MAY SAMRA PARA ENLACE JUDÍO

En una casa de adultos mayores, fuimos a buscar a Shulamit Cohen Kishik, madre de seis hijos, heroína de la historia de Israel, pues trabajó para el Mossad desde el Líbano, ayudando a establecer – y a sobrevivir- el Estado judío.

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El diploma que el Mossad le otorgó a Shulamit Cohen

Shulamit vivía en Beirut. Un día, fue arrestada por policías de seguridad libaneses y sirios. Pasó los siguientes siete años en confinamiento solitario. Fue interrogada cada dos días. Le sacaron los dientes y las uñas; le enterraron clavos en manos y pies.

Ella no confesó nada.

Después de dos meses, fue llevada ante un tribunal militar en una sala llena de soldados. En la sala del tribunal, fue desnudada, colgada boca abajo y azotada por dos guardias. Cuando se desmayaba, se le arrojaba agua apara reanimarla y lavar la sangre. Un médico controlaba sus signos vitales.
Ella confesó nada. El tribunal la condenó a muerte.

Captcha

Salvó la vida cuando, después de la Guerra de los Seis Días, fue intercambiada con un piloto de combate israelí, por 500 prisioneros libaneses. Cohen pasó los siguientes siete meses en un hospital israelí y tuvo que someterse a dos operaciones.

Como judía oriunda de Líbano, nunca olvidé la saga de Shulamit Cohen. Para quienes provenimos del País de los Cedros, fue un personaje legendario. Gracias a su labor y del extraordinario Moré Kamhine Z”L , los judíos de Líbano hablamos un perfecto hebreo: Shulamit se encargaba de contrabandear los libros de texto desde Israel a Líbano, países que comparten una frontera pero que son enemigos, pues Líbano fue uno de los países que le declaró la guerra, en 1948, al recién nacido Estado judío.

Esta mujer no sólo contrabandeó libros de texto, sino personas, pero en sentido contrario. Muchos judíos de los países árabes, a quienes- por apátridas o por no tener medios económicos- les era imposible llegar a Israel y hacer Aliyá (inmigración), elegían la ruta de Shulamit. Se trasladaban a Líbano y llegaban por mar o tierra a Rosh Hanikrá, la frontera con Líbano.

También transmitió información vital de inteligencia a las autoridades israelíes, información que obtenía al ser invitada a eventos auspiciados por los más altos círculos de la política libanesa.

Shulamit nació en la Argentina, inmigró con su familia a los siete años a Israel, se casó los 16 y se trasladó, junto a su marido, un comerciante libanés, a Beirut.

Allí, procuró apoyar a la Comunidad y a su escuela judía, la Alliance Israelite Universelle. Ella fue el emisario de dicho colegio a la oficina del Presidente de Líbano para pedirle una autorización; el mandatario se encariñó con ella y Cohen se volvió parte de los invitados frecuentes a su casa. Es así como, en el año 1947, en una reunión, Shulamit escuchó , desde un balcón , a dos personas que mencionaban las palabras “Al Yahud” (los judíos en árabe). Intrigada, puso atención y se percató que eran los jefes del ejército libanés y sirio, quienes estaban planeando un ataque contra los judíos residentes en Palestina.

Shulamit volvió a casa consternada. Había que alertar a la Haganá, las fuerzas armadas del naciente Estado. Pero ¿cómo hacerlo?

“A la mañana siguiente, cuando me levanté” cuenta Cohen, , “recordé que yo había sido capitana en el grupo de niñas Scouts y que allí habíamos aprendido a escribir con tinta invisible. No es algo que se pueda comprar en un negocio, sino que se prepara en casa.

Rápidamente tomé un papel y escribí en inglés – no me atreví a escribir en hebreo porque si me atrapaban me esperaba la horca – una carta para mi querida hermana. En ella le decía que supe que mi otra hermana estaba gravemente enferma y que por favor me explicara qué sucedía porque estaba muy preocupada.

Entre los renglones dejé un espacio como de dos centímetros y así, una carta de cuatro renglones me ocupó una hoja completa. Pero, entre los renglones que escribí en inglés, escribí en hebreo todo lo que había escuchado. Palabra por palabra. Firmé, puse la carta en un sobre y le puse como remitente, una sola palabra: “Jerusalem”.

Otra vez no sabía qué hacer. “Entonces, Dios, ¿Cómo enviarla?”. No había correo, no había nada.

“Pensé mucho y recordé que la mayoría de los compradores en el negocio de mi marido venían del sur del Líbano. Fui a verlo – algo que en los países árabes se considera una osadía – y llorando le dije que había recibido noticias de que mi hermana estaba muy enferma y que necesitaba mandarle esa carta porque no sabía si ella iba a sobrevivir. Entonces, él me propuso dársela a uno de los comerciantes que desde hace muchos años eran sus clientes y les pidió que se hicieran cargo porque se trataba de un asunto familiar grave.

Uno de ellos regresó al día siguiente y nos contó que había entregado la carta en la frontera, porque allí los libaneses se hicieron amigos de algunos jóvenes del ejército judío “Haganá”.

La carta llegó adonde tenía que llegar y 24 horas después alguien vino a visitarme a mi casa. Me trajo una carta en la que confirmaban que habían recibido mi información y me agradecían. Gracias a eso, los israelíes lograron derrotar a los atacantes”.

Shulamit recibió múltiples reconocimientos: el del Mossad, el “Yakir Yerushalaim” y  fue designada para encender la antorcha en una ceremonia de Yom Yerushalaim, como heroína del Estado de Israel.

Su hijo, Yitzjak Levanon, fue embajador de Israel en Egipto.

Muchos años más tarde, un oficial de la Fuerza Aérea de Israel, llamó a su drone de las FDI “El Espíritu de Shula Cohen”. Este título llegaría a ser profético, ya que el avión no tripulado voló docenas de misiones de combate en el Líbano durante la guerra del 2006.