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RICARDO VERA

Nunca justificaré la violencia. Condeno el uso de la fuerza en el conflicto que lleva marcando Oriente Próximo desde el siglo pasado y que sobrevive en este siglo. Pero no soy equidistante. En el conflicto que padece la gente de Israel y Palestina, estoy al lado de los que sufren en los dos lados y frente al extremismo terrorista de Hamás que no es, ni por asomo, una organización indefensa y débil frente al Estado de Israel.

La escalada violenta en Palestina es una responsabilidad que no puede imputarse sólo a Israel. No se entiende el apoyo que las causas palestinas tienen en Europa sin añadir el antisemitismo que tantas veces adorna las reflexiones de nuestra política continental. Palestina es siempre la víctima, la que sufre la embestida cruel de Israel, que es acusado de ser tan genocida y nazi como el pasado que sufrió el pueblo judío en la Shoá. No es cierto, es una falacia simplista que esconde un cierto revisionismo, sin el riesgo de ser acusado de ello. Israel es atacado a diario desde la franja de Gaza. La alarma de ataque aéreo suena en las calles de las ciudades israelíes con una frecuencia que ningún país europeo soportaría con la normalidad que allí se hace y con el silencio mediático general que acompaña a las agresiones que Israel sufre. Por supuesto que nadie decente puede ver las imágenes de los niños palestinos ensangrentados o muertos por los cohetes israelíes sin condenar la violencia, pero muchos palestinos, además de odiar al cerdo que dispara el cohete, odian – y temen al tiempo- al fanático cabrón que guarda en las casas palestinas armamento para usarlo contra Israel, construye túneles desde las casas fronterizas para pasar al otro lado con explosivos y coloca – y filtra su ubicación- a mujeres y niños como escudos humanos frente a las fuerzas israelíes. ¿Tiene sentido la represión israelí? No, porque la solución al conflicto pasa por dos estados, no por muertos en los dos sitios. ¿Puede Israel defenderse de los terroristas? Sin duda, a pesar de la cruda reacción de tanto europeo moderno de salón que arropa a un grupo terrorista como Hamás.

Israel tiene en sus manos parar la escalada, porque además tiene la razón. Asegurada la vida en su territorio, y definidas las medidas precautorias que la garanticen, no tiene sentido avalar más su desprestigio internacional manteniendo la ofensiva. El objetivo de la vergüenza debe caer en el lado de los terroristas que no pueden confundirse con las víctimas.

Fuente:eldiadecordoba.es