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Los hombres a los que se designa con este nombre son miembros de un movimiento llamado jasidismo que, surgido en Polonia en el siglo XVIII, se difundió paulatinamente por toda Europa y otras partes del mundo. Su atractivo para un gran número de judíos radica en su insistencia en que hasta el judío analfabeto puede ser piadoso y perfecto ante Dios, y que las danzas y canciones y el más puro abandono de sí mismo son expresiones apropiadas del impulso religioso. De este modo la gente podía seguir su fe llevados por la pura emoción. Sin embargo, los jasidim jamás intentaron desviarse del judaísmo tradicional, sino que intentaron darle más calor y aceptación. El fundador del movimiento, Israel Baal Shem Tov, fue un hombre pobre, un místico, enamorado de su fe y de su pueblo. Sin embargo, muchos de los principios y creencias que se añadieron al jasidismo dimanaron de la Cábala y de sus ideas acerca de las relaciones entre el hombre y Dios, entre el cielo y la tierra. Los jasidim veneraron mucho a sus rabinos (Tzadikim). Muchos rabinos, encabezados por el Gaón de Vilna se opusieron al movimiento; de aquí surgió su nombre: Mithnagdim, que significa oponentes. Después de muchos cambios modernos, el movimiento aún tiene importancia dentro del judaísmo.