Arabia

ESTHER SHABOT

Enlace Judío México | Desde hace años aparecen esporádicamente en el Reino Saudita movimientos de protesta por la prohibición gubernamental de que las mujeres conduzcan automóviles. Las autoridades, basadas en un atavismo religioso islámico que prácticamente ha desaparecido del resto de las naciones musulmanas, se han mantenido apegadas a ese tabú gracias al apoyo de los segmentos sociales más conservadores. Sin embargo, cada día son más evidentes la disfuncionalidad de la prohibición, los costos económicos que provoca y el descontento creciente de quienes resultan afectadas en primera instancia por ello.

Recientemente se ha registrado un cambio en la naturaleza de la protesta contra esta disposición. A diferencia del pasado, cuando intelectuales, militantes feministas y ciudadanas comunes protagonizaban las protestas que eran disueltas con rapidez por las fuerzas del orden, en esta ocasión la demanda de cambio ha provenido de tres mujeres, miembros del Consejo de la Shura, equivalente a una especie de poder parlamentario dentro de la estructura política del Reino.

Lo que propició esta novedad fue en buena medida la decisión a principios de este año del rey Abdulah bin Abdelaziz, de designar a 30 mujeres para formar parte de la Shura, es decir, 20% de los miembros de ésta. A pesar de que en un principio se pensó que el papel de estas mujeres iba a ser básicamente decorativo para dar impresión de pluralismo, la sorpresa ha sido que de ellas ha salido ahora la demanda de anular la ley que prohíbe conducir a las mujeres. Es probable que en esta ocasión logren su propósito de la misma forma como paulatinamente en el pasado y no sin pocas batallas de por medio, consiguieron que se abrieran escuelas para niñas —y dejara el sector femenino de ser totalmente analfabeta—, se les diera a las mujeres cartillas de identidad y, finalmente, la posibilidad de ejercer cargos públicos.

Y es que además el tema de la prohibición de conducir automóviles por las mujeres no se trata ya simplemente de una cuestión de derechos de igualdad, aunque eso sea lo que está en su base. Constituye un punto que además de haber creado una fuerte división social cargada de irritación popular, ha sido la causa de la importación al país de un millón de trabajadores foráneos para ejercer las funciones de choferes, con las consecuentes complicaciones derivadas del manejo de esta fuerza de trabajo. Por otro lado, es un dato preocupante que Arabia Saudita posee el más alto porcentaje mundial de mujeres desempleadas. Resulta así cada vez más absurdo e incongruente que hoy por hoy ricas familias sauditas envíen a sus hijas a estudiar a prominentes universidades europeas o estadunidenses y a su regreso queden sujetas a una limitación como esta, que les impide desarrollarse plenamente en aquello para lo que se prepararon.

Parece ser inevitable que tarde o temprano las mujeres sauditas logren su igualdad en cuanto a este derecho. Y si algo es notable en este caso es que, finalmente, cuando se consiga, será evidente que se tratará, como en el caso de los avances previos, de un logro fruto de la valentía de las propias mujeres, quienes, a pesar de chantajes, represión y lavados de cerebro, se han mantenido en pie de lucha para defender su humanidad y su dignidad que tan desconocidas y menospreciadas han sido en esos entornos, entornos donde lo que en Occidente nos parece ya natural, es ahí todo un privilegio por el que, por lo visto, hay que batallar incansablemente.


Fuente:excelsior.com.mx