Mauricio-Meschoulam

MAURICIO MESCHOULAM

Enlace Judío México | El 11 de julio el secretario de Defensa estadounidense presentó una carta de ocho páginas a su congreso, en la que detallaba los riesgos por los recortes presupuestarios al departamento que dirige. “La reducción presupuestaria disminuirá el tamaño, la rapidez de actuación y la superioridad tecnológica del estamento militar, poniendo en riesgo la capacidad del país de cumplir con las necesidades nacionales en materia de seguridad”, indicó. La realidad de la superpotencia está rebasando a las proyecciones imaginarias que de ella hacen amigos y enemigos. No hay dinero. Hay déficit y hay deuda, y no poca. Cuando una potencia global debe tomar decisiones geopolíticas a partir de su escasez de recursos, ello no es sino un síntoma de algo más profundo, pues el poder no está sólo determinado por lo económico o lo financiero; tiene múltiples dimensiones. El caso sirio lo ejemplifica de manera notable.

Hace unos días, cuando el ataque de Washington a Siria parecía inminente, surgieron robustas interpretaciones que buscaban explicar las motivaciones de la Casa Blanca para atacar. Se habló de metas geopolíticas y estratégicas. Se habló también de lo económico, de la búsqueda de recursos o rutas para mover los hidrocarburos. El problema es que ninguna de estas sugerentes hipótesis puede explicar el por qué Estados Unidos tuvo que esperarse dos años y medio para iniciar su afrenta, por qué no habría atacado cuando el-Assad estaba más débil —hace unos 12 o 15 meses— y en última instancia, qué es lo que le está motivando ahora muy posiblemente a abandonar el intento.

Por contraparte, el caso sirio nos enseña muchas cosas. Primero, exhibió la doctrina Obama adoptada desde hace años, una que dicta el repliegue y no la expansión. Efectivamente, EU se encuentra en fase de repliegue global. Irak primero y Afganistán después tuvieron que transformarse en misiones abortadas. Se desmantelan bases militares y se achican embajadas. Washington ha optado por interferir menos y permitir que sean sus aliados regionales y globales quienes resuelvan los distintos conflictos. En Libia, por ejemplo, el papel estadounidense en la intervención de la OTAN fue mucho más marginal que la participación de Francia o Reino Unido. El combate a grupos islámicos en el norte de África, en otro ejemplo, ha sido delegado tanto a gobiernos locales como a otras potencias aliadas como París. Washington apoya estos esfuerzos sólo lateralmente.

La guerra civil siria no fue la excepción. En este conflicto, Estados Unidos ha respaldado a la oposición desde el inicio, sin duda, pero principalmente a través de la diplomacia, a través de financiamiento limitado y a través de inteligencia. En cambio, han sido Turquía, Qatar y Arabia Saudita quienes han soportado el peso más fuerte del financiamiento y armamento de la rebelión para que ésta pudiese sobrevivir a los embates de el-Assad. Sólo en junio, y tras un largo debate interno, Washington tomó la decisión de enviar algo de armamento letal —y sólo un poco— a los rebeldes.

Las decisiones en estos temas han sido tomadas primero a partir de una realidad de recursos limitados. Los dineros no alcanzan para que Estados Unidos se siga involucrando en todas partes del mundo al mismo tiempo. Por el contrario, como lo refleja la carta de Hagel, lo que viene son más recortes al presupuesto. Sin embargo, aunque las finanzas importan, no son el único elemento.

La opinión pública estadounidense no favorece más intervenciones militares. No después de las impopulares guerras de Irak y Afganistán. El costo de esas aventuras es percibido como mucho más elevado en relación con las metas logradas. Más allá de la opinión pública, un análisis estratégico de esas intervenciones no arroja un mejor balance. Irak y Afganistán son los dos países con mayor cantidad de ataques terroristas en todo el planeta, y siguen representando, aun después de todos estos años, focos de inestabilidad y riesgo. La rama iraquí de Al-Qaeda se ha fortalecido como en pocas partes. Al mismo tiempo, Irán consolida su influencia sobre Bagdad. El Talibán asecha Kabul. Por si fuera poco, como lo hemos visto en estas semanas, los pasos dados por EU durante la última década mermaron también su credibilidad y capacidad de convocatoria internacional.

Estados Unidos sigue siendo la primera potencia económica y militar del planeta; eso es y seguirá siendo un hecho durante muchos años más. Pero su potencial para mover los hilos de lo que sucede en el mundo se encuentra cada vez más limitado. El caso sirio no ejemplifica el poder estadounidense, sino sus debilidades.

@maurimm

Internacionalista

Fuente:eluniversalmas.com.mx