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MAURICIO MESCHOULAM

Enlace Judío México | “Florece China, mientras se eclipsa Estados Unidos”, decía un encabezado la semana pasada ante la ausencia de Obama en la cumbre del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC, por sus siglas en inglés) en Indonesia. “Otra víctima del cierre del gobierno: los esfuerzos de EU para neutralizar a China”, decía otro. En efecto, además de las consecuencias financieras y económicas por la crisis presupuestaria y de la deuda de Washington, hay otro mundo, el de los símbolos y las percepciones —una dimensión no material del otrora invencible poder estadounidense— que está también siendo impactado.

Partamos de la base de que el tema de fondo no es el del gasto corriente, o el de la autorización o no para elevar el techo de la deuda, sino el imparable crecimiento de la misma. El problema es que si las visiones “optimistas” triunfan y se logra algún acuerdo en el Congreso, el resultado será de nuevo un país más endeudado. Y cuando una deuda que ya rebasa 100% del PIB sigue creciendo, los factores de vulnerabilidad afloran con fuerza.

Esto es lo que ya está siendo percibido por parte de muchos actores en el mundo. No ahora, sino desde hace bastante tiempo. Lo que pasa es que la crisis actual ha retenido estos temas en lo más alto de la agenda durante las últimas semanas, lo que incide notablemente sobre la forma en que la máxima potencia mundial es vista por sus aliados y sus adversarios.

Primero que nada, se entiende que la cabeza de Obama no puede estar con su atención en todos los problemas del mundo; necesita enfocarse en lo que para él es actualmente lo más importante, lo interno. Pero eso tiene consecuencias externas. Por ejemplo, el presidente estadounidense tuvo que cancelar su visita a Asia, de forma que no sólo estuvo ausente en la reunión de APEC en un momento crucial, sino que tuvo que ser Kerry, su secretario de Estado, quien ofreciera respaldo a los filipinos en su disputa territorial con China. A pesar de que esto no es más que un símbolo, muchos actores ya evalúan lo que significa el cada vez más notorio repliegue de la máxima potencia en los asuntos globales, producto de la doctrina Obama.

Si la ausencia del presidente estadounidense en Asia se debe a un conflicto político interno que tiene a su presupuesto paralizado, éste termina siendo secundario, pues hay una percepción subyacente que se refuerza: Estados Unidos ya no tiene la capacidad y el poder para atender todos los asuntos del mundo en cada momento en que su presencia es requerida.

Esto al final se traduce en la idea de que Washington podría no estar ahí para respaldar a determinados aliados, no porque no quiera hacerlo, sino porque simplemente sus limitados recursos tienen que ser priorizados. Esta percepción afecta diversas regiones y diversos temas. Menciono solamente algunos.

Tenemos, por ejemplo, los casos de Norcorea e Irán, países que han venido desarrollando programas nucleares en los últimos años y que han sabido jugar con los márgenes de maniobra que las circunstancias actuales de EU les otorgan. Estas circunstancias no se limitan a los temas del déficit presupuestario o de la deuda, pero sin duda impactan las decisiones de la Casa Blanca. Se percibe a un Obama que no sólo no quiere una nueva guerra, sino que se encuentra en repliegue.

Esta visión incide también en Japón o Corea del Sur, que han dependido en las últimas décadas de su alianza militar con Washington. Ante las amenazas de Norcorea y la expansión geopolítica de China, Seúl y Tokio han expresado la necesidad de contar con su propio armamento nuclear. Japón en particular ha redimensionado el papel de sus fuerzas militares y está fortaleciéndolas de una forma no vista en décadas. La carrera armamentista entre diversos poderes en la región asiática es ya una realidad.

Egipto, en otro ejemplo, resulta un caso verdaderamente sintomático. Desde hace tiempo, Washington apoya al ejército de ese país con una nada despreciable suma de mil 500 millones de dólares. Tras la caída de Hosni Mubarak, entra Qatar en escena y aporta 8 mil millones de dólares —cinco veces más que EU— en respaldo al gobierno emanado de la Hermandad Musulmana. Cuando Morsi es depuesto, vienen Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos y Kuwait, y otorgan 12 mil millones de dólares al gobierno golpista. De modo que aunque Obama amenace a los militares con retirarles su aportación, ésta es ocho veces más pequeña que la de las monarquías del golfo, y su capacidad de usar esos recursos para incidir en las decisiones del ejército egipcio termina siendo limitada.

En realidad, nada ha cambiado sustancialmente en estas semanas en cuanto al tamaño del déficit o de la deuda de Washington. Pero lo que sí ha ocurrido y de manera notable es la profundización de una percepción que ya existía. Esta percepción indica que Estados Unidos va paulatinamente perdiendo la capacidad de incidir en muchos de los asuntos del planeta. Parte de eso tiene que ver con cuestiones materiales. Pero otra parte tiene que ver con lo psicológico. Unos parecen estarse aprovechando de esta situación. Otros, en cambio, tienen miedo y empiezan a actuar a partir de su temor. Y ese es el peligro.

@maurimm
Internacionalista

Fuente:eluniversalmas.com.mx