa, salvo en sábado o días de fiesta para asistir a los oficios del templo. Durante los primeros 30 días después del deceso, los enlutados no se afeitan ni se cortan el pelo. Cada fin de mes se oficia en el Templo  o en la casa una plegaria en memoria del difunto. El duelo estricto dura todo un año. Luego, año tras año, se celebra la misma fecha de la defunción el aniversario de la muerte. El sábado anterior al aniversario, los familiares más cercanos acuden al Templo, donde invitan al más allegado a leer la  “Haftará” (trozo escogido de los profetas). Es costumbre visitar las tumbas en días de Hoshaná Rabá, vísperas de Yom Kipur o el mismo día del aniversario.

El kadish se reza durante los primeros once meses, en todas las oraciones.