SARA SEFCHOVICH
Enlace Judío México | Decía mi madre que hay gente que nace con estrella y gente que nace estrellada. El Gabo García Márquez: qué estrellota la suya. Estuvo brillando para él durante casi 90 años. ¡Qué bien le fue en la vida!
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¿A quién más los otros escritores le habrían perdonado el éxito y además quererlo, procurarlo y presumirlo como amigo?
¿A quién más la crítica le habría perdonado vender tantos ejemplares y tener tantos lectores siendo que en opinión de nuestros estudiosos apenas un libro se vende o lo lee alguien que no forma parte de los ilustrados ya lo descalifican y lo consideran de bajas calorías y nunca más toman en serio al autor?
¿A quién más le habrían tolerado que fuera amigo del poder? Porque en las esquelas que lloran su muerte hay políticos, empresarios, intelectuales y artistas, por igual de izquierda que neoliberales, desde el ex presidente más vilipendiado de los años recientes Salinas de Gortari hasta Fidel Castro admirado por algunos como el gran revolucionario y detestado por otros como dictador, pasando por Bill Clinton que presidió el imperio que según muchos es el que tanto daño le ha hecho a nuestro continente, para no hablar de montones de diputados y comunicadores y ricachones. Pero a Gabo nadie le arma pancho por eso y encima en el imaginario social y cultural, se considera que estuvo siempre con el pueblo y sus causas.
¿A quién más se le admira por ejercer oficios tan distintos en tiempos en que se supone que vale la dedicación a una sola cosa y la especialización extrema? ¿Aún si algunos de esos oficios son incompatibles como el de periodista con el de narrador, pues como afirma Sergio Ramírez aquél exige la verdad exacta y sin adornos, mientras que éste es más apreciado cuando hay invención?
¿A quién más se le perdona por ir y venir sin parar, por hacer tanta vida social literaria (buena parte de los artículos que lo recuerdan hablan de las comelitonas y los jolgorios a los que asistía), por estar siempre con los famosos y por aceptar homenajes y premios sin fin?
¿A quién más se le perdona que aparezca en las secciones culturales y literarias pero también en las de sociales, en las de espectáculos e incluso en las de deportes?
Y es que al Gabo lo consideran por igual los estudiosos de centros especializados de literatura en las universidades, que las señoras que hacen fiestas, los actores y cantantes que un torero que le ofrece su faena o un joven que le pide autógrafo.
¿Quién más puede hablar del amor, de las flores amarillas y las mariposas, de cosas que en otros motivarían acusaciones de cursilería? ¿Quién más puede hablar de sí mismo y que consideren que está hablando del mundo, no salir mentalmente de su rincón natal ni de su familia y que crean que se refiere a toda América Latina? ¿Quién más ha logrado no recibir ni una sola crítica a su obra ni a su persona (y cuando alguno se atrevió, como Miguel Ángel Asturias que le dijo plagiario o Fernando Vallejo que se burló de sus mitologías lo tundieron)?
Y por fin ¿de quién más se ha hablado tanto y se ha dicho ya todo lo decible y de todos modos se sigue hablando y diciendo más? Y ¿a quién más se le puede homenajear aventando mariposas de papel picado y que nadie lo considere excesivo y hasta ridículo?
La respuesta a estas preguntas es una sola: todo ello lo logró este personaje de nombre imposible fuera de la literatura: Gabriel José de la Concordia, nieto de una mujer de nombre imposible fuera de la imaginación: Tranquilina. Si como decía el doctor Freud nombre es destino, por eso en él las paradojas no tienen mayor problema ni nunca alteraron a nadie. Él logró ser adorado unánimemente en la vida y en la muerte, sin que la unanimidad resulte sospechosa. Y logró que se le homenajee al mismo tiempo como gran escritor, como ídolo popular, como gran amigo y como santo religioso. ¡Vaya estrella la suya!
[email protected] www.sarasefchovich.com
Escritora e investigadora en la UNAM
Fuente:eluniversalmas.com.mx