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*GENARO LOZANO

Sin tacones, Alonso Murillo no llega al 1.70 metros de estatura. Es chaparrito, con un cuerpo delgado, atlético y bien moldeado, gracias al ballet. Es moreno, guapo, con unos ojos muy expresivos, una barba bien cuidada, la ceja depilada (bien, sin excesos) y el pelo negro y largo, que casi le llega al ombligo, pero que se recoge con un chongo elaborado. En el 2012 empezó a ponerse tacones para asistir a la Universidad Iberoamericana y hoy, a punto de terminar la carrera en diseño textil, alterna entre zapatos bajos de niño y tacones altos de mujer cuando va a su universidad.

Supe de la existencia de Alo gracias a un reportaje que Beto Tavira publicara sobre él hace un par de meses y lo contacté por Twitter para conocerlo y platicar con él en la Ibero.

De primera impresión “Alo” me hace pensar en los personajes del documental Paris is Burning, que retrata los bailes en el Harlem neoyorquino donde se inventó el célebre Voguing, cuyos pasos Madonna hiciera famosos con un video musical y con la canción “Vogue” en los 90. Alo me hace pensar en una combinación de la femineidad de Angie Xravaganza, una bailarina y artista transexual que sale en ese documental, mezclada con la masculinidad, el interés por la haute couture y el cuerpo delgado de Willi Ninja, otro de los icónicos personajes de la cultura de los bailes neoyorquinos, que siguen realizándose en esa ciudad esporádicamente.

Sin embargo, Alo no está en Harlem sino en Santa Fe y tiene 23 años, así que cuando le pregunto si conoce el documental de 1990 de Jennie Livingston- el favorito por cierto de la téorica del género Judith Butler- me contesta que no. Ni siquiera había nacido cuando se filmó, así que me quedo pensando en que seguramente uno de sus referentes es la banda ucraniana Kazaky, unos hombres musculosos que cual herederos del Voguing cantan y bailan con tacones puntiagudos en sus videos en YouTube.

Como buen integrante de la generación del Milenio, cuando le pregunto si se define como un hombre travesti, gay o si es transexual, Alo me responde tajantemente que “las etiquetas nos limitan” y que él simplemente usa su cuerpo como un vehículo, como un lienzo para expresarse y para “romper los estereotipos, aquello que supuestamente tenemos que ser” o para deconstruir los roles de género, que no son más que una construcción social, diría la Butler.

Empezó a ponerse tacones para ir a la Ibero porque tenía una presentación final para la cual su profesor pidió que se vistieran formalmente. Para él los tacones representan esa formalidad en el vestir, así que decidió ir a su presentación final usando unos altísimos, que compró en Zara, hace ya dos años. Desde entonces, entre las miradas de curiosidad de sus compañeros, Alo cruza los pasillos, sube las escaleras y se mueve con esos zapatos de tacón al menos una vez a la semana y así también se va ocasionalmente a su trabajo en el Museo de Arte Popular, en el Centro de la Ciudad de México, y en donde uno de los vigilantes lo regaña cuando no se pone tacones.

Sin considerarse activista, Alo usa los tacones para expresarse, pero al final le ganó la conciencia de la “responsabilidad social”, como dice él. Junto a Thales Aquino, un brasileño que estudia una Maestría en la Ibero, y a otros estudiantes más – y con el apoyo del Rector jesuita- Alo logró el año pasado que la Iberoamericana en la Ciudad de México se abriera a la discusión de temas como familias diversas, transexualidad, derechos sexuales y reproductivos, combate a la discriminación, bisexualidad, entre otros, con la realización de una semana que titularon de la “pluralidad sexual”.

Actualmente en la Ciudad de México se realizan semanas de la diversidad sexual en distintos centros universitarios. La UNAM es la que tiene los colectivos de estudiantes más activos en la realización de estos eventos y los que más tiempo llevan haciéndolos. Desde hace 5 años un grupo de alumnos del ITAM, entre los que están Victoria Meza y Ana Tovar, celebran una semana de diversidad sexual, al tiempo que el CIDE realizó también durante dos años una serie de conferencias sobre este tema, gracias al ex estudiante Mauricio Ochoa. En los campus del Tecnológico de Monterrey de la Ciudad de México, los alumnos no han tenido el apoyo de las autoridades, según me dijeron tres estudiantes que han intentado organizar una semana así.

Ojalá que cada vez sean menos los rectores y los departamentos de comunicación institucional que en la Ciudad de México y en los estados pongan mordazas a quienes abordan estos temas y otros de activismo político, sin darles fondos, censurándolos, cerrando clases o prohibiéndole a los alumnos usar cuentas en redes sociales que asocien a sus universidades con la diversidad sexual. Ojalá que más rectores universitarios sigan el ejemplo del rector de la Ibero, o de Harvard y de otras escuelas Ivy League estadounidenses, y que más jóvenes se pongan los tacones del chico de la Ibero y hagan semanas de la diversidad o de la pluralidad sexual. Ello contribuye al espíritu del diálogo, la crítica y la libertad que en teoría debiera existir en todos los centros de formación superior.

Blog: reforma.com/blogs/genarolozano
Twitter: @genarolozano

*Politólogo por The New School for Social Research e Internacionalista por el ITAM. Profesor en el ITAM y en la UIA. Subdirector de la Revista Foreign Affairs Latinoamérica. Coautor de los libros Same Sex Marriage in Latin America: Promise and Resistance, Same Sex Marriage in the Americas, Ciudadanos.mx: Twitter y el cambio político en México y ¿Qué es Estados Unidos? Analista político en CNN en Español y colaborador del Instituto Mexicano de la Radio