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JEAN MEYER

Enlace Judío México | Quién sabe si Obama ganará su apuesta iraní, pero no cabe duda que la baraja ha sido redistribuida y que tanto para Arabia Saudita como para Israel, las cosas están cambiando. El acuerdo nuclear logrado con Teherán, un acuerdo ciertamente provisional y todavía no completo, calificado de “error histórico” por el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu, ofrece al presidente Obama la posibilidad de redefinir la estrategia estadounidense en el Medio Oriente, por primera vez en muchos años. No todo es alentador, si uno piensa que Netanyahu invoca el acuerdo EU/ Europa/ Irán, para no hacer ninguna concesión en el frente palestino. Pero ¿habría concedido algo?

Ese acuerdo, aprobado por China y Rusia, debería permitir el restablecimiento de relaciones diplomáticas y económicas con Teherán, lo que, a su vez, ayudaría a progresar en la solución de las crisis de Siria, Irak, Afganistán y otros lugares inestables. Nuestro colega francés, Pierre Razoux, autor de un gran libro sobre La guerra Irán-Irak: Primera guerra del Golfo (1980-1988), habla de “un Medio Oriente de geometría variable”. A saber que se acabó la era “confortable y tranquilizadora de una región dominada por la alianza forjada alrededor de Washington para enfrentar al terrorismo de Al Qaeda y a las estrategias asimétricas de Hezbola, Hamas etc…”. Desde que se empantanó la “primavera árabe” y la crisis siria, más aún después de la perspectiva de relaciones normales entre EU y Teherán, por primera vez desde 1979, todo es posible y el futuro desconocido, imprevisible.

En 1971, el acuerdo de Teherán, definió un modus vivendi entre los países productores de petróleo agrupados en la OPEP, la cual se afirmó como el único interlocutor occidental de los países petroleros de la región. Todo para bien de las grandes compañías petroleras anglosajonas, justo cuando Argelia nacionalizaba su petróleo, lo que dejaba a Francia fuera de la jugada. Dicho acuerdo definió la política norteamericana en la región hasta… 2013, cuando el acuerdo sobre el nuclear iraní vino a abrir nuevas perspectivas.

Washington no va a desinteresarse del Medio Oriente, contra lo que temen algunos y lo que esperan los otros. Oficialmente, el Pentágono mantendrá sus 35 000 soldados y técnicos en la zona, pero intervendrían solamente en tres casos muy definidos: una amenaza vital contra Israel; un cierre de la libre circulación marítima en el canal de Suez, en los estrechos de Ormuz y Bab-el-Mandeb (podría contar con el apoyo de China en este caso); un atentado grave contra ciudadanos americanos. Con Moscú, Washington seguirá, mal que bien, gestionando las crisis más graves, como ocurrió en el caso del armamento químico sirio y del empleo de gas en la guerra; con Israel, Turquía e Irán, los tres Estados no árabes de la región, se intentará armar un diálogo a cuatro, algo que se antoja muy difícil hoy, pero que no hay que descartar. Con la ayuda discreta de Moscú. Hace tres meses, el presidente israelí Simón Péres, apenas de regreso de la FIL de Guadalajara, declaró que Irán no era el enemigo de Israel y que él estaba dispuesto a encontrarse con el presidente Ruhani. Bastante diferente de su primer ministro, ¿A poco no?.

Falta que el Congreso estadounidense no destruya la normalización incipiente entre su país e Irán; que Irán siga adelante en el acuerdo nuclear, lo que implica que los adversarios de Ruhani no descarrilen el proceso. Por lo pronto, se ve claramente que el presidente Obama no quiere más apoyar incondicionalmente a Israel y a Arabia Saudita, dos enemigos unidos en su oposición contra Irán; como sauditas e israelíes tienen fuertes apoyos en el Congreso norteamericano, el juego seguirá muy abierto, imprevisible y algo peligroso. Ya no es la historia de siempre.

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Fuente:eluniversalmas.com.mx