SAL EMERGUI

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Enlace Judío México- El destino, ayudado por una bomba de más de 50 kilos de explosivos, quiso que el ex ministro de Finanzas libanés Mohamed Chatah apuntara ayer en Twitter al principal sospechoso de su propia muerte para muchos de los suyos. “Hizbulá está presionando para obtener poderes similares en seguridad y política exterior que los que ejerció Siria en el Líbano durante 15 años”, tuiteó sobre el grupo chií prosirio poco antes de que un coche bomba hiciera temblar el centro financiero y hotelero de Beirut causando su muerte y la de cinco personas, así como unos 70 heridos.

A las 9.40 horas, el coche de Chatah voló por los aires ante una carga explosiva tan elevada que provocó daños en seis edificios, 14 tiendas y 42 coches. “Es verdad que lo que pasa en Siria ya lo sufrimos en el Líbano por culpa de la intervención de Hizbulá allí, pero es la primera vez que llega a esta zona tan céntrica”, explicaba ayer a EL MUNDO por teléfono Elías, uno de los involuntarios testigos del atentado en un conocido distrito de ocio, mientras Hasan relataba a la agencia Reuters: “Escuché una gran explosión y vi una bola de fuego y nubes de humo negro. Corrimos desde nuestras oficinas a las calles”.

Las autoridades establecieron un importante cordón de seguridad en los alrededores, restringiendo el acceso a las personas con un permiso especial, mientras que efectivos del ejército y de la policía tomaban pruebas para iniciar las investigaciones.

El atentado se suma a la larga serie de ataques que han convertido el Líbano en el patio trasero y dividido de la cruenta guerra siria. El asesinato de Chatah cierra un violento año donde los líbaneses han pagado con sangre la pugna no sólo entre los partidarios y contrarios al presidente sirio, Bashar Asad, sino la guerra regional entre suníes liderados por Arabia Saudí y chiíes encabezados por Irán, Hizbulá y la rama alauí en Damasco.

Acérrimo opositor a Hizbulá y al clan Asad (antes Hafez y ahora su hijo Bashar), Chatah era un destacado dirigente de la Coalición del 14 de Marzo, conglomerado de partidos contrarios al régimen sirio que durante 29 años ocupó su país. El prestigioso economista de 62 años era también un baluarte de la familia Hariri. Al ex primer ministro y líder del frente anti Asad, Saad Hariri, el ataque de ayer contra su estrecho asesor le recordó a otro idéntico prácticamente en la misma calle que acabó con la vida de su padre, Rafiq Hariri (y de 21 personas) el 14 de febrero de 2005. La muerte del que fuera jefe de Gobierno libanés profundizó la división interna en torno a la influencia de la dictadura siria.

Casualidad o no, el atentado se produce tres semanas antes de que el Tribunal Especial para el Líbano (TEL) de la ONU inicie el juicio contra cinco miembros de Hizbulá por el asesinato de Hariri. Entre ellos, el cuñado del que fue jefe militar de Hizbulá, Imad Mugniya, muerto en coche bomba en Damasco en 2008.

“Los que han asesinado a Chatah son los mismos que asesinaron a Rafiq Hariri. Son los que quieren matar y humillar al Líbano. Por lo que sabemos, los sospechosos son los mismos que huyen de la justicia internacional y rechazan comparecer ante el Tribunal Internacional”, denunció Hariri que, en el extranjero, ha reforzado su ya de por sí espectacular protección.

En la casa de Hariri en el centro de la capital y no lejos del lugar del atentado se reunieron ayer sus compañeros de la Coalición del 14 de marzo para pedir al TEL que investigue también la muerte de Chatah. “Se trata de los mismos asesinos a quienes no les fue suficiente con matar a los miembros de la Revolución del Cedro. Los libaneses conocemos a los asesinos, que son los que nos amenazan a diario. Son los asesinos que actúan en Damasco, Alepo y el Líbano”, dijo Fuad Siniora, ex premier libanés y dirigente del Movimiento del Futuro que dirige Hariri, apuntando sin citarles a Asad y Hizbulá.

El grupo chií rechazó las acusaciones y condenó el atentado. “Es un crimen atroz destinado a sabotear la estabilidad y la unidad nacional. Sólo beneficia a los enemigos del Líbano”, señaló en un comunicado, que pedía “racionalidad y sabiduría para hacer frente a las amenazas que pesan sobre el país”. El ministro sirio de Información, Omran al Zubi, afirmó que las acusaciones contra su país “carecen de fundamento” para añadir que el terrorismo “es el enemigo de todos”.

El presidente del Líbano, Michel Suleiman, aseguró que «cualquiera que sea el mensaje que encierre, no debilitará la determinación de los libaneses a proteger su país».

Pero el laberinto sirio encierra a este país a una espiral de atentados y represalias. No puede ser de otra forma cuando Hizbulá, el grupo armado más importante del Líbano y de Oriente Próximo (más de 100.000 cohetes y misiles en su haber), mata y muere al servicio de Asad al otro lado de la frontera. Los rebeldes vinculados a numerosas ramas de Al Qaeda que se enfrentan cara a cara con los milicianos de Hizbula -por ejemplo en Quseir- trasladan la guerra a su propia casa con atentados en el feudo chií en Beirut.

Como, por ejemplo, las dos bombas en los alrededores de la embajada iraní en Beirut en una acción reivindicada por Brigadas de Abdalá Azzam, de la órbita de Al Qaeda. La legación persa es considerada de forma oficiosa un centro de apoyo a Hizbulá. Teherán entrena y financia al grupo del jeque Hasan Nasrala no sólo para tener influencia en el estratégico País de los Cedros sino como punta de lanza en su guerra con Israel.

Dependiente a nivel económico y militar de la Guardia Revolucionaria iraní, Nasrala no tiene más remedio que seguir enviando sus hombres armados al frente sirio, aunque eso ponga en peligro sus propios bienes y sedes en el Líbano.

En el pasado, el prooccidental Chatah acusó a Nasrala de «preferir la supervivencia de Asad a la paz en el Líbano». «Debería reconocer que antepone su agenda regional y alianza con Asad a los derechos e intereses de los libaneses», comentó Chatah con el retrato de Rafiq Hariri en la pared de su despacho sin saber que meses después les uniría el mismo trágico destino.

Fuente: Elmundo.es