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BECKY RUBINSTEIN F.

Enlace Judío México | A cincuenta años de la liberación de Auschwitz; en defensa de los defensores de las causas justas; en protesta por el atentado a la casa de los Pacheco.

Morirás Lejos de José‚ Emilio Pacheco va y viene en el espacio para finalmente, hallar arraigo en un tiempo y un espacio concreto, el nuestro. Aunque en aras de la ficción-la anécdota gusta tramarse en la fantasía-el autor nos entrega una certeza histórica: la violencia visceral y generalmente gratuita, del hombre contra el hombre.

La caída de un pueblo, el judío, en manos de un imperio, el romano, el de Tito, antecede a una nueva y posterior caída, llámese genocidio, personificado por el Tercer Reich, por su líder Hitler. Por sus seguidores…

Pacheco enlaza el pasado, Judea, con el presente, México, más bien el Parque México que, de algún modo, funciona como catapulta espacio-temporal para ir y venir, como ocurre con el pensamiento, con el recuerdo, con la memoria que parece negarse a olvidar. No por despecho, sino por un mero acto de justicia.

Judea lo amerita, Auschwitz lo amerita,la Inquisición Española, México lo amerita. El mundo entero lo vale y lo amerita, parece decirnos y remacharnos el autor de Morirás Lejos consciente de la historia, al parecer, engarzada dolorosamente en un mismo hilo de sangre.

Morirás Lejos: bordado de historia y fantasía sin bordes claros. Incluso, aunque la anécdota fuera del todo irreal, como insinúa el autor, sería tan real como la urgencia de combatir el caos, la destrucción, la violencia:”Todo irreal-nos advierte Pacheco -nada sucedió como aquí se refiere. Pero fue un pobre intento de contribuir a que el gran crimen nunca se repita”.

La trama de Morirás Lejos es compleja, como un sueño a descifrar. Escenas van y vienen; también las diversas y, en ocasiones reales, por descabelladas hipótesis estructurales que nos orillan a dudar irónicamente, de todo y de todos. Incluso de nuestra realidad, de nuestra coherencia. Porque la violencia nace de la incoherencia.

El lector, sumido en el desfase, tratando de responder a las diferentes hipótesis que el texto plantea, parece dudar, incluso de la naturaleza lumínica del hombre en su doble juego de víctima y victimario.

Eme es uno de ellos. O bien, los despojos de Eme, cuyo nombre se ha perdido en la conveniente anonimia. Eme, figura alucinante, alucinada,persecutoria y perseguida, torturante y torturada por imágenes que no lo abandonan. Personaje salido de una pesadilla, nacido de un fatídico sueño de grandeza: la creación de un nuevo imperio, de un nuevo mundo habitado por un nuevo hombre.

El Parque México: escenario real, histórico, donde víctimas y victimarios se encuentran tras la hecatombe. Ambos, al sobrevivir, buscan un refugio lejos del lugar (de los lugares) del crimen (de los crímenes).Para morir lejos del escenario original, aunque marcados inminentemente y de por vida.

Morirás Lejos inicia con una escena, al parecer, inocente, hasta inocua: alguien entreabre la persiana metálica; en el parque, un pozo cubierto por una torre de mampostería; un hombre sentado en una banca lee “El Aviso Oportuno” de “El Universal”. Niños juegan al fútbol, el cuidador del parque habla con un barrendero…En un “barrio que la ciudad asimiló”.

Todo está dado: el espacio, el tiempo, los personajes, la trama. Y después un número clave-l939-en apariencia un número de una casa cualquiera- fecha funesta, tatuada en la piel de la historia al recordar que marca a Eme. También a sus víctimas; también al género humano. Fecha que nos transporta al pasado, a otras tierras, a otro espacio, a otro tiempo, a otros personajes, a otra trama. Porque el presente es hijo del pasado que lo engendra.

El Parque México, lugar aparentemente neutro, alejado del lugar de los hechos, se transforma, por decirlo de algún modo, en tribunal donde víctimas y victimarios se encuentran tiempo después, estadio espacio-temporal necesario donde, al final de cuentas, emana la justicia.

Como si dicho parque convocara, de alguna manera, los antiguos espacios, los antiguos tiempos de violencia y crimen en aras de la justicia que llega, finalmente, en el epílogo del texto, reivindicación de una serie de dramas tristemente concatenados, perpetrados a través de los siglos.

Y la justicia se reivindica a sí misma: los ojos que intermitentes, aunque obsesivamente, se fijaban al amenazante exterior, ejercen-ya sumidos en la oscuridad de la desesperanza-su acción de mirar por última vez. De pronto, se nos dice: “la oscuridad entra en la casa. Eme deja su punto de observación, toma una hoja de afeitar, hiende las venas del antebrazo izquierdo. Cuando la sangre baña todo su cuerpo y ‚él siente la somnolencia de la muerte, se arrastra a la ventana, consigue erguirse y mirar -última imagen y castigo- como el hombre a quien supuso perseguidor se aleja de la banca y el chopo y lleva el brazo a una mujer de aproximadamente cuarenta años mientras el viento de la noche deshoja, arrastra “El aviso oportuno”, y el parque entero se desvanece bajo las luces mercuriales que en este instante acaban de encenderse”.

El “morirás lejos”, vaticinio de una adivinadora, marca a Eme y a una generación de desterrados, víctimas del oprobio, de la vergüenza que liga trágicamente tanto a víctimas como a victimarios. Eme lacera y desangra su brazo izquierdo, símil de tantos brazos izquierdos marcados y lacerados…justicia amarga, justicia falsa. La justicia ha de nacer del pertinente ejercicio de la memoria.