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DAVID HOFFS*

Como siempre llegando al aeropuerto (AICM) me tocó enfrentar a los múltiples monopolios reinantes, empezando por la presencia obligada de los maleteros que acaparan la ayuda carguera al ya de por sí desvelado viajero. Al salir del área de aduanas uno se encuentra con que el carrito de las maletas ya no puede seguir adelante (¿entonces para qué sirven?), y aunque se aleguen cuestiones de seguridad, queda claro que esto es porque sencillamente allí se encuentran listos los famosos maleteros cuyo sindicato jamás permitirá que alguna empresa ofrezca carritos que sí puedan usarse.

Posteriormente, el viajero enfrenta a la colusión en la oferta de servicios de Taxi. “¿A qué zona va?” pregunta la señorita atrás del “stand” (a la zona de mi casa pienso yo). Por supuesto, no existe manera de corroborar si la dirección a la que uno va está en tal o cual zona ni si los pretextos para aumentar la tarifa como “esa zona es más lejana”, “no hay vehículos pequeños”, “las maletas no caben”, etc., son verdad. Al viajero no le queda más que pagar el sobreprecio o arriesgarse a tomar un taxi de la calle.

Nuevamente se argumenta que todo es por “la seguridad”, cuando en realidad son pretextos pues bien se podría permitir a cualquier compañía, que habiendo seguido un proceso de transparencia y control, ofrecer sus servicios generando un nivel de competencia suficiente para ofrecer transporte “bueno, bonito y barato”.

México es un país monopolizado en la mayoría de sus industrias y con grandes retos por delante. Según el IMCO, el Índice de Competitividad Internacional 2013 ubica a México en el lugar 32º, atrás de Perú y Panamá y tan solo uno adelante a comparación del 2011. Por su parte el Banco Mundial ubica a México en su reporte Doing Buisness 2013, en el sitio 48 en cuanto a facilidad para hacer negocios a comparación del sitio 53 del 2012, pero aun detrás de países como Perú y Colombia.

Para todo hay dos o tres opciones solamente. Dos televisoras, tres empresas de celulares, tres empresas de telefonía y además pertenecientes entre sí a dos o tres grandes conglomerados. La cultura de competitividad debe permear en nuestro país no solo para mejorar el desempeño del aeropuerto sino en general de la economía. Así, las empresas se retarían adoptando las mejores prácticas, mejoraría el ambiente laboral y aumentarían los índices de confianza del consumidor.

Si no se incentiva a la economía con la creación de más empresas y se eleva el nivel de competencia, el objetivo de crecer al 6-7% seguirá siendo inalcanzable pues mientras que los monopolios y oligopolios estén cómodos, por naturaleza, jamás buscarán desarrollar al país. Tampoco ayudan una mala legislación, una sociedad silenciosa y un gobierno chantajeado.

Por el momento se abre la oportunidad a que al menos, en cuestiones de transporte aéreo, se puedan observar los beneficios de mayor competencia pues el Presidente Peña ha anunciado su clara intención de construir un aeropuerto en Texcoco. Ahora esperemos que éste sea operado por una organización diferente a la del AICM y pueda competir en las tarifas de derecho aeroportuario, así como permitir la libre competencia en la oferta de servicios inherentes a la operación del mismo. Al menos espero que me libren de los maleteros…

*Maestro en Administración y Finanzas del Tec.
Asesor fonanciero para el sector público y privado
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Fuente:capitaldemexico.com.mx