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JACOBO ZABLUDOVSKY

Enlace Judío México | Allende me dio entrevista en abril de 1972 en su casa de la calle Tomás Moro en Santiago de Chile, donde prefirió seguir su vida de ciudadano aunque ya era el señor Presidente

Una idea los unió en la vida y una sombra en la muerte.

Navegaron juntos en la izquierda política del siglo que vio nacer y morir la revolución bolchevique, juntos comparten la sospecha de haber sido asesinados y entre exhumaciones y autopsias las dudas son alimentadas por datos y rumores más morbosos que necesarios.

Pablo Neruda y Salvador Allende permanecen en la actualidad periodística cuando se cumplen 40 años del cuartelazo que en forma directa o indirecta, absoluta o parcial, pero cierta, causó la desaparición de los dos amigos.

La noche del 15 de septiembre de 1972 el reportero Fernando Alcalá de Televisa entrevistó en el Palacio Nacional de México al representante chileno a la fiesta del Grito. No terminaba de repicar la campana de Dolores cuando el uniformado ya había declarado lealtad absoluta al Presidente de su País, porque: “El Ejército a mis órdenes es un instrumento de las instituciones y sostén de los principios democráticos de la Constitución de Chile. Nuestro apoyo al presidente Allende es invariable”. Antes de que se cumpliera un año Allende estaba muerto, el Palacio de la Moneda en poder de los golpistas y el País en manos de aquel militar. Se llamaba Augusto Pinochet.

De mi libreta de reportero copio parte de la entrevista que Allende me dio en abril de 1972 en su casa de la calle Tomás Moro en Santiago de Chile, donde prefirió seguir su vida de ciudadano aunque ya era el señor presidente. “Quíteme lo de señor”, me dijo, “llámeme compañero”. Pactamos ante un café el trato mixto de “compañero presidente” en una plática de la que extraigo algunos párrafos relativos a estos recuerdos. Esa semana la oposición a su Gobierno había realizado una enorme manifestación callejera. ¿Estaba preocupado el compañero presidente?

“Yo tengo que estar muy tranquilo y le voy a decir las razones: primero, porque con esa manifestación a que tienen derecho los opositores de este País por la convicción en la ley, se ha evidenciado la fuerza de este Gobierno que no teme que en la capital hagan este tipo de demostraciones los opositores al Gobierno ni le inquieta el lenguaje que puedan usar los oradores que en ella participaron. Más que eso, el Gobierno garantizó con la fuerza pública, que le obedece, la tranquilidad de esa manifestación”.

“Pero además, tenemos otro aspecto que es muy nuestro, el orgullo de Chile, las Fuerzas Armadas, los Carabineros, son fuerzas profesionales, son fuerzas obedientes a la expresión de la voluntad popular manifestada en la Constitución política y en las leyes chilenas. Como este Gobierno ha estado y estará dentro de la Constitución y la ley, se han mellado los dientes de la reacción, internacional y nacional al pretender, sin lograrlo por cierto y no lo lograrán jamás, que las Fuerzas Armadas dejen el rol que es para nosotros una expresión, el perfil de Chile que no es muy corriente en el mundo”.

En octubre una crisis económica sumamente compleja sacudió a Chile. Volví el 14 de diciembre a la casa de Tomás Moro y le pregunté a Allende las causas. Era otro el café pero igual su tranquilidad y confianza: “Es una pregunta, Jacobo, bastante seria. Causas: yo diría artificiales. Se quiso aprovechar un pseudo movimiento gremial para crear en el fondo un movimiento esencialmente político contra el Gobierno”.

“Pero al mismo tiempo nos demostró una cosa muy clara, y es que las Fuerzas Armadas no sólo mantuvieron el orden interno sino que contribuyeron a que el País no se paralizara, y aviones de la Fuerza Aérea llevaron alimentos para evitar que, siendo perecibles, se perdieran. Trajeron repuestos, yéndolos a buscar a Argentina para que no se paralizaran las industrias. Los barcos de la Marina de Guerra movilizaron más de 360 millones de litros de bencina. Santiago sólo consume cuatro millones de litros diarios y 500 mil litros de petróleo para su industria. Todo esto fue movilizado por los buques de las fuerzas armadas de la Marina. El Ejército con sus camiones, además de contribuir, sobre todo cuando se estableció el toque de queda para evitar los sabotajes al orden interno, contribuyó indiscutiblemente en la vigilancia de las actividades normales: los que impulsaron el paro creyeron que podían detener el País, que iban a quebrar las bases de sustentación del Gobierno, que podrían infiltrarse en un sector de las Fuerzas Armadas. No creyeron en la fortaleza de este Gobierno en función del apoyo. El apoyo de las Fuerzas Armadas a su Constitución y los trabajadores a su propio Gobierno. Y, además hemos aprendido la lección y no nos van a pillar nunca más desprevenidos”.

La historia de Chile no se ha terminado de escribir.

Fuente:am.com.mx