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GINA ZABLUDOVSKY KUPER PARA ENLACE JUDÍO

Las relaciones entre sociología y judaísmo han sido sumamente estrechas y no del todo reconocidas. Lo anterior es especialmente cierto en el caso de a quien se conoce como el “padre de sociología”, el pensador francés, Emile Durkheim ( 1858- 1917), quien abrió la primera cátedra de esta disciplina en las universidades, fundó en 1896 la primera revista (L’Anné Sociologique), y llevó a cabo importantes investigaciones que luego se convirtieron en célebres libros como La División Social del Trabajo (1893) y El Suicidio(1897).

Nacido en una familia de rabinos, este autor se niega a dedicarse a la vida religiosa como su padre lo esperaba, y se presentaría siempre como un pensador laico. Sin embargo, la relevancia que da las normas, los rituales y el sentido de congregación como formas de asegurar la continuidad social, responden a la rígida educación judía que, de alguna forma, siempre está presente en su obra.

Lo anterior se hace evidente en la importancia que da a los rituales, ya sea de carácter religioso o cívico, como sustento de la vida en común, Como manifestaciones externas de convicciones y creencias, los rituales están sujetos a una regularidad establecida por un calendario que expresa “el ritmo de la actividad colectiva” y que permite que la sociedad y su ideal se hagan y rehagan periódicamente. Si bien es cierto que estas tesis forman parte de un libro dedicado únicamente a las culturas de los aborígenes australianos (Las formas elementales de la vida religiosa,2012), aunque no aparecen nombradas como tales, una gran parte de sus interpretaciones se derivan de las experiencias del autor dentro del judaísmo.

Como también lo apunta en la misma época el pensador alemán Max Weber (1864-1920), a diferencia de otras religiones, los caminos de salvación en el judaísmo no dependen de la confesión o el arrepentimiento que se hace con la mediación de un tercero (como es el caso del catolicismo) ni de una actitud más bien contemplativa para acercarse a Dios y renunciar a este mundo (como es el caso del budismo) ni tampoco de la capacidad de transformar la realidad mediante el trabajo para descubrirse así predestinado (como es el caso del protestantismo).

En contraste con estas religiones, el judaísmo considera que uno no fue elegido por Dios en términos individuales sino como pueblo, pero esta elección no lo pone en un papel fácil sino que más bien lo llena de obligaciones cotidianas. Los caminos de salvación se rigen por una serie de normas que se derivan de los Diez Mandamientos y de hábitos y formas de vida que el creyente tiene que cumplir puntualmente.

Para el religioso judío, y más aún para el hijo de un rabino, toda su vida está enmarcada en una serie de rituales, y las modalidades de éstos varían de acuerdo al calendario religioso lunar marcados por múltiples días sagrados en los cuales el trabajo es una prohibición y que incluyen todos los sábados y varias fechas más que son inalterables.

Los días de guardar están claramente estipulados y prescriben comportamientos que no dependen de una interpretación más subjetiva como lo muestran por ejemplo, las formas de llevar el duelo. Ante la pérdida de un familiar cercano, el judaísmo estipula una serie de prácticas y conductas grupales que están claramente calendarizadas y que son congruentes con las afirmaciones de Durkheim en el sentido de que, lejos de ser un movimiento natural de sensibilidad privada, la herida de una pérdida cruel que se manifiesta en el duelo, constituye en realidad, un deber impuesto por el grupo

Por las anteriores razones, la educación de Durkheim en la tradición rabínica no debe considerarse únicamente como un dato familiar de su infancia y adolescencia o como una formación de la cual después se distanció para dedicarse al desarrollo de una ciencia positiva moderna. En oposición a esta interpretación, considero que, los fundamentos judío-ortodoxos con los que fue educado, permean y ayudan explicar el conjunto de su obra. En este sentido, coincido con Maximo Rosati, cuando observa que la reflexión en torno a los vínculos de Durkheim con el judaísmo resulta primordial para entender algunas de sus concepciones básicas como lo son sus definiciones de normas y solidaridad social y, consecuentemente, deben tomarse en cuenta no sólo como antecedentes biográficos sino también como fundamentos teóricos de toda su obra.

A pesar de que el sociólogo francés es considerado como un judío de nacimiento que abandona sus creencias de infancia para convertirse en científico laico y un “profeta secular” de la Tercera República, en realidad, en las tesis académicas de su vida adulta, la matriz hebrea de Durkheim está lejos de diluirse. De hecho, el sociólogo francés- quien también defendería a Dreyfus en las absurdas acusaciones que se le hicieron- nunca dejó atrás las enseñanzas del Talmud. Como el mismo lo afirmó en su momento “il ne faut oublier que jue sui file de rabbi”,
(no se puede olvidar que soy hijo de rabino).