Arnoldo-Kraus

ARNOLDO KRAUS

Enlace Judío México | Un viejo chiste de la investigación biomédica cuenta los resultados del ensayo de un nuevo fármaco: El 33% se curó, el 33% murió y el tercer ratón se escapó. El chiste, no tan chiste, reproduce no sólo los sucesos del ámbito médico: esa realidad puede extrapolarse a cualquier espacio. Estadísticas y estudios de opinión son elementos imprescindibles del quehacer diario.

Políticos, compañías tecnológicas, restauranteros, hospitales, telefónicas, centros deportivos y un largo etcétera usan y abusan de las encuestas. La amabilidad y disposición de los encuestadores parecería indicar que les interesa la opinión del entrevistado, lo cual, por supuesto, no es cierto. No sigo los resultados de las encuestas pero estoy seguro que ningún restaurante ha bajado los precios, que ningún político ha cambiado sus actitudes o ha dejado de robar y que ninguna compañía telefónica ha hecho caso cuando encarecidamente el usuario suplica que dejen de hablar los sábados para levantar censos acerca de sus servicios.

Del universo de las encuestas se escapan pocos. Con tino, reconozcámoslo, lo hacen las órdenes religiosas: en ninguna iglesia, sinagoga o mezquita se le consulta al fiel si piensa que sería adecuado encarcelar a los ministros pederastas o si sería deseable cuestionar, usando como pretexto la miseria espiritual de los humanos, los dictados de Dios. Con inteligencia, aceptémoslo, se escapan también las compañías tabacaleras: no preguntan acerca de si es correcto o no emplear a menores de edad, ni le ofrecen, al usuario, estadísticas sobre cáncer de pulmón, enfisema o ateroesclerosis.

La pulsión por medir y cuantificar crece sin cesar. En algunos casos es imperativo realizar estudios antes de concluir. En medicina es menester probar primero los fármacos en animales, en la industria automovilística es obligatorio evaluar frenos o bolsas de aire, y, al desviar el cauce de un río, es fundamental preguntarse cuánto pierden los recipiendarios originales del agua y qué ganan y quiénes son los destinatarios. Desprovisto el mundo contemporáneo de valores, es necesario subrayar que los estudios deben ser éticos y reproducibles. De no ser así, las conclusiones semejarán el experimento de los ratones: uno de cada tres, la tercera parte, devino resultados diferentes (imposible no escribirlo: admiro al ratón que se escapó).

La compulsión por cuantificar y concluir a partir de estudios estadísticos no siempre diseñados ad hoc es cotidianeidad. En casi todos los ámbitos los censos son indispensables. No enterarse es imposible y no alinearse es démodé. Quien no sigue las modas pertenece al pretérito, no compite. Basta cavilar en estadísticas y alimentos. Un ejemplo para cuestionar el uso de las estadísticas.

Nestlé fabrica Gastro Protect, alimento lácteo fermentado, bajo en grasas. Contiene Lactobacilllus. Amén de explicar el número y tipo de calorías, el bote lleva impresa dos leyendas: “Es bueno saber que la gastritis es un padecimiento que se ha incrementado en los últimos años. Cerca del 60% de la población mexicana la presenta”; “Recuerda que seis estudios clínicos avalan que los lactobacilos LA1, exclusivos de Nestlé, pueden ayudar a controlar la gastritis causada por la bacteria Helicobacter pylori”. La primera leyenda está respaldada por una referencia bibliográfica, la segunda no. De acuerdo a las recomendaciones, quien ingiera el producto tiene menos posibilidad de desarrollar gastritis e incluso cáncer. La imposibilidad de replicar y la necesidad de sumarse a los dictados de las estadísticas es signo de nuestra época.

Arthur Schopenhauer pensó profundo. No encuentro la hoja donde anoté una de sus máximas, la cual, a pesar de la inexactitud de mi memoria, repito con frecuencia: “Toda elección implica una pérdida”. Imposible contravenir ese principio cuando somos presas, al unísono, del oprobio y de la seducción de las encuestas. Decantarse, siguiendo a Schopenhauer, por el amansamiento propuesto por las encuestas, implica perder. Lo que no es mensurable, por no ser mensurable, no interesa a quienes se dedican a formular encuestas y estudios de opinión. No mensurables son las emociones, los sentimientos.

La ciencia y la estadística reducen todo a números. Esa es su meta y su lenguaje. Comprimir todo en números es apuesta de la modernidad. Esa reducción y esa filia empieza a modificar al ser humano. Vivencias no mensurables como tristeza, duelo, dolor, amistad o amor quedarán rezagadas por no ser cuantificables.
Las encuestas de opinión orientan pero no sustituyen la esencia del ser humano. Priorizar y guiarse por el valor de las cifras sobre el valor íntimo de las personas es nocivo. En vez de escapar, como lo hizo el ratón sabio, es mejor leer entre líneas lo que publicitan las encuestas de opinión y cavilar en lo dicho por Schopenhauer: “Toda elección implica una pérdida”.

*Médico

Fuente:eluniversalmas.com.mx