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ESTHER SHABOT

Enlace Judío México | A los 85 años de edad y después de ocho años de estar en coma debido a un problema cerebrovascular, Ariel Sharon murió ayer en un hospital de Tel Aviv. Con una larga carrera militar y un activismo político notable, Sharon queda, para bien y para mal, como una de las figuras centrales que han marcado la vida nacional del Estado de Israel en sus 65 años de existencia. Un somero análisis de su trayectoria lo muestra como un hombre rudo, enérgico, con convicciones fuertes y autoconfianza ilimitada. Pero hubo también en él un rasgo notable que se convirtió, ya en sus últimos años de vida activa, en el símbolo más destacado de su fortaleza de carácter: su capacidad de cambiar radicalmente de postura respecto a un tema medular en su ideología personal. Porque la decisión tomada en 2003 y ejecutada en 2005 de evacuar la Franja de Gaza liberándola de la totalidad de la presencia israelí, fue sin duda el acto que transformó a Sharon en un personaje radicalmente distinto del que había sido antes.

¿Qué había caracterizado antes a ese próspero granjero, general combativo y político alineado con el pensamiento de la derecha israelí? Básicamente su convicción de que había que hacer todo lo necesario para que el proyecto del “Gran Israel” fuera realidad. Es decir, actuar a fin de que la presencia israelí se extendiera y consolidara a lo largo y ancho de los territorios obtenidos por Israel en las guerras que el mundo árabe había librado contra él. Por tanto, actuó como decidido impulsor de la colonización judía en espacios palestinos mediante tácticas en las que a menudo la maña y la violencia fueron utilizadas.

El año de 1982 fue quizá su momento más crítico. Sharon fue señalado como la figura que convenció al gobierno de Begin de extender la intervención militar israelí en Líbano que se convertiría finalmente en un fiasco. Pero también cayó en desgracia al haber sido responsabilizado de permitir que las falanges cristianas libanesas entraran a los campamentos palestinos de Sabra y Shatila, donde tales milicias cometieron una verdadera masacre de sus pobladores. El repudio por esto —400 mil israelíes salieron a la calle a protestar por lo ocurrido— aunado a la investigación que se siguió de estos hechos, hicieron que Sharon tuviera que dejar su puesto de ministro de defensa.

No sería sino hasta 2001 cuando Ariel Sharon, encabezando al partido de derechas Likud, y al calor del terrorismo que aquejaba a Israel por la segunda intifada palestina, lograría ganar las elecciones y convertirse en primer ministro. Nadie sospechaba entonces el giro dramático que este hombre daría al tener que enfrentar como primer mandatario uno de los momentos más graves de la historia de Israel. Contra toda su trayectoria pasada, admitió la necesidad de la creación de un Estado palestino y junto con esto, la ejecución de un primer paso concreto: la desconexión de Gaza, es decir, sacar de la Franja tanto a la fuerza militar israelí como a los ocho mil colonos judíos que ahí residían. La polémica nacional fue gigantesca. El sector duro de la sociedad en el que destacan los propios colonos de los territorios palestinos, sectores religiosos y rabinos ultranacionalistas, desató una campaña despiadada en contra de esta decisión gubernamental, que finalmente fue ejecutada en agosto de 2005 en medio de escenas cargadas de intenso dramatismo.

Cuando Sharon cayó en coma en enero de 2006, una nueva campaña electoral estaba en curso. Sharon se había desligado del Likud formando un nuevo partido, Kadima, cuya agenda pretendía continuar en la línea trazada a partir de la desconexión de Gaza. Su salida del escenario político alteró el curso que habría seguido la historia de Israel y de la región de haber continuado él en el poder. ¿En qué medida y cómo habrían sido distintas las cosas? La respuesta hoy sólo puede ser mera especulación.

Fuente:excelsior.com.mx