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JEAN MEYER

Enlace Judío México | El 3 de diciembre del año pasado Jorge Castañeda escribió en El País que hay un misterio en la presencia de Oswald en México, antes del asesinato de Kennedy y que EU intentó acallar las sospechas sobre Cuba por el magnicidio. Yo había leído en The New York Times del 7 de noviembre el artículo de Paul Gregory “Lee Harvey Oswald was my friend”, lo que me había empujado a leer de Lamar Waldron, en inglés, La historia secreta del asesinato de John Fitzgerald Kennedy y de Philip Shenon Un acto cruel y chocante. Y finalmente de Ron Rosenbaum, ¿Por qué Oswald lo hizo? Puede que todo venga de una fiesta en la ciudad de México (The Spectator, 21 de noviembre 2013). Doy las referencias porque así lo pide el oficio.

Ya está de sobra conocido que, antes del asesinato de JFK, la CIA urdió una docena de intentos para asesinar a Fidel Castro, desde los más extravagantes envenenamientos con puros o pluma fuente —a la James Bond— hasta la clásica balacera. Parece que los hermanos Kennedy estuvieron al tanto, algo que llevó Lyndon B. Johnson, entonces aburrido vice-presidente, a decir que los dos hermanos “operaban una maldita compañía de asesinato (Murder Incorporated)”. Sabemos que la CIA y el FBI engañaron a la Comisión Warren pero, tarde o temprano, las cosas salen a la luz.

En septiembre de 1963, antes del asesinato del 22 de noviembre en Dallas, Oswald hizo un misterioso viaje de casi una semana, el cual, según Shenon, puede dar la clave de por qué él disparó sobre Kennedy. Es de notar que mis autores no ponen en duda que Oswald fue el autor material del crimen. La pregunta es ¿por qué? Parece que en sus intentos de carambola de tres bandas, para matar a Fidel Castro, la CIA logró que el tiro saliera por la culata porque el resultado fue que Lee Harvey Oswald, pro castrista sincero, se convenció de que había que eliminar a un presidente estadounidense que recurría al asesinato para eliminar a un presidente cubano, el comandante Fidel Castro. Los cubanos, gracias a sus agentes infiltrados, agentes dobles e incluso un agente triple, estaban al tanto de todo.

Oswald, en México, conoció en una fiesta a varios miembros de la izquierda mexicana, pero también a una empleada de la embajada de Cuba, y también a Elena Garro y a su hija Helena. Tanto durante sus tres pasos por la embajada cubana —solicitaba una visa para ir a la isla— como en la fiesta, recibió información sobre los intentos repetidos de la CIA para asesinar a Fidel Castro. Quizá de la mexicana que trabajaba en la embajada y que atendió a Oswald, la cual fue inmediatamente interrogada, después del 22 de noviembre, por nuestra Federal de Seguridad, que luego no permitió que el FBI y la CIA la interrogaran. En los archivos desclasificados de la CIA hay una nota de J. Edgar Hoover, el gran patrón del FBI, que dice que Oswald exclamó, en la embajada cubana: “Ya verán, voy a matar a Kennedy”. Esta información no fue nunca confirmada por la Habana, pero es decisiva.

La Comisión Warren no supo que la CIA intentaba matar a Castro, mucho menos que eso, era con la anuencia de los Kennedy. Tampoco conoció la nota de Hoover. Lee Harvey Oswald, sí, supo que la vida de su admirado, idolatrado Castro estaba amenazada. Sorprende que los partidarios de la teoría de la conspiración, y por lo tanto de la inocencia de Oswald, no hayan tomado en cuenta nunca lo dicho por Oswald, a saber que era fanáticamente pro Fidel Castro; tampoco tomaron en cuenta su estancia en México y sus contactos con la embajada de Cuba.

¿Por qué? ¿Para no atribuirle una responsabilidad indirecta al gobierno cubano? Los cubanos no tenían porque denunciar a Oswald a los estadounidenses. Y nosotros podemos aceptar la teoría nada popular del asesino solitario.

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Fuente:eluniversalmas.com.mx