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NELLY HUSNY SMEKE PARA ENLACE JUDÍO

Enlace Judío México | El pasado lunes 18 de noviembre, en el marco de la OEA, el Secretario de Estado Norteamericano, John Kerry, anuncio el fin de la Doctrina Monroe y la era de “América para los americanos”.

La Doctrina Monroe fue formulada en 1823 por el entonces presidente norteamericano James Monroe, como una política exterior unilateral norteamericana, para limitar la influencia e injerencia de las potencias europeas en America Latina, dejando en claro, que era el rol de los Estados Unidos fungir de protector y guardián de todo el hemisferio, en aras de la seguridad y estabilidad regional.

Sin embargo, desde entonces, hasta bien entrado el siglo XX, dicha doctrina fue el fundamento histórico, político, económico e ideológico para justificar y legitimizar diversas intervenciones políticas y militares de Estados Unidos en distintos asuntos de la región.

La situación actual de América Latina y los intereses de Estados Unidos no muestran coherencia y compatibilidad con el discurso de Kerry. La muestra fehaciente de esto, es el reciente escándalo del espionaje norteamericano a diversos jefes de gobierno de distintos países, inclusive, varios de la región. Estados Unidos sigue velando única y exclusivamente por sus intereses, sin importar los altos costos políticos, económicos y diplomáticos que esto conlleve.

La política exterior norteamericana seguirá siendo proyectada hacia el hemisferio sur con la necesidad de proteger y velar sus intereses en la zona; Estados Unidos no puede no “controlar” Latinoamérica, su seguridad y estabilidad nacional dependen de ello.

Es lógico que los tiempos ya cambiaron, las amenazas exteriores también lo han hecho. En mera cuestión de seguridad, Estados Unidos no teme una reconquista o injerencia por parte de las naciones europeas. En la actualidad, la mayor amenaza para Norteamérica es la latente influencia y presencia en América Latina de diversos grupos terroristas, en su mayoría fundamentalistas e integristas musulmanes, y del crimen organizado que ya se ha globalizado e internacionalizado.

America Latina y el Caribe se han convertido en un punto estratégico no solo económicamente hablando, si no en cuestión de seguridad internacional y geopolítica, es un puente de fácil acceso hacia Norteamérica, digamos, un “caballo de Troya” del crimen organizado y el terrorismo, para tocar suelo e intereses norteamericanos.

América es y será siempre para los americanos, es un alto precio, al cual por desgracia o fortuna estamos destinados.

Ahora surge la interrogante: ¿qué quiere ganar Estados Unidos con este discurso?

Evidentemente la realidad internacional y el Orden Mundial han cambiado y ahora más que nunca es necesario que la administración estadounidense aplique la política exterior de la “zanahoria” más que la del “garrote”.
Hay un interés mayor en involucrar a esta región, convirtiéndola en un aliado más para poder alcanzar sus propios propósitos y salvaguardar la estabilidad y seguridad.

Es histórica e ideológicamente absurdo que un Estados Unidos, influido y de cierta manera, controlado por un gran grupo conservador y neoconservador deje de fungir como el guardián y el protector de la región, de su propia zona de influencia.

Más bien, el discurso de Kerry y de Biden, de “la unión hace la fuerza”, no es más que eso, un discurso, un mero disfraz de la vieja doctrina que ha imperado en la política exterior americana, y seguirá imperando hoy más que nunca, con sus variables, por supuesto.

El discurso es alentador y tal su objetivo: rendirse ante los encantos y promesas de los americanos, causar la emoción y euforia de los latinos, la ilusión de creer que por fin este es el comienzo de una era de aliados de una era de igualdad.

Los especialistas en diplomacia americana y política exterior pueden afirmar que este discurso es algo típico de una administración demócrata. Sin embargo, si se llegara a dar un cambio, será únicamente para satisfacer necesidades, asegurar y proteger sus propios intereses, Estados Unidos es una nación que le gusta y necesita preservar el status quo.

En términos de seguridad internacional esta doctrina no puede desaparecer, en el plano de relaciones diplomáticas, económicas, tratados y convenios esperemos poder ver un cambio real y no un disfraz.