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SUSY ANDERMAN

Enlace Judío México | Del mismo estilo que El niño de la Camisa de Rayas, La Vida es Bella, o La Lista de Schindler, el cine retoma la novela Ladrona de libros del autor australiano Markus Zusak, para mostrar lo que el pueblo alemán vivía en el acontecer de la Segunda Guerra Mundial, mientras sucedía la noche de los cristales rotos, la quema de libros, la persecución de judíos en casas y negocios, la ruta a los campos, la muerte, la deshumanización.

Esta forma de presentar el peor episodio histórico, parece una forma inocente para mostrar lo que no se quiere de un gobierno con un líder como Hitler o más bien resulta una aproximación diferente a la realidad absurda que se ocupa.

“¡Odio a Hitler!”, gritan los personajes desde su visión infantil, pero tristemente, la gran masa de alemanes se vio dirigida a un objetivo común, liberar a su país de los judíos.

Fueron en realidad muy pocos los alemanes que decidieron proteger a sus amigos, compañeros de trabajo o vecinos judíos. Creyeron y absorbieron el mensaje de Hitler y de ahí surgieron monstruos como Himmler, Goebbels, Hess, Eichman, Mengele, Oberheuser, quienes sobresalen de una infinita lista de nazis que mataron a diestra y siniestra.

La guerra según contesta Einstein, tiene que ver con que el “hombre tiene dentro de sí un apetito de odio y destrucción. En épocas normales, esta pasión existe en estado latente, y únicamente emerge en circunstancias inusuales; pero es relativamente sencillo ponerla en juego y exaltarla hasta el poder de una psicosis colectiva”.

Si confiamos en la historia de Zusak, veremos un retrato de los alemanes que se enfilaban a la guerra como militares, dejando a sus familias, a sus hijos, a sus amigos, escenas que podrían conmover en una visión muy romántica, pero cuando detrás resalta a dónde o a qué los dirigían, no puede existir parangón alguno con el horror y la tragedia de seis millones de judíos que fueron asesinados en un afán de exterminar a todo un pueblo.

La deshumanización de la que habla Levi, en Si esto es un Hombre, dice: “La expresión sensible de su locura geométrica, de la decisión ajena de anularnos primero como hombres para después matarnos lentamente […] como autómatas; tienen las almas muertas y la música los empuja, como el viento a las hojas secas, y es un sustituto de su voluntad. La voluntad ya no existe […] Los alemanes lo han conseguido. Son diez mil y son solo una máquina gris: están determinados exactamente, no piensan y no quieren, andan”.

Si Zusak pretende lograr una reconciliación o mostrar que toda la humanidad fue víctima, quizás su objetivo es válido, si podemos reducirnos con recursos de omisión a esa niña que se envuelve con los libros para escapar de la realidad y dejar en un estante la muerte de su hermano, la separación de su madre, la adaptación a nuevos padres, a su habitación, al lenguaje alemán, al escondite en el sótano, a las bombas y a la guerra, de una manera quizás poco expresiva porque al igual para el mundo no es factible entender las imágenes, los signos y los sentidos que estuvieron en juego en la Segunda Guerra Mundial.

Como lo explica Jean Luc Nancy en su libro La Representación Prohibida; “Nuestra pregunta es: ¿qué es, entonces, lo que “burla la descripción”, y por tanto la clase de representación que podemos entender con este término, y qué otra representación tiene lugar en el poema?” Como se refiere el autor, el discurso que rechaza la representación de los campos o en este caso, de cualquier hecho o asunto relacionado que llega a ser confuso porque su contenido no se deja circunscribir con claridad y porque sus razones son aún menos claramente determinables.

La Ladrona de libros, es una simple y sencilla historia sobre una niña en la Segunda Guerra Mundial, con luces de cierta fantasía sobre el complejo contexto en el que habita, sin un final como el del largo viaje del chico de Semur: “se ha acabado, este viaje se ha acabado y voy a dejar a mi compañero de Semur. Es decir, es él quien me ha dejado, estoy solo. Tiendo su cadáver en el suelo del vagón, y es como si depositara mi propia vida pasada, todos los recuerdos que me unen todavía al mundo de antes. Todo lo que le había contado […] todo eso que era mi vida va a desvanecerse, puesto que él ya no está aquí” (SEMPRÚN, JORGE, El largo viaje*), o el de Ana Frank que en sus propias circunstancias decía: “Lo que me asombra, es no haber abandonado por completo mis esperanzas, que parecen absurdas e irrealizables. Y, sin embargo, me aferro a ellas a pesar de todo, y sigo creyendo en la innata bondad del hombre”.

Bibliografía:

* LEVI, PRIMO, Si esto es un hombre, El Aleph, Barcelona, 2003.
* NANCY, JEAN-LUC, La representación prohibida: Seguido de La Shoah, un soplo. Amorrottu Editores, Madrid, 2006.
* SEMPRÚN, JORGE, El largo viaje, TUSQUETS, Barcelona, 2004.
* JUAN PABLO PATIÑO KÁRAM. 2007. Espéculo. Revista de estudios literarios. Universidad Complutense de Madrid. El URL de este documento es https://www.ucm.es/info/especulo/numero37/jsemprun.html
* FRANK ANA. El Diario de Ana Frank.

Fuente: tomado de CDI Informa-15 de febrero 2014