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TZIPI LIVNI

Un secuestro en Israel es un llamado a despertar sobre los peligros de dar, a los grupos antidemocráticos, el acceso a las elecciones.

El pueblo de Israel reza con la silenciosa esperanza del regreso, a salvo, de los tres adolescentes israelíes, Naftali Frankel, Gilad Shaar y Eyal Yifrach, secuestrados, hace más de dos semanas, por funcionarios de Hamas. El destino de esos muchachos inocentes sigue siendo incierto, pero la verdadera naturaleza de Hamas y sus intenciones deberían ser, ahora, obvias para todos.

Hamas es una organización terrorista diseñada, desde la ideología, comprometida con una agencia antisemita y anti-Occidental que considera, al conflicto israelí-palestino, una batalla religiosa sin fin, sin derechos ni legitimidad para los “infieles”. A diferencia de otros elementos de la sociedad palestina, Hamas no busca un Estado palestino (junto a Israel) ni ofrece esperanza para la paz.

Esa agenda es evidente en la propia Carta de Hamas, que declara, entre otras cosas, que “las así llamadas soluciones pacíficas y conferencias internacionales están en contradicción con los principios del Movimiento de Resistencia Islámico”; cita el fraudulento “Protocolos de los Sabios de Sion” como referencia y estipula el deseo de vivir con lo que llama la promesa de Ala de “combatir a los judíos (matando judíos), cuando el judío se esconda detrás de piedras y árboles”.

Debería de ser cada vez más claro que Hamas acordó, en la reciente “reconciliación” con Fatah, no avanzar en la unidad palestina o moderar su agenda radical. En su lugar, buscó cubrir un acuerdo político para reconstituir, en la Margen Occidental, sus capacidades terroristas y su deseo de abusar de las elecciones palestinas, a fin de ganar legitimidad para sus objetivos extremistas; impulsando su milicia terrorista independiente y avanzando en esa meta. Si lo lograse, no solo las vidas de israelíes estarían en mayor peligro sino que, el bienestar del pueblo palestino y las perspectivas de paz se enfrentarían a un golpe mortal.

Israel no se opone a la unidad palestina para la paz o la unidad palestina por la democracia. Por el contrario, la apoyamos. Lo que nosotros y el mundo no deberíamos apoyar es la unidad palestina para el terrorismo. Si el acuerdo Fatah-Hamas produce elecciones, en las que un Hamas, sin reforma, puede participar; el resultado legitimara el terrorismo (no la democracia) palestino.

Ya estuvimos antes acá. En 2006, a un Hamas temperamental le fue permitido participar en elecciones y, a muchos, sorprendió por su victoria en Gaza. Luego, como ahora, Hamas buscó usar el proceso democrático para hacer avanzar una agenda radicalmente antidemocrática. Luego, como ahora, algunos en la comunidad internacional esperaban que la mera participación en elecciones y la sola experiencia en el gobierno tuviera un efecto moderador. Luego, como ahora, sostenían que la democracia se trataba de valores, no solo de votar.

Ahora, todos deberíamos ser más inteligentes. La experiencia con Hamas, con Hezbollah (que juega un rol político en Líbano, mientras aterroriza a Israel y apoya a Bashar Assad en la masacre de civiles sirios) y con elecciones en otras partes de la región demostró que, en general, grupos extremistas o participan en sufragios para moderar su agenda sino que participan para blanquear esa agenda.

El precio de la entrada en las elecciones debe incluir el compromiso con los principios democráticos clave tales como el monopolio estatal sobre el uso de la fuerza, la resolución pacífica a las disputas y la renuncia a las doctrinas terroristas. Y si no, estamos permitiendo que los grupos- que mantienen una milicia independiente y valores antidemocráticos- usen la democracia contra sí misma.

Sigo profundamente comprometida en poner fin al conflicto israelí-palestino a fin de mejorar la seguridad de Israel, como Estado judío y democrático, y avanzar hacia un futuro de coexistencia y mutuo respeto, con el pueblo como nuestros vecinos, en una nación – estado propio. Como principal negociador de Israel, no abandonaré la esperanza que, alcanzar la paz, es posible, sin importar cuál grandes sean los obstáculos. Pero es debido a ese compromiso (y no a su pesar) que la idea de permitir que, una organización terrorista atente contra la democracia es tan peligroso.

Algunos sostienen que, las elecciones generales palestinas, son críticas para proveer al Presidente Mahmoud Abbas la tan necesaria legitimidad e instalar los estándares democráticos dentro de la sociedad palestina. Eso será verdad solo si los principios democráticos están protegidos en el proceso.

La participación de Hamas debería ser aceptada si llegara a un inequívoco compromiso, en palabra y en hechos, con reglas de juego democráticas. En su ausencia, el resultado es solo terrorismo, y ofrece a un Hamas – sin reformas- la oportunidad de repetir su victoria 2006 en Gaza.

El mundo no puede afianzar los valores democráticos centrales limitando la definición de democracia al proceso técnico de votar. El error de 2006 debería evitarse y, ahora, no repetirse.

Los principios democráticos están, con claridad, incorporados en los Acuerdos de Oslo de 1993 pero no (ni deberían) estar limitados a las elecciones palestinas. Las naciones democráticas del mundo, Israel incluido, consagró en su legislación la idea que, para tener derecho a participar en sufragios democráticos, se requiere que los candidatos adopten principios democráticos.

Esta idea debería ser aplicada por la comunidad internacional en las sociedades que más lo necesitan; aquellas donde grupos extremistas armados buscan un rol político a través de las elecciones. En última instancia, lo que se necesita es un código universal para guiar a los monitores electorales y a los Estados a decidir si otorgar legitimidad a los partidos democráticos, en tanto se empodera a aquellos comprometidos, de verdad, con la democracia y se deslegitimiza a los que buscan abusar de ella.

El desafío planteado por Hamas es parte del peligro que enfrenta la región con el avance, sin precedentes, de fuerzas que vislumbran un Medio Oriente hostil a los ideales democráticos y a las perspectivas de paz. En Irak, Siria, Irán, Líbano y en otras partes, los enemigos de la democracia están determinados a aprovechar cada oportunidad para ejercer presión.

Aquellos que aprecian la democracia y esperan un Medio Oriente pacífico deberían ser inteligentes para demostrar no menor resolución para defender la democracia genuina y no menor pasión para proteger sus valores centrales.

*Tzipi Livni es la Ministro de Justicia de Israel y principal negociadora en las negociaciones de paz israelí-palestinas.

Fuente:The Wall Street Journal