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Nino-palestino

Según Ansel Pfeffer, de Haaretz, los asesinos del joven palestino, quien fuera quemado vivo, pueden ser jóvenes en barrios y poblados ultra-ortodoxos, atraídos por Kahanistas y otros grupos racistas, quienes son ignorados por la sociedad israelí.

Los nombres de los seis sospechosos del asesinato de Mohammed Abu Khdeir no han sido revelados. No es seguro que finalmente se den a conocer, pues algunos de ellos son menores.

Una teoría es que estos adolescentes o niños viven al margen de la comunidad ultra-ortodoxa y pertenecen a la parte más abandonada e incomprendida de la sociedad israelí: hombres y mujeres que no encajan en la estructura rígida de los hogares ultra-ortodoxos, no forman parte de otra comunidad y tal vez nunca lo harán. Quizás son el grupo más renegado tanto en Israel como en el resto del mundo judío.

Eso dice Pfeffer:

“Trágicamente, son los más susceptibles a la influencia del Kahanismo y otros grupos racistas que recorren las calles de Jerusalén en busca de jóvenes sin afecto, ofreciéndoles ser incluidos en un culto que fusiona el nacionalismo, judaísmo, la violencia y la anarquía.

No hay manera de calcular el tamaño de este grupo. Muchos de ellos siguen registrados en sus yeshivas o seminarios que reciben presupuesto de acuerdo al número de alumnos y por lo tanto los institutos tienen poco interés en reconocer o revelar su ausencia.

El Ministerio de Educación dio a conocer un índice de 8 por ciento de deserción en la educación ultra-ortodoxa. Sin embargo, algunos observadores consideran que esta cifra es tres veces más alta. Estamos hablando de decenas de miles de adolescentes. Algunos son transferidos a marcos educativos diseñados para satisfacer las necesidades de alumnos con problemas de adaptación.

Todos los sectores de la sociedad israelí, por más desfavorecidos que sean, reciben algún tipo de financiamiento del estado. Adolescentes israelíes que optan por abandonar el mundo ultra-ortodoxo apenas y cuentan con la insignificante ayuda de contados organismos no gubernamentales. Estos chicos carecen de apoyo alguno para abrirse paso en un ámbito extraño social e intelectualmente.

Y no todos los ultra-ortodoxos inadaptados están interesados en dicha transición. Ellos sólo desean ser adolescentes normales en una comunidad que no da lugar al individualismo o la desviación del camino indicado por la sociedad. Estos chicos aburridos vagan en las calles de Jerusalem, Bnei Brak o cualquier otro medio ultra-ortodoxo en Israel. Sin tener a donde ir, son presa fácil para Kahanistas que ofrecen un sentido de pertenencia, acción e identificación.

Nada de esto justifica a aquellos involucrados en el asesinato depravado de un niño de dieciséis años. Pero, conforme se va descubriendo su identidad y prácticamente son renegados por todos los segmentos de la sociedad israelí, tiene sentido tratar de comprender el origen de este fenómeno.
Nadie en el gobierno o en el sistema educativo de Israel o de la diáspora está interesado en trabajar con este grupo. Los líderes ultra-ortodoxos no están dispuestos a apoyar a estos adolescentes inadaptados, pues el facilitar alguna forma de terapia o capacitación vocacional para ultra-ortodoxos que buscan salir de su comunidad sería reconocer que esta forma de vida no es adecuada para todos. Implicaría romper con una convicción fundamental”

Otra teoría , publicada por el Diario Tablet, afirma :”Si usted quiere entender el horrible asesinato de Muhammed Abu-Khudair, de 16 años de edad, a manos de seis jóvenes israelíes la semana pasada, no voltee a ver a Bibi, ni ala Biblia, ni a Hamas ni a Abbas: volteen a Beitar Jerusalén, el equipo de fútbol favorito de la capital indivisible de Israel”.

