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ARNOLDO KRAUS

Enlace Judío México | Haber incrementado la esperanza de vida es una gran conquista de la humanidad. Sin ser necesariamente leitmotiv, incontables esfuerzos humanos, consciente, o inconscientemente, desembocan en prolongar y mejorar la calidad de vida. Calidad y longevidad son meta y fruto del conocimiento; tecnología, salud, agua potable y vivienda digna, entre otros logros, son pilares en los rubros calidad y esperanza de vida. Los esfuerzos y las advertencias para combatir la contaminación ambiental, mejorar la alimentación, fabricar productos biodegradables, modificar los factores de riesgo asociados al trabajo y preservar áreas naturales son, asimismo, elementos fundamentales. Algunos números para ilustrar las ideas previas.

A principios de siglo XIX la esperanza de vida era de 30 a 40 años; en los albores del siglo XX, dependiendo del continente y de las condiciones económicas, la media varió entre 50 y 65 años. En nuestro siglo, en los países ricos, el promedio es 80 años, y en los pobres 50. Aunque no es la razón del artículo, contrasto, por obligación, las enormes diferencias en la esperanza de vida entre Occidente y naciones pobres; en Japón el promedio de vida es de 83 años y en Zambia de 37. Destaco las diferencias con el objeto de resaltar otras connotaciones éticas: En las naciones ricas la esperanza de vida ha aumentado gracias a la aplicación del conocimiento; en las pobres, las expectativas positivas no han mejorado, e incluso, en los países donde sida, tuberculosis y paludismo son epidemias, la calidad y la longevidad han disminuido. El embrollo es enorme; lo resumo: ¿conlleva la vejez consideraciones éticas?

El incremento en la media de vida no corre en forma paralela con una vejez saludable. Se han creado instrumentos ad hoc para medir buena parte de las actividades humanas pero no se cuenta con índices diseñados para evaluar la calidad de vida en la vejez. El producto interno bruto, por ejemplo, informa sobre el bienestar material de la sociedad desde el punto de vista económico, mientras que el índice de Felicidad Bruta Nacional aporta datos sobre la calidad de vida (felicidad) a partir de elementos como la preservación del medio ambiente, el aprecio por los bienes culturales, la marcha de la economía y el establecimiento de un buen gobierno. Es fundamental generar un índice ad hoc para medir la calidad de vida en la vejez. Ese índice serviría para vincular conocimiento y objetivos éticos.

La vejez, salvo para los políticos que se ufanan y se felicitan por incrementar la longevidad —no entienden lo que dicen, nunca entienden—, no es tema interesante. Ese período no sólo no es redituable sino que cuesta dinero y tiempo. La mayoría de los viejos no generan dinero, gastan poco, no viajan, no se interesan ni por la tecnología ni por las modas; además, debido a su edad, consumen cuantiosos recursos económicos. Ese complejo binomio explica la ausencia de estudios sobre bienestar en la vejez, y la escasez de datos en relación a la violencia en los años postreros de la vida.

La Organización Mundial de la Salud define maltrato a los ancianos, como “un acto único o repetido que causa daño o sufrimiento a una persona de edad, así como la falta de medidas apropiadas para evitarlo”. En Estados Unidos uno de cada diez viejos es víctima de abuso; en países pobres se estima que la frecuencia es mayor. Son múltiples las formas de violencia: sexual, económica, abandono, maltrato físico o psicológico. La negligencia, intencional, o no, también es maltrato.

La suma de los factores previos, aunados a factores de riego propios de la vejez como son disminución de la capacidad cognitiva, aislamiento social, dependencia económica y de cuidadores constituyen problemas de salud pública y de derechos humanos. Dos datos: En 2025 habrá mil 200 millones de personas mayores de edad: por primera vez el número de viejos superará al de niños; en 2050 la cifra de habitantes mayores de 60 años será el doble de los que había en 2009.
De persistir la violencia y el maltrato contra los viejos, el mundo enfrentará una epidemia inédita y complicada. Renglones atrás pregunté, ¿conlleva la vejez consideraciones éticas?: la violencia contra los viejos, en un mundo superpoblado, donde ética y moral son valores poco apreciados, menoscabará más la vida de los viejos. El brete es inmenso. Ante ese panorama, es imprescindible acoplar el valor y la utilidad del conocimiento en todas sus formas con objetivos éticos. La única vía para dignificar la vejez radica en empalmar conocimiento y ética.

Médico

Fuente:eluniversalmas.com.mx