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DAVID HOFFS*

Enlace Judío México | Desde que pasé por seguridad, mi experiencia de vuelo desde Campeche estaba condenada. “No puede pasar su caracol (de mar) pues puede considerarse un arma” exclamó el agente de seguridad (si se puede secuestrar un avión a caracolazos, resulta temible pensar en rancheros que quieran hacerlo a cinturonazos). Este evento representó un mal “omen” pues al no permitírsenos el aterrizaje en la Ciudad de México (por asuntos presidenciales), terminamos dando vueltas en el espacio aéreo poblano hasta que una vez que se agotaba el combustible, finalmente avisaron que bajaríamos en León (León… ¡¿Guanajuato?! ¿Y que voy a hacer en León?).

Afortunadamente las interminables horas de vuelo sirvieron a un servidor como inspiración para este artículo pues tuve la oportunidad de observar una tormenta eléctrica en las nubes distancia debajo. ¡Cuánta energía parecía contener la tormenta! (energía que hubiera deseado absorbiera el avión en vez de combustible). Desde los primeros motores Otto de finales del siglo XIX, el petróleo y sus derivados han reinado como fuentes de energía.

El problema está en que el petróleo tiene claras desventajas. Contamina, puede escasear y nuestras necesidades energéticas sobrepasan a lo que el petróleo ofrece. No se puede volar más rápido pues resulta demasiado gasto de combustible (y costo). Producir energía eléctrica con petróleo contamina y hoy representa un reto de abastecimiento en las grandes urbes.

Mientras que las tecnologías de la información y telecomunicación han revolucionado al mundo, nuestra fuente de energía es la misma. Los coches son más bonitos, más tecnológicos y más seguros pero siguen siendo cajas con ruedas y motores de gasolina como lo eran hace 100 años. El asunto está en que el petróleo es una fuente de energía muy cómoda. Su uso es simple, seguro y relativamente costeable para el usuario regular (aunque no barato).

Para sus dueños como los países productores de petróleo y con poca población como Qatar, es un privilegio para gastar mucho (Qatar presumió en 2013 de una renta petrolera de más de 35,000 dólares per cápita anualmente). México también aprovecha el poseer petróleo pues el 40% del ingreso del Gobierno Mexicano (10% del PIB) proviene de la renta petrolera (lo malo es que dividido entre la población nos tocarían solo poco más de 800 dólares anuales). Sin embargo esta riqueza es efímera pues su precio es inestable y se acabará tarde o temprano. Recargar la economía del país en el petróleo no resultó bien en el pasado (aunque lo defiendan como perros) y aunque poco a poco dependemos menos de este, no lo hacemos a la velocidad suficiente.

La energía solar aunque solamente está disponible en el día, los suecos han probado sacarle mucho jugo. El hidrógeno ha llevado cohetes a la luna, las celdas de combustible son una opción que japoneses investigan a profundidad, el viento es sabiamente utilizado por europeos, la energía solar ha sido la principal fuente de energía en Alemania en los últimos años, mientras que en México concentramos nuestros esfuerzos defendiendo al petróleo (como perros). ¿No sería mejor dirigir nuestros esfuerzos en ser los pioneros de nuevas energías y obtener así mayor riqueza?

Al menos si nuestros aviones tuvieran acceso a algún nuevo tipo de energía, podrían aguantar más tiempo en el aire ante los caprichos presidenciales y dejar a la gente llegar a su casa en paz…

*Ingeniero Industrial y Maestro en Administración y Finanzas.
Profesor en el TEC de Monterrey y asesor financiero para el sector público y privado.
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Fuente:capitaldemexico.com.mx