Según Tablet, los seis sospechosos son todos fanáticos fans de Beitar. De acuerdo con un oficial de la policía israelí cercano a la investigación, que habló con Buzzfeed bajo condición de anonimato, los miembros de la camarilla asesina están afiliados a La Familia, un pequeño grupo de varios miles de aficionados del Beitar, conocido por sus opiniones anti-árabes y su tendencia general al vandalismo. Los seis se reunieron en una manifestación relacionada con el fútbol, dijo el policía, y decidieron ampliar el alcance de su vandalismo en lo que podían, lo que resultó en la muerte de Abu-Khudair un poco más tarde.

“Por lo que pude ver, el objetivo era simplemente la emoción visceral pura y repugnante, de la violencia. A veces, se apropia del lenguaje de la política, adhiriéndose a un partido, una ideología o un grupo étnico. Pero siempre es primero y ante todo fútbol, por la violencia ritualizada que da a jóvenes sin esperanza significado y confort.

Como ejemplo, a finales de 1990, cuando Beitar perdió un partido crucial para Maccabi Tel Aviv. Maccabi juega en Ramat Gan Stadium, que está justo al lado del centro comercial Ramat Gan, uno de los primeros y más grandes de su clase. En el momento en que el árbitro pitó el final, la mayoría de los aficionados del Beitar sentados junto a mí habían llegado con un canto instructivo: “Quemar el centro comercial”, proseguían, “quemar el centro comercial, quemar el centro comercial.”

En poco tiempo a una horda de unas docenas de fans, en jeans y camisetas, avanzó hacia la puerta más cercana de Ramat Gan centro comercial con destructiva regocijo. Los policías llegaron a caballo. Los fans comenzaron a picar a los caballos. Los policías desmontaron para proteger a sus animales. Los aficionados trataron de subir a los caballos y llevarse a los animales hasta el sitio del ataque. Si mal no recuerdo, y yo estaba demasiado aterrorizado como para prestar mucha atención, sólo uno de ellos tuvo éxito. Si han visto el cartel para la nueva versión de la película “El nuevo planeta de los simios”, usted tendrá una idea bastante buena de la escena.

Por desgracia, momentos como éste se han vuelto más y más comunes en los últimos años. La Familia-que, según algunos informes cuenta con 5.500 aficionados- trocó la barbarie de bajo nivel a los ataques masivos rabiosos. A veces, estos ataques ocurrieron con un giro racial, por ejemplo, cuando un grupo de 300 aficionados, eufórico tras la victoria de Beitar, entró a un centro comercial en 2012, gritó “¡Muhammad ha muerto”, y trató de golpear a todos los israelíes árabes que podía detectar. Allí están las agresiones verbales sin fin del equipo a dos desafortunados jugadores musulmanes de Chechenia”.

Según Tablet; Abu-Kudair murió bajo la misma fuerza oscura, tan estrechamente entrelazado con el juego que amo, que causó la muerte de Tony Deogan, un joven partidario sueco IFK Göteborg que fue golpeado hasta la muerte por los aficionados del equipo rival AIK en agosto de 2002; que asesinó a Mariusz B., apuñalado por la espalda en 2003 después de que hooligans polacos, armados con cuchillos y cuchillas y piedras y palos, se congregaron en una calle cerca del estadio de fútbol de Wroclaw y fue en ella; que acabó con la vida de Aitor Zabaleta en 1998 porque prefería la Real Sociedad al Atlético de Madrid; que en el estadio de Port Said, Egipto, en 2012, dejaron 79 muertos y más de un millar de aficionados heridos.

Esti Peled, colaboradora de Enlace Judío, encontró la relación entre las dos teorías: “Estos niños, al estar desadaptados, abandonados y renegados por su comunidad son susceptibles a influencias kahanistas, de racismo y violencia que forma parte del ambiente alrededor de Beitar”.

Por lo pronto, las autoridades israelíes han mantenido el misterio alrededor de los chicos.