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ARMANDO SALINAS TORRE

La esencia del ser humano está precisamente en su naturaleza de humanidad, que conlleva solidaridad y respeto.

A propósito de los lamentables acontecimientos que nuestro país padece, vienen a la mente algunas de las muchas enseñanzas de mi padre, Samuel Salinas Suárez del Real, quien acaba de adelantarse en el camino de esta vida y a quien le dedico esta colaboración.

Los acontecimientos meteorológicos Ingrid y Manuel que afectan gran parte del territorio nacional evidencian las deficiencias del sentido humano en las autoridades de los tres niveles de gobierno y en nuestra población.

Mañana 19 de septiembre conmemoramos un año más del terrible terremoto sucedido en 1985, fecha en que millones de mexicanos perdimos a familiares, amigos o conocidos, y la situación nos hizo cobrar consciencia del sentido humano, así como de ciertas medidas de precaución ante los movimientos telúricos.

Con diferentes fenómenos de la naturaleza, han ocurrido en el resto del país situaciones similares que deberían obligar a la autoridad a recordar que la esencia de su función se encuentra en proteger a las personas, así como la convivencia social armónica y pacífica.

Es francamente criminal que nuestras comunidades padezcan año con año situaciones de desastres naturales cuyos efectos dañinos en el ser humano se pueden, si no eliminar en todos los casos, al menos atenuar.

Miles de millones de pesos del presupuesto se desperdician, en lugar de aprovecharse para llevar a cabo acciones que evitarían muertes y atenuarían los daños ocasionados a millones de personas en nuestro país. Cada institución pública defiende la necesidad de sus funciones, sin embargo, muchas de las actividades financiadas con el erario podrían suprimirse o realizarse de otra manera y economizar recursos para enfrentar y sobre todo, prevenir los lamentables acontecimientos que observamos nuevamente estos días en diversas partes del territorio nacional.

Las dependencias y entidades públicas deberían orientar a la población para concientizarlas acerca de las medidas de prevención en ámbitos de la vida social que evitarían diversas afectaciones a la integridad del ser humano.

En los hogares y en nuestras comunidades también hemos marginado cada vez más el sentimiento de la vida en comunidad, en la que a partir de la convivencia se generen vínculos de solidaridad que recupere el sentimiento de pertenencia a la comunidad y ayuda mutua en forma desinteresada o incluso interesada en mantener la integridad y cohesión de la comunidad.

Por un lado, no debiera esperarse a que nuestros compatriotas se encuentren en una situación de desgracia o desastre para solidarizarnos y apoyarnos, sin que, ante la cotidianeidad, respetarnos, cuidarnos mutuamente.

Hace tiempo, era común la idea de que los vecinos ayudaban a cuidar los hijos de otros vecinos, en tanto algunos regresaban de trabajar o los adultos hacían otras actividades, mientras que en la actualidad eso es una situación tan extraordinaria como descabellada o irresponsable por decir lo menos.

Una de las principales razones por la que muchas personas se niegan a abandonar sus domicilios ante el riesgo de un fenómeno natural, es la desconfianza de que les roben sus pertenencias, incluso por las propias autoridades que los conminan a abandonar sus hogares; en lugar de ello debiera primero existir la confianza en la comunidad y en las autoridades y, segundo, en ambos casos la motivación de la actuación debiera ser la solidaridad y protección de la sociedad como de nosotros mismos.

En la medida en que hemos abandonado esos valores es que nos hemos debilitado más, tanto en las instituciones públicas que orientan sus acciones y presupuestos a las satisfacciones de superficialidades o acciones que podrían economizarse, así como debilidad en la sociedad cuyo individualismo y consumismo ha terminado por deshumanizar a nuestra población.

En estos días en que muchos de nuestros compatriotas padecieron la fuerza de la naturaleza a través de fenómenos meteorológicos, hagamos todo lo posible por que no padezcan ahora de la burocracia y del desinterés de la comunidad nacional, no sólo para superar este desastre natural, sino que tengamos la inteligencia suficiente y las acciones necesarias en prepararnos para los fenómenos que en lo sucesivo acontezcan, tomando las precauciones para evitar o atenuar sus efectos.

La pérdida de nuestros seres queridos es irreparable, pero aprovechemos sus enseñanzas como ellos habrían querido y hagamos que permanezcan en nuestros corazones.

*Abogado postulante


Fuente:excelsior.com.mx