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Enlace Judío México | ANDRÉS ROEMER

El desarrollo tecnológico, con sus implicaciones es definitivamente necesario para el crecimiento económico sostenible y también para el desarrollo social, pero por mucho que nos digamos esta frase a veces lo que nos falta es comprender el mecanismo por el cual es desarrollo tecnológico transmite sus beneficios a la sociedad, y quizá más importante aún sea conocer cuál es la mejor manera de fomentar y contribuir al desarrollo de la tecnología.

Imagine que a usted le toca decidir cuál será el camino para aumentar el bienestar de la población. Usted piensa que la innovación es la ruta, y la gente está convencida de esto, pero ¿cuál sería el camino?

Las empresas juegan un gran papel en la innovación. Después de todo el motor de sus negocios está primordialmente en la competencia con otras empresas (al menos, en aquellos mercados que sean decentemente competitivos) por lo que la innovación es un pedal acelerador, ya sea para reducir sus costos empleando menos máquinas o menos trabajadores, lanzar un nuevo producto o mejorar el ya producido, las empresas competitivas seguirán invirtiendo en innovación que se puede traducir en bienestar para la sociedad.

Las empresas farmacéuticas por ejemplo, desarrollan sus medicinas con la promesa de curar enfermedades y encontrar un nicho de mercado. Nike o Adidas innovan en tecnología textil y deportiva para mejorar el rendimiento de los atletas y ganarle así terreno a la otra compañía. Nintendo desarrolla videojuegos cada vez más sofisticados y empresas de energía renovable buscan nuevas fuentes para explotar más eficientemente el viento o el agua. Y finalmente estas innovaciones están protegidas por derechos de propiedad intelectual, lo que les permite a estas empresas explotar sus innovaciones para su beneficio. Cuando tienen éxito, otras empresas comienzan a competir idealmente invirtiendo en innovación que les permita ganar terreno.

Pero ¿apostaría usted todo el desarrollo innovador a la competencia entre las empresas? Las empresas innovan en presencia de competencia, pero el tipo de innovación que hacen puede ser limitada. Como el fin de una empresa es hacer negocio al menor costo posible, prefieren proyectos que tengan el menor riesgo de fracaso, al menor horizonte temporal posible y con los menores recursos disponibles, por lo que innovaciones de largo plazo e inciertas en su probabilidad de éxito son más probable que se dejen de lado, aunque mientras más competencia, más cambia la actitud feroz hacia el riesgo.

No deja de ser verdad: se requiere de las empresas para la innovación, pero no solamente porque los proyectos más inciertos pero prometedores podrían dejarse en el olvido. El papel de las universidades y centros de investigación es esencial y en particular el papel de los proyectos de investigación compartidos es crucial.

El 20 de diciembre de 1990 se lanzó la primera página web por un equipo en la Organización Europea para la Investigación Nuclear (CERN por sus siglas en francés) liderado por Tim Berners-Lee. Se trataba de un sitio en internet diseñado para compartir publicaciones, reportes y datos generados por el CERN para su aprovechamiento con la comunidad académica internacional. Berners-Lee le llamó al sistema WolrdWideWeb, o más comúnmente llamado www, y es la base de las páginas web por las que navegamos. Fue en el seno de un instituto de cooperación internacional para la ciencia que nació el internet que hoy utilizamos.

El CERN es financiado primordialmente por 20 países (todos europeos), pero contribuyen a sus experimentos más de 50 países (entre los cuales se encuentra México) y 600 instituciones y universidades; emplea a más de 2,000 investigadores y por él han pasado alrededor de 10,000 físicos nucleares a realizar investigaciones (más o menos la mitad de los físicos nucleares en el mundo, según el CERN). Sus proyectos no buscan negocio y sin embargo tienen resultados asombrosos, como el reciente descubrimiento del bosón de Higgs (quien por cierto fue nombrado premio Nobel de física 2013) en el Gran Colisionador de Hadrones (LHC).

Los proyectos desarrollados por el CERN serían difícilmente imitados por una empresa motivada por las ganancias, pues se trata de proyectos de décadas de duración y costos altísimos. Y sin embargo, sin el CERN, probablemente hoy no gozaríamos de visitar Facebook. Además, el riesgo que está dispuesto a incurrir el CERN es mayor, pues los resultados de todos los experimentos que llevan a cabo son por su naturaleza inciertos. Otros organismos que innovan a escalas colosales son por ejemplo la NASA, el proyecto del genoma humano y el Blue Brain Project (que busca desentrañar los secretos escondidos en el cerebro); todos ellos necesarios para el desarrollo tecnológico. Se estima que tan sólo el proyecto del genoma humano, un proyecto liderado por Estados Unidos pero de cooperación internacional con duración de 15 años ha dejado una derrama de 178 dólares en la economía estadounidense por cada peso invertido en el proyecto.

Hoy, empresas como Google llevan la innovación al siguiente nivel fomentando la innovación entre sus empleados dejándolos trabajar en un proyecto que consideren fructífero. La innovación por parte de gobiernos e institutos internacionales es tan necesaria como aquella de las empresas y quizá lo que más necesite sea construir puentes entre las áreas de innovación y facilitar la comunicación para beneficio de todos.

Por lo pronto una cosa es segura: la innovación es el motor.}

Fuente: La Crónica