Supervivientes_campo_concentracion_Auschwitz

JACOBO COHEN

Escucha pequeño
que te encuentras ahí,
en las puertas del infierno;
quiero decirte unas palabras
y confiarte mis sentimientos.

Sé que debo hablar -quedito-
y me acerco junto a ti,
que estás caminando, solo,
en la marcha de la muerte.

¿Por qué estás ahí? ¿Por qué?
Tan sólo eres un niño,
un pequeño ser humano,
que debería estar
jugando, soñando,
las aventuras de los niños.

No sé la respuesta…
ni los mayores la saben,
ni los poetas;
y volteo a verte
y te toco,
y eres real,
no sólo un número,

y pienso…

Pude haber sido yo
la que estuviera en tu lugar,
o mi hermanito, y entonces,
no puedo contenerme,
y lloro, y me avergüenzo,
por qué tú,
ni siquiera puedes llorar.
¡Estás tan asustado!
y tampoco sabes,
¿por qué te encuentras ahí?

Y de pronto siento un impulso,
quiero sacarte de ahí
y llevarte lejos, a un lugar,
sin ruido, sin dolor,
donde podamos ser amigos
y crecer juntos;
pero me doy cuenta
que no puedo,
ni tampoco detener
la marcha de la muerte.

Estamos ya tan cerca
de las puertas del infierno,
y alcanzo a ver a Dante,
a Blake, a Rimbaud,
a esos “poetas infernales”
que convoca León Felipe;
están ahí parados,
avergonzados,
sin atreverse a mirar
ese lugar,
que nunca imaginaron.

Y ahora pequeño,
debemos separarnos;
pero antes quiero decirte
que no estás solo,
ni olvidado.

Hoy tu pueblo ha recobrado
ese hogar tan anhelado,
ese sueño milenario;

y en recuerdo, -de ese día-
que marcaste para siempre,
hoy caminas con nosotros
de la mano y victorioso, en
La Marcha de la Vida.