SARA SEFCHOVICH

SARA SEFCHOVICH

Enlace Judío México | Los humanos tenemos perfectamente claro lo bueno y malo, lo correcto y lo incorrecto. Esto es algo que “la naturaleza ha diseñado” afirma Hauser, pues como nos han dicho los neurobiólogos, la moral tiene su asiento en el cerebro.

Especialistas en comportamientos animales y humanos, por ejemplo Frans de Waal, insisten en que el cerebro humano nos permite “ajustar nuestros deseos e intenciones a lo que percibimos que el otro necesita”.

Por eso, nos parece maravilloso que una persona manifieste lealtad a su país, su comunidad, su causa, su empresa o institución, su familia, sus amigos. Y sin embargo, ¿quién de verdad honra ese discurso?

En el funeral de Mandela en Sudáfrica, el presidente de Estados Unidos Barack Obama humilló públicamente a su esposa coqueteando con la primera ministra de Dinamarca, mientras ella permanecía sentada a su lado con cara de molestia evidente. Y hace algunas semanas, el presidente de Francia, Francois Hollande, humilló a la suya, cuando se descubrió que la engañaba —según él a escondidas— con una actriz.

¿Merecen ese trato mujeres que se la han jugado por acompañar a sus hombres?

La señora Michelle Obama tenía un excelente puesto en una universidad, el que abandonó para sumarse a la campaña de su marido por la Presidencia de su país. Cuando su marido ganó, ella abandonó su ciudad y su mundo, para ponerse a sembrar calabacitas en el jardín de la Casa Blanca, con el pretexto de “luchar contra el problema de la obesidad”, porque lo único a que puede aspirar dedicarse la esposa de un primer mandatario, para que no se le vaya encima la sociedad, es a lo que se puede hacer desde su hogar y es o parece inocuo.

En el caso del presidente de Francia, el asunto es más grave pues estamos hablando de un profesional de la deslealtad.

Cuando su primera compañera y madre de sus cuatro hijos, estaba en plena campaña para la presidencia, compitiendo contra Nicolás Sarkozy, él la abandonó y públicamente se exhibió con una nueva mujer. ¿No podía esperar a que pasara el momento tan difícil que estaba viviendo Segolene Royal? No, no pudo, pues según dijo en ese momento, “por fin había encontrado al amor de su vida”.

Ese amor se llamaba Valerie Trierweiler, periodista de asuntos políticos en una importante revista, ocupación que abandonó para acompañar a Hollande cuando hizo su campaña por la presidencia y después, cuando ganó, para acompañarlo como primera dama de un país que la trató bastante mal.

Pero he aquí que nada de eso pareció importarle al dicho señor, quien ahora también a ella la descartó y lo hizo, como la vez anterior, con humillación para ella y gran escándalo.

Pero lo importante cuando hablamos de esto, no es por meternos en la vida de esos señores sino porque como decía mi abuelita, el que traiciona una vez, lo hace dos y tres y a cualquier persona, situación, causa.

Y en efecto, estos mandatarios no solo han sido desleales a las parejas, sino también a los electores e incluso a sus principios. Obama prometió el oro y el moro a quien le entrara a su propuesta de salud, pero, a la hora de la verdad, resultó que no pudo cumplir y solo dijo: “Lamento que se encuentren en esta situación debido a garantías que recibieron de mi parte”. Por su parte Hollande fue acusado por sus compañeros de ideología y partido de traidor, al punto que se han preguntado si queda algo de socialista en él con las acciones y políticas que está tomando para su país. ¿Podría ser que su caída de popularidad (16% de aceptación entre los franceses) tenga que ver con esas traiciones a sus promesas y con esa vida personal llena de deslealtades?

No lo sé. Lo que sí es evidente es que tienen razón las feministas cuando afirman que lo personal es político. Y estos casos lo ejemplifican perfectamente.

[email protected] www.sarasefchovich.com

*Escritora e investigadora en la UNAM

Fuente:eluniversalmas.com.mx