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LEÓN OPALÍN PARA ENLACE JUDÍO MÉXICO

Continúan los decesos

El domingo pasado, por la noche, recibí un e-mail de Luz María, compañera del Banco en el que trabajé muchos años, informándome de la repentina muerte de “Poncho” que laboró como director del área de Inversiones en ese Banco, estaba a punto de cumplir 76 años. Luz María escribió que la muerte de “Poncho” fue tranquila: En la madrugada del sábado se sintió un poco mal y su esposa fue a llamar al médico, en el inter “él se fue”; “Poncho”, una persona amable y mal hablada, nació en Los Mochis, Sinaloa. Su formación profesional fue en la rama de la ingeniería y obtuvo una maestría en una Universidad de Europa.

Como gerente de proyecto de Fonatur, fue uno de los constructores del Centro Turístico de Cancún en el Caribe mexicano, para celebrar los 25 años de existencia de Cancún (1999) escribió un libro sobre las peripecias que tuvo en la edificación del mismo. También hizo un libro sobre su natal Mochis. Lo vi por última vez en una comida de jubilados del Banco, mantenía su carácter alegre. En Paz descanse un hombre bueno y querido por todos; la muerte de “Poncho” forma parte del creciente número de amigos y conocidos que fallecen; la mayoría “semiviejos o viejos”, y otros por enfermedades graves, particularmente cáncer, embolias y ataques cardiacos. No puedo negar que estos hechos me llevan a una reflexión profunda, sobre mi existencia, que me inquieta.

La otra cara del fútbol

En el entorno de la vida nacional crece la zozobra de la ciudadanía por el limitado crecimiento de la economía y la descomposición social y política que se experimenta, atenuada temporalmente por el desbordamiento de pasiones que provoca el Campeonato Mundial de futbol, que bajo un demagógico llamado a la “unidad nacional” desde la cúpula del poder, la gente bloquea sus frustraciones.

Los mensajes mediáticos, que recuerdan a Joseph Goebel, ministro de propaganda e información de Hitler en la época nazi, construyen “castillos en el aire” en un segmento importante de la población. Resulta aterrador ver los rostros desencajados de miles de mexicanos de todas las edades, frente a las pantallas gigantes de televisión instaladas en el Zócalo y en diferentes sitios estratégicos de la República, cuando la Selección de México logra un gol.

Atrás del futbol existen intereses económicos y políticos en México y en el mundo. La Copa de Futbol en Brasil, en la que el gobierno de ese país gastó 12,000 millones de dólares en infraestructura para este evento, causó un gran descontento popular de quienes en Brasil tienen múltiples carencias en materia de vivienda, transporte, salud, educación, entre otras; la ciudadanía salió a las calles a protestar violentamente reclamando que el gobierno destine mayores recursos para el bienestar de los brasileños.

Resulta obvio que si Brasil no se corona campeón terminarán las aspiraciones de la presidenta Dilma Rousseff para reelegirse en las próximas elecciones de octubre. Asimismo, existe temor de que se desate una especie de “guerra civil” en esa nación. Hay diversos hechos que indican que el gobierno de Brasil ha sobornado a árbitros para que Brasil sea el campeón de la Copa del 2014. Esto no es nuevo; en el presente se investiga a las autoridades de la FIFA de recibir gratificaciones de Qatar para que ese país fuese la sede de la Copa Mundial en el 2022.

La pasión por el futbol y los intereses políticos y económicos detrás de este deporte, son un reflejo parcial de los problemas que enfrenta México, alimentados por la cínica corrupción de funcionarios públicos, políticos, magistrados, e incluso de los particulares; paralelamente se acentúan los problemas de racismo, el llamado colonialismo interno, abusos y torturas de las fuerzas armadas y diversas policías, sobre todo a los estratos de menor ingreso de la población.

La Jaula de Oro

La película mexicana del 2013, La Jaula de Oro, que recientemente vi, es una muestra de la crueldad manifiesta de las autoridades, policías, ejército y narcotraficantes, principalmente. La película presenta escenas muy fuertes, que conmueven y no pueden dejar tranquilos a quienes la ven; es una producción de México y España del 2013 que obtuvo el Premio Ariel a la mejor película este año, dirigida por el español Diego Quemada Diez, narra las peripecias de adolescentes inmigrantes guatemaltecos, casi niños, a los que se une un chico indígena Tzotzil en su travesía por territorio mexicano para llegar a EUA. Los jóvenes huyen del hambre, el maltrato y la marginación de que son objeto en su país natal.

Juntos, los jóvenes enfrentan la temible experiencia que padecen millones de personas que emprenden un viaje lleno de peligros y con un final incierto, “en el camino aflora la amistad, la solidaridad, y el miedo”. Al cruzar la frontera guatemalteca para ingresar a la de México, en donde junto con miles de inmigrantes centroamericanos y de mexicanos para abordar como ganado el techo del tren, La Bestia, que los conduciría por parte del territorio de México a su destino final: EUA. Son encarcelados, golpeados y robadas sus escasas pertenencias por la policía municipal. Uno de los jóvenes desiste de continuar el viaje y regresa a su aldea en Guatemala.

En su trayecto hacia el “paraíso” son víctimas del ejército y de los narcos; estos últimos secuestran a mujeres de todas las edades para explotarlas como prostitutas, entre ellas a una de las jóvenes protagonistas de la película. Paralelamente, surge el humanismo de los mexicanos que comparten sus alimentos y a veces sus techos con los miles de inmigrantes que pasan por sus localidades. En la película aparece brevemente el padre Alejandro Solalinde al frente del albergue Hermanos en el Camino y que por su labor altruista con los inmigrantes ha recibido amenazas de muerte.

El sueño americano, que era una aventura de hombres temerarios, ahora es compartido con jóvenes y niños que se ven obligados a abandonar sus hogares y emigrar para buscar un futuro diferente o para el encuentro con sus padres, que suponen, están en EUA. Cifras oficiales de EUA consignan que aproximadamente 50,000 niños ingresaron ilegalmente a esa nación sin la compañía de un adulto en el 2013; lo cierto, es que la realidad supera con creces esta cifra, situación que ya alerta al gobierno de EUA, que ha hacinado en instalaciones improvisadas a miles de infantes para deportarlos; las bandas criminales, con autoridades fronterizas, están al acecho para traficar con los indefensos niños. No cabe duda que el filósofo inglés Thomas Hubbes (1588-1679) tenía razón al decir que “El Hombre es el Lobo del Hombre”: Homo Homini Lupus.