Sinagoga-Mayor-de-BarcelonaAnna-Serrano

ANTONIO ZOIDO

Enlace Judío México | El nombre de Seferad, con el que el hebreo designa la península ibérica parece raro pero no lo es tanto. Es el mismo que el del país donde la mitología griega situó la hazaña de Hércules apoderándose de las manzanas de oro, las esférides o espherides. Sefarad o Sepharad y hesperia o España tienen pues idéntica raíz. Tal vez suceda algo parecido con Al Andalus, que bien pudiera venir del territorio de ese continente perdido después de que Platón dejara constancia, al menos para los griegos de que existía o había existido: La Atlántida.

Pero mientras la memoria de Al Andalus surge a cada paso y forma parte de nuestra identidad (gracias, sobre todo, al amor al exotismo impulsado por las corrientes románticas), el recuerdo de Sefarad es algo mucho más vivo fuera de nuestras fronteras que dentro de ellas: lo mantuvieron, contra viento y marea, millones de personas en cuatro continentes (y supongo que en Australia o Nueva Zelanda también habrá alguna). Aquí solo en pocas de las grandes ciudades históricas se ha conservado el topónimo de la infamante judería, ahora convertida en enclaves turísticos; en otras –Jaén o Granada sin ir más lejos– esos barrios se han desmemoriado aunque mantengan una atmósfera nostálgica y casi onírica. En los pueblos todo a ido peor; las huellas se refugiaron casi siempre en el rincón del patrimonio inmaterial, en los pasos, los pasillos y los cortejos de la Semana Santa, en algunos romances de cadencias tristes del Andévalo…

Por eso la reciente guía de Sebastián de la Obra, editada por la Diputación Provincial, es, en cierto modo, una ceremonia de resurrección sefardí de la Aljama de Carmona, de la Marchena Al Yahud –de los judíos–, de los Cansinos de Castilleja, parientes de Rita Hayworth y del padre del ultraísmo. También de Alemán Pocasangre que compraba la cera para el Corpus y de Mateo Alemán, refundador de la hermandad de la Santa Cruz en Jerusalén y del mariscal Caballero que mandó labrar su capilla en la catedral. La memoria de Sefarad ya no está sólo en Samarcanda, Venecia, Amsterdam o Amberes, es también la de este jardín de la fruta dorada de Hércules.

Fuente:elcorreoweb.es