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Enlace Judío México | 23 de octubre 2013.- Gracias a las donaciones de grupos judíos de todo el mundo, una agencia israelí ayuda a distribuir bolsas de color púrpura una por una.

Al Mafraq, Jordania – Sultana tiene 23 años y tiene hambre. Creció en los suburbios al este de Damasco, pero cuando su casa fue bombardeada por un avión perteneciente al régimen sirio, huyó de la ciudad en la noche junto con su esposo y sus cinco hijos.

El grupo emigró al sur, hacia la seguridad a través de la frontera con Jordania, agregando sus números a los cientos de miles de refugiados que se hacinan en este rincón remoto y empobrecido del Reino Hachemita, mientras que el reinado de terror del presidente sirio Bashar Assad no muestra señales de disminuir.

Inicialmente, Sultana y su familia fueron ubicados en uno de los dos mega-campos de la ONU en la región, que han crecido hasta convertirse en verdaderas ciudades para refugiados y sus tiendas de campaña. Al igual que otros, se negó a dar su apellido por razones de seguridad.

En el campo, las enfermedades y el crimen crecen en medio de los más de 200.000 refugiados que tratan desesperadamente de alimentarse y sobrevivir. Las ONG locales dicen, que casi todos los días entre 700 y 1.000 sirios cruzan la frontera y se suman a la cuenta.

Temiendo infectarse y frustrados por el hacinamiento, Sultana y su familia tomaron sus tiendas de campaña y se trasladaron a un puesto de avanzada más pequeño, uno de los muchos mini-campamentos que han surgido en medio de las llanuras áridas cercanas a la ciudad jordana de Al-Mafraq. Puede que no se dé cuenta, pero ahora su comida, el aceite para cocinar y los productos de limpieza le llegan gracias a una organización de ayuda israelí y una red de donantes judíos en la diáspora, entre ellos la Campaña Unida del Gran Toronto, el American Jewish Commitee, el Socorro Judío Mundial y la Fundación Pears.

La semana pasada, minutos antes de que una tormenta de arena azotara la región e hicieran a Sultana y su familia aún más invisibles de lo que ya son, una camioneta conducida por un voluntario de una ONG jordana y llevando a un voluntario de IsraAid, una agencia de ayuda humanitaria israelí, llegó al campamento. Cerca de 125 refugiados viven aquí en 25 tiendas de campaña salpicadas de tierra, alejados de los organismos de asistencia primaria que suministran los alimentos y el agua a los campos locales más grandes de Zaatari y Mrajeeb Al Fhood. Uno por uno, los refugiados se pusieron en fila y esperaron a ser llamados a la camioneta por su nombre, donde grandes bolsas de color púrpura conteniendo lentejas, arroz, azúcar y otros productos secos estaban listas para ser distribuidas.

Los productos que van en las bolsas se compran localmente por ONGs jordanas con fondos transferidos a las mismas desde Israel. Son entregadas en forma diaria o semanal y en horarios aleatorios, que dependen totalmente de la cantidad de efectivo que llega a Israel de los donantes y que luego se puedan transferir al otro lado.

“Estamos preocupados por su sustento diario. Ese es nuestro primer pensamiento”, dice la directora de una organización humanitaria religiosa internacional, cuyo brazo israelí se ha asociado con IsraAid para llevar ayuda a los refugiados sirios en Jordania. Por su propia seguridad, también pidió no ser identificado. “Para nosotros, esto no tiene nada que ver con la política del país. Se trata de cómo podemos nosotros, ante personas en una situación difícil, donde hay animosidad entre los gobiernos, ¿cómo podemos nosotros, trabajadores y personas preocupados, judías y cristianas – hacer una diferencia? Y te diré cómo: bolsa por bolsa”.

La mujer es la pieza clave en este proceso, una trabajadora humanitaria dura que ha visto los dramas de las fronteras en todo el mundo y entiende que la atención de la crisis depende de las relaciones sobre el terreno. Ella hace el viaje a través de la frontera varias veces al mes, acompañada por voluntarios de IsraAid que conocen el clima local, han cultivado relaciones con los jefes de las ONGs de Jordania, y no tienen ningún deseo de dejar que la política se convierta en un obstáculo.

