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AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO

Todo viene de los judíos,
todo regresa a los judíos

Édouard Drumont: La France Juive

Enlace Judío México | La muy conocida primavera árabe –entre otras cosas– fue una gran oportunidad para desatar un antisemitismo adoptado desde la época de la colonia; mismo que de hecho, ha empeorado.

La creencia de que el mal que afecta a una sociedad proviene de otro –factor exterior a la sociedad–, es una manera fácil de evadir el supuesto de que el mal de una sociedad proviene desde el interior de la misma. Esta creencia, fue sustentada y literalizada en 1886 por el francés Édouard Drumont, en su best seller La France Juive (La Francia judía). “Todo viene de los judíos, todo regresa a los judíos” (Drumont). Para Drumont el mal es atribuible al judío mítico colectivo, judío que claramente es más un personaje literario que ha encarnado a todo un grupo socio-cultural. El pasado regresa más de un siglo después, cuando el judío mítico colectivo ahora tiene un espacio que es Israel, el propio estado de Israel se vuelve el personaje literario gestador del mal.

Este fenómeno es recurrente en el mundo árabe y ha sido aún más recurrente en la primavera árabe.

Una CONSPIRACIÓN JUDÍA detrás del caos social, económico y político que perturba la paz de las ciudades y los estados árabes, socava su solidaridad islámica, y amenaza con destruir sus frágiles economías. Ésta es una creencia que transita en lugares del Medio Oriente como: Marruecos, Bahrein, Yemen, Arabia Saudita, Túnez, Egipto, Siria, Irak y el Líbano. Creencia –literaria en sus inicios que ahora se propaga por medio de redes sociales como Facebook y Twitter, medios como la radio y la televisión y anuncios gráficos como el graffiti, entre otros.

Pero si vamos a recurrir a la historia para traer un odio de antaño, por qué no traer a colación también la época en la cual, los judíos fueron frecuentes, y con el tiempo imprescindible mediadores e intermediarios tradicionales, tanto de Oriente Medio, como de las sociedades del norte de África. En la mayoría de pueblos y ciudades, los residentes locales apoyaron a los judíos de buena fe. Incluso los sultanes se rodearon de comerciantes judíos, consejeros y embajadores, buscando sus consejos para reactivar las economías y establecer relaciones con las potencias extranjeras. Es una gran coincidencia que esa fue una época fructífera en todos los sentidos.

Volviendo al tema del antisemitismo. Aunque el antisemitismo francés llegó a Argelia con los colonos en el siglo XlX, el antisemitismo de estilo europeo, se arraigó anteriormente en Siria y Líbano, donde fue importado por los miembros de algunas comunidades cristianas. Pero a medida que el colonialismo francés se estableció en todo el Levant y el norte de África, el cambio del estatus legal de los judíos de “invitados tolerados” a “ciudadanos”, cambió también la visión cultural de “débiles vecinos” a “colaboradores poco fiables y “enemigos potenciales”.

Hoy en día, las percepciones relativamente positivas de los judíos en el mundo árabe se han sustituido en gran medida por un apropiado discurso antijudío, mezclado con interpretaciones cristianas e islámicas, de lo que se cree que es un mal judío innato que impregna todos los sectores de la vida. En los últimos 70 años, la independencia política de los judíos en el contexto de Israel, ha reforzado la creencia en una conspiración judía mundial.

En Marruecos, Hamid Chabat, secretario general del partido Istiqlal , sostuvo que el 20 de febrero y el movimiento de la Primavera Árabe son el resultado de una conspiración sionista como el imaginado en Los Protocolos de los Sabios de Sión. En Túnez, los activistas salafistas han afirmado que los estudiosos, como Habib Kazdaghli, son judíos y han coreado consignas como “¡Mata a los judíos! Es nuestro deber”. En Libia, había rumores de que Muammar Gadafi era de origen judío, y cuando los libios se levantaron contra él, las paredes de Bengasi y Trípoli estaban pintadas con representaciones de Gadafi con la Estrella de David además de una canción de rap-libio árabe titulado This Revolution, misma que incluye consignas como: “De norte a sur, de este a oeste, ¡vamos levántate!, ¡vamos levántate! La ira no va a morir, el que va a morir es Gadafi y sus partidarios los judíos”.

Estos casos y otros han estado al acecho en el fondo de la conciencia de los diferentes círculos del mundo árabe. Su prevalencia recién descubierta entre los dos grupos populistas e intelectuales, ilustra el caos conceptual que reina en las consecuencias de los levantamientos de la Primavera Árabe. La falta de liderazgo dentro de los movimientos de la Primavera Árabe que podrían haber canalizado este enojo hacia canales constructivos con una clara y viable agenda económica, social, y política, deja un vasto campo para que las teorías de la conspiración se amplíen, lo que refuerza la idea delirante de cómo los judíos han sido responsables de convertir las “primaveras árabes” en “inviernos”.

Pero esto es tan sólo la historia repitiéndose a sí misma: Así como en la era postcolonial, cada vez que las poblaciones árabes no han logrado alcanzar sus objetivos, los líderes políticos y los intelectuales, recurren a la conspiración para justificar su derrota; este pensamiento ha creado una mentalidad árabe que, según el argumento del erudito Mahdi Elmandjra, se niega a caer en la auto-crítica. En consecuencia, una obsesión orgánica con el forastero. Llámese forastero a una imperiosa Europa o América, o simplemente un “judío mítico”. El caso es que siempre estarán ahí para ser culpados.