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ELIO MASFERRER KAN

Enlace Judío México | Hemos visto una de las obras de ingeniería papal más notables y con muchas “lecturas”, dos papas vivos, el emérito Benedicto XVI y Francisco han ungido santos a otros dos papas ya fallecidos, Juan XXIII y Juan Pablo II.

De alguna manera se conocieron todos. Juan Pablo II fue designado obispo auxiliar de Cracovia y participó además en el Concilio Vaticano II. Luego se opuso férreamente a la aplicación del Concilio respaldado por Benedicto. Francisco, por lo contrario, propone aplicar el Concilio. Cada Papa tendrá su propio santo. Ratzinger, asimismo, siendo un joven teólogo respaldaba el Concilio, luego vería la llegada de los vientos conservadores y eligió renunciar a sus convicciones de juventud, para ascender en la jerarquía vaticana. En Roma, el obispo Karol contactó y conoció a un mexicano, fundador de una congregación, Fray Marcial Maciel Degollado. Ya Papa, se respaldarían mutuamente. Maciel fue el único prelado mexicano que lo acompañó en sus visitas pastorales a México (1979, 1990 y 1993), quien tendría derecho de “picaporte” en el Vaticano. Maciel le aseguró al Papa el respaldo de altos funcionarios priístas que enviaban sus hijos a las escuelas de la Legión. Luego intervendría directamente en la designación de los obispos. Muchos prelados mexicanos le deben la designación a Maciel.

Los legionarios bautizaban al año un grupo de niños de familias escogidas que recibirían la unción del bautizo por el Papa, un beneficio que pocos tenían. Gestionaban además entrevistas privadas con el Pontífice a cambio de fuertes “donaciones”. El obispo Talamás al entregar los papeles acusatorios contra Maciel escucharía de Joseph Ratzinger, luego Benedicto: “No puedo hacer nada, pues Maciel es de la mayor estima de Su Santidad (Juan Pablo II)”. Sin embargo, iniciaría las investigaciones contra Maciel y la Legión cuando su jefe agonizaba.

Fallecido Juan Pablo II, en su velorio, la Legión y los movimientos conservadores se lanzaron a gritar “Santo súbito”, santo ahora en italiano. La Iglesia polaca, la Curia Romana y la Legión se lanzaron a la canonización de Maciel, de su madre y de Juan Pablo II. Las dos primeras se “cayeron”, pero la del Papa avanzó en el camino a la santidad. Francisco fue constantemente presionado y terminó cediendo a las presiones. Muy a su estilo, impuso en paralelo la canonización de Juan XXIII. El agua y el aceite convenientemente combinados y eclesialmente antagónicos.

De alguna manera la canonización de Juan Pablo II muestra la fortaleza de la Curia romana, “una lepra” según el propio Francisco, y del lobby gay que fue denunciado en los Vatileaks.

¿Que implica esto en los términos de poder? La derrota definitiva de Francisco o simplemente un paso atrás para luego avanzar. Pronto lo sabremos, pero en esta confrontación en las alturas institucionales son ignorados los feligreses. ¿Los creyentes católicos los asumirán como santos?

Ya conocemos el fiasco de la canonización de Juan Diego. Juan XXIII y Juan Pablo II tendrán que abrirse paso en un mundo dominado por San Judas Tadeo, el Señor de Chalma y muchos otros santos en el mundo. ¿Lo lograrán? ¿Cuál será el costo de estas canonizaciones “al vapor” y de personajes controvertidos? ¿No afectará el ya afectado prestigio y capital simbólico de la Iglesia católica? ¿Hasta qué punto estas canonizaciones no son una aventura?

*Académico. Profesor Investigador de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH)

Fuente:eluniversalmas.com.mx