“No venimos como representantes de Netanyahu o de un partido o del gobierno. Venimos porque somos gente que quiere hacer trabajo humanitario”, dice Mickey Alon, un fotógrafo que comparte su trabajo con tiempo para IsraAid y ha viajado con misiones de ayuda israelí a Haití, Sudán del Sur y Japón.

Estamos sentados en la oficina de una importante ONG jordana, bebiendo café caliente debido a la insistencia de su director, Ali. La ONG pidió no ser identificada por temor a que su asociación con Israel pueda causar represalias en contra de los familiares de los refugiados sirios que aún tienen que salir adelante.

Sin embargo, aquí en Jordania, Ali dice que está feliz de trabajar con los israelíes y los refugiados están contentos de ser alimentados. “Créanme, la gente tiene hambre y no les importa. No están preguntando de dónde viene la ayuda”, dice. “Con los refugiados no hay problema. Pero el régimen de gobierno sirio los chantajea si saben que son apoyados por Israel”.

Afuera, una fila de mujeres sirias que han dejado los campamentos y emigrado a la ciudad esperan pacientemente sus propias bolsas de color púrpura. Después de terminar el café, algunos de los empleados de Ali – todos ellos también donando su tiempo, su trabajo y sin percibir salario – abren las puertas. Las mujeres entran rápidamente, una sombra oscura en su abaya negra, arrastrando luego las mochilas llenas escaleras abajo y hacia la calle. Más tarde, cuando nos despidamos de Ali y caminemos hasta la camioneta, un rastro de lentejas secas y granos de arroz crujirá bajo nuestros pies.

Las bolsas, por supuesto, son un recurso provisorio. Estas mujeres necesitan más que comida. Una de ellas, una viuda de 41 años de edad, de nombre Asma, me lleva a un costado y abre la cremallera de su abaya, para mostrarme una herida en el vientre de un metro de largo llena de pus, que es un recordatorio de la explosión que mató a su marido e hizo que huyera. Ali la lleva a un costado y cuando el resto de las mujeres se ha ido, se compromete a encontrar una manera de llevarla a un hospital de Amman.

Alí dice que el gobierno jordano está haciendo todo lo posible para ayudar a esta gente. Pero incluso las ONGs están desbordadas. Los refugiados golpean a sus puertas por la noche. Las madres vienen pidiendo carne, y leche para los niños que nacieron en las tiendas de campaña del campamento. Para el próximo invierno, que algunos analistas han advertido que será el más duro que haya barrido el desierto de Jordania en décadas, sólo faltan unas pocas semanas. Se necesitan desesperadamente casas rodantes, mantas y material aislante y los fondos simplemente no alcanzan.

Así que cuando IsraAid se acercó a la organización de Ali a principios de enero, estuvo más que ansioso por empezar la asociación. “Nos sentimos como una familia”, dice ahora. “Son buenos muchachos, un muy buen equipo. Colaboramos y trabajamos honestamente”.

La relación que ha florecido, dice Alon, es la de una amistad humana básica.

“Se ven muchos estadounidenses que realizan labores humanitarias en todo el mundo. Pero es un poco más complicado para los israelíes”, dice Alon. Hace un gesto hacia la sede en mal estado de la ONG. “Es importante para mí, en primer lugar como ser humano, y este lugar nos permite hacer cosas más allá de lo que el israelí promedio puede hacer. No venimos con grandes banderas de Israel o de cualquier afiliación política. No miramos para ver si es bueno para la relación sirio-israelí. Estamos mirando sólo a la gente con la que vamos a trabajar”.

La ayuda que Israel puede dar a estos refugiados, dicen los voluntarios de IsraAid y la directora de la organización internacional de ayuda, es el goteo bolsa a bolsa, donación a donación. Y si la participación de Israel en Jordania va a cambiar las percepciones políticas, agregan, también va a suceder de la misma manera lenta.

“No es que lleguemos aquí y luego nos vamos, ¡somos de Israel!”, dice el director de la organización de ayuda IsraAid. “Hay que mantener la boca cerrada y hacer el trabajo. Y tal vez más adelante hagan algunas preguntas, ya que las acciones hablan mucho más fuerte que las palabras”.

Fuente:cciu.org.uy