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FRANCISCO DE ANDRÉS

La desaparición del tirano ha hecho aflorar la falta de Estado y de instituciones, y un sinfín de milicias armadas y de intereses tribales que luchan por el petróleo.

Libia ha vuelto a llamar la atención de los medios occidentales tras el cierre del aeropuerto de Trípoli -en el que se enfrentan desde hace días milicias rivales- y la evacuación de la Embajada de Estados Unidos, al parecer demasiado próxima a otro barrio de la capital disputado por bandas armadas. España ha pedido a sus ciudadanos que abandonen el país, a la vista del elevado número de víctimas que se producen a diario.

Libia atrapa los titulares de prensa, desde la caída de Muamar Gadafi en 2011, solo con noticias sorprendentes y espectaculares: el asesinato de un embajador de EE.UU., el secuestro del primer ministro, o la toma del Parlamento por bandas armadas en plena sesión legislativa.

¿Qué explica el caos en que se halla sumido el país? De modo inmediato, la situación real que se produjo tras el desplome del régimen tiránico de Gadafi, que ningún proceso político artificialmente democrático ha sido capaz de resolver durante los últimos tres años. Según algunos observadores, actúan en el país 160.000 miembros de milicias armadas, a los que el gobierno de Trípoli paga 1.000 dólares mensuales para “mantener el orden” aunque de hecho obedezcan a señores locales de la guerra o a intereses tribales.

De fondo, el caos y la inestabilidad