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Un juvenil Jorge Luis Borges se regocijó ante la posibilidad de contar con antepasados de sangre judía, una hipótesis que nunca pudo comprobar pero que igualmente hubiera deseado fuese realidad y que tuvo su correlato en su obra literaria y sus posiciones públicas en contra del antisemitismo.

Aunque hasta ahora los expertos habían puesto sus ojos en las raíces inglesas del escritor argentino y la influencia de estas en su obra, la relación de Borges (1899-1986) con el judaísmo fue el eje de la ponencia central del quinto Simposio Internacional de Estudios Sefardíes, que se realizó en Buenos Aires hace unos días.

Su autora, la filóloga y crítica literaria María Gabriela Mizraje, destacó en una entrevista con Efe que Borges tuvo una firme “voluntad de inscribirse dentro de la cultura judía en general y sefardí en particular”.

A los 21 años, cuando ya había mostrado su curiosidad por la cultura judía y mientras estaba en España, Borges descubre al leer “Rosas y su tiempo”, del historiador José María Ramos Mejía, el apellido materno, Acevedo, en la nómina de las familias de origen sefardí -“judíos portugueses convertidos”- que emigraron a tierras argentinas.

“No sé bien cómo celebrar ese arroyo de sangre israelita que corre por mis venas”, le cuenta por carta el autor de “Ficciones” a su amigo Maurice Abramowicz, un escritor de origen judío polaco, apenas sucedida la epifánica lectura.

Mizraje destaca que la “fascinación” por la cultura judía está presente en Borges desde “Fervor de Buenos Aires” (1923) hasta el final de su vida, con la obra del filósofo holandés de origen sefardí Baruch Spinoza como una de sus principales pasiones.

Borges tomó contacto con la cultura sefardí en España, donde vivió desde 1918 a 1921 y tierra donde escribió una de sus primeros poemas, “Judería”, publicado en 1923.

La experta señala que este interés de Borges por el judaísmo no solo atraviesa su obra narrativa y poética, sino también sus conferencias y sus actos de compromiso público, como la redacción de proclamas y la firma de solicitadas, en contra del antisemitismo y en respaldo a Israel durante la Guerra de los Seis Días (1967).

Borges puso a prueba ese compromiso con el judaísmo en la década de 1930, cuando una creciente ola de antisemitismo se hace sentir también en Argentina y varios intelectuales locales, entre ellos el autor del poema “El golem”, salen a la palestra a sentar su posición.

“Borges es entonces acusado permanentemente por los sectores más reaccionarios”, resalta la investigadora.

En 1934, la revista “Crisol”, una publicación de sectores de ultraderecha, le acusa por sus posiciones a favor de los judíos y de hecho le pone como mote, como si ello fuera un insulto, “Borges judío”.

En respuesta, Borges publica una proclama, “Yo judío”, en la que, según explica Mizraje, el poeta y novelista expone que aunque corroborar un origen hebreo le es, pese a su empeño, esquivo, desearía encontrarle.

Según investigaciones, el apellido materno del célebre escritor argentino, Acevedo, tiene efectivamente un origen sefardí, pero nunca se ha podido reconstruir la genealogía de los antepasados de Borges a un punto tal que se remonte en varios siglos hasta esas raíces y así poder comprobar o descartar esa raíz.

Es precisamente esa falta de certeza lo que, según Mizraje, hace admirable el compromiso de Borges con la cultura judía, compromiso que hubiera resultado “natural” de haberse comprobado una ligazón familiar pero que en el escritor resulta ser una conexión “intelectual y emocional”.

“Emociona la fidelidad de Borges con el judaísmo, porque podría haber tenido un momento de fascinación de juventud inicial, influenciado por sus amigos de entonces, pero él mantiene esto a lo largo de toda su producción”, destaca Mizraje.

“Podríamos decir que es un pacto de amor. No necesitamos la filiación corroborada de la sangre para reconocer esa pacto de amor de Borges”, añade la experta.

Fuente:terra.com.mx