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SALO GRABINSKY

Enlace Judío México | Ya se ha hablado suficiente sobre las grandes diferencias que hay entre las generaciones de niños y jóvenes que hemos nacido durante los ya casi 70 años desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, en 1945. Los baby boomers que somos los que seguimos imperando como jefes de familia y empresas y que lenta, pero irremediablemente, vamos declinando y otorgando el poder y el patrimonio que formamos a nuestros hijos y, no pocas veces, nietos.

Luego vienen las generaciones definidas por letras ( X, Y, M) y de las que ya perdí la noción de lo que significan. Me acuerdo de los hippies, pacifistas, las feministas, ecologistas y los rebeldes a convencionalismos, los yuppies, la generación hedonista y un poco vale-madrista, los ninis y para qué le sigo. Estoy, como muchos de ustedes bastante aturdido y desubicado. No intento ser antropólogo ni definir a los jóvenes y adultos tempranos (de 20 a 35 años, por dar un rango arbitrario de edades) porque hay de todo, pero sí analizar un poco las actitudes que tenemos hacia ellos, en cuanto a su visión, planes de vida y estatus económico y familiar. Lo que es un hecho es que los cambios son espectaculares y… turbulentos, además de que van a ser aún más profundos en los próximos años.

Empecemos por la actitud de padres y abuelos con respecto a esta generación. Yo la describiría como que estamos pasmados, paralizados acerca de cómo reaccionar ante sus solicitudes y reclamos, indecisos ante el grado de libertad económica que les podemos ofrecer sin echarlos a perder (eso para mí es un tema básico que puede trascender a otras áreas). En resumen, estamos hechos bolas.

Muchos amigos y asesorados están en esas condiciones. Por ejemplo, les hemos ofrecido y muchas veces solventado su educación profesional y de posgrado para que tengan herramientas con qué ser exitosos en su vida profesional, y al terminar, rechazan buenas ofertas de trabajo y deciden por actividades placenteras, tal vez para adquirir cultura y conocimiento interior, lo cual está bien, pero sin compensación o sueldo alguno. Es más, trabajan un rato para ahorrar y así irse de exploradores hasta que se les acaba el dinero. Luego, ¿quién sabe que van a idear?

Hay mucha confusión en los padres. Los que venimos de hogares modestos, algunos muy humildes, y hemos logrado un cierto grado de tranquilidad económica vemos con temor su falta de interés en crear algo sólido para su futuro. No tienen planes matrimoniales, y menos de tener familia (lo que nos desagrada mucho a los abuelos potenciales). Buscar un empleo productivo o entrar al negocio de la familia les es, en el mejor de los casos, un proyecto a largo plazo. Y que no se nos ocurra preguntarles de qué piensan vivir, porque nos exponemos a todo un sermón o la queja de que queremos dictarles reglas. ¿A poco no soy un sastre virtual y todos nos ponemos en algún momento el saco?

Ya teniendo este panorama que, con variaciones y notables excepciones, lo admito, nos muestra a una generación de características muy distintas, si le ponemos otros ingredientes como la crisis económica, la situación difícil en nuestra sociedad y en otros países por mil factores, la complicación es muy grande.

Estamos ante un grave dilema acerca del grado de apoyo, comprensión y libertad que queremos darles a nuestros hijos por el hecho de que son nuestros seres más queridos y deseamos su felicidad y, por otro lado, los límites lógicos, de principios y, sobre todo, prácticos para que sepan luchar por su futuro cuando no estemos nosotros.

Continuará…

Fuente:dineroenimagen.com