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ALEJANDRO SAN FRANCISCO

Enlace Judío México | La victoria del Maccabi contra el Real Madrid en la Euroliga de Baloncesto trajo consecuencias lamentables. El equipo israelí no solo se coronó campeón en la preciada competición, sino que pronto comenzaron a surgir mensajes antisemitas vía twitter. Reproducimos algunos según la información entregada por El País: “Judíos cámara de gas. Hala Madrid”; “Los judíos picados. Esto con Hitler no pasaba”; “El Maccabi se dará una ducha después del partido. Pero en la cámara de gas, espero”; “Judíos os podéis ir allí a celebrarlo que mi colega os pone en la lista y entráis gratis (le acompaña la foto de un nazi y el mensaje “al horno”)”; “Ahora entiendo a Hitler y su odio hacia los judíos”.

Muchas veces, al calor de una derrota deportiva, decimos cosas que no repetiríamos en circunstancias normales. La pasión en el baloncesto, y ciertamente lo mismo ocurre en el fútbol, a veces hace surgir nuestros peores defectos, no solo por nuestra incapacidad de perder o la falta de espíritu deportivo, sino porque nos involucramos de lleno, ansiamos la victoria como si en ello se nos fuera la vida, mientras la derrota nos genera frustración, indignación, desconsuelo. Así es el deporte. Sin embargo, en el caso mencionado el tema no se quedó ahí y los insultos antisemitas son una clara demostración de ello.

Pero nada de eso hace aceptable la irrupción del antisemitismo, los ataques insensatos contra los judíos, el humor macabro que recuerda los peores años del Holocausto, la cobardía anónima con la que se distribuye el odio y se multiplica la maldad. Toda persecución o burlas hacia un grupo humano que ha sufrido representa algo que se sale de los parámetros legítimos de la libertad de expresión. En este caso específico —el odio antisemita y el recuerdo de las cámaras de gas— resulta doblemente grave.

En primer lugar, porque el Holocausto no fue una broma de mal gusto de un grupo de fanáticos, sino una campaña orquestada de odio que se fue multiplicando con el paso del tiempo y que terminó con un genocidio tremendo. Hitler, fiel a sus convicciones más profundas, anunció en una entrevista de 1922 cuál sería su primera tarea en caso de alcanzar el poder: “la destrucción de los judíos será mi primera y más importante tarea”. No fue la primera, pero sí la más importante, la más destructiva, quizá la más inolvidable. Desgraciadamente tampoco fue la última expresión del odio racial.

En efecto, este sábado 24 de mayo una noticia dramática sacudió a Bruselas, pero debiera importar a Europa y al mundo: un atentado antisemita causó tres muertos en el Museo Judío, en la capital de Bélgica. Esto ilustra que el problema que en el siglo XX llegó a su paroxismo sigue todavía vigente. Es verdad que el antisemitismo no es una invención nacionalsocialista y que la Europa que transitó del siglo XIX al XX estaba marcada por odio y resentimiento contra los judíos, como consta en numerosos estudios históricos y en obras literarias. El famoso caso Dreyfus que se desarrolló en Francia es una de las manifestaciones más elocuentes de esto. Pero fue el régimen nazi y su líder Adolf Hitler los que llevaron toda esa triste tradición al plano de la acción política permanente.

Así fue hasta el final. Hitler, solitario y derrotado, no olvidó en el búnker lo que había sido su leit motiv, según lo expresó en su Testamento Político para la posteridad: “Los siglos pasarán, pero de las ruinas de nuestras ciudades y monumentos, resurgirá el odio contra aquellos finalmente responsables —a quienes todos debemos agradecer todo lo sucedido— el Judaísmo Internacional y sus secuaces”. La derrota del régimen totalitario en Alemania hizo pensar que sus ideas más extremas pasarían al baúl de los tristes recuerdos de la historia, especialmente en el tema referido al odio racial contra los judíos, pero el comienzo del siglo XXI demuestra que no fue así.

Hace unos meses un humorista francés quiso hacer reír a costa del dolor de los judíos. Por otra parte, algunos estudios de opinión en Europa señalan la existencia de un antisemitismo que en algunas naciones supera incluso el 50% de la población. En tal sentido resulta interesante el informe Discrimination and hate crime against Jews in EU Member States: experiences and perceptions of antisemitism, realizado en algunos de sus estados miembros: Bélgica, Francia, Alemania, Hungría, Italia, Suecia, Letonia y Reino Unido. La investigación, entre otras conclusiones, destaca que es habitual la existencia de comentarios antisemitas en internet, lo cual requiere de un tratamiento serio. Dichos comentarios son a la vez causa de generación de mayor odiosidad contra los judíos, así como también contribuyen a que estas comunidades y sus miembros teman llegar a ser víctimas de crimen.

Esto, que podría parecer un prejuicio o bien una tendencia a sentirse perseguidos, en realidad es una cuestión grave que hunde sus raíces en la historia. Quizá hoy muchos no recuerdan que uno de los personajes juzgados y condenados a muerte en el famoso Juicio de Núremberg fue Julius Streicher, el fanático editor del Der Stürmer, periódico antisemita que hizo época en la Alemania de Weimar y luego en el Tercer Reich. Si bien él no organizó ni tuvo participación directa en el genocidio, su obra de descomposición moral, sus ataques furibundos y sistemáticos contra los judíos, su odio visceral y amplificador, sirvieron para ir generando un ambiente que, a la larga, promovería y justificaría las persecuciones, los campos de concentración y los asesinatos en masa del pueblo judío.

Con los últimos hechos, como era de esperar, Israel ha denunciado el auge del antisemitismo en Europa. Otras tantas autoridades políticas y morales han presentado sus condolencias y han condenado los hechos de sangre de Bruselas; el Papa Francisco acaba de visitar el Museo del Holocausto en Israel, denunciando “la tragedia inconmensurable” que significó. La estupefacción producida por los acontecimientos ha quedado rápidamente relegada a segundo plano, debido a las elecciones europeas del fin de semana y las noticias sobre los resultados y los cambios políticos que comienzan a apreciarse en el continente, algunas de las cuales podrían significar explosiones racistas.

Sin embargo, nada puede anestesiar los sucesos de propaganda contra los judíos ni las muertes producidas en Bruselas. En este tema no debemos aceptar cobardías ni claudicaciones, tampoco una ingenua tolerancia o justificaciones abiertas o veladas. ¡Antisemitismo No! Ni por enojo, ni por odio, ni por broma, ni por nada.

Fuente:elimparcial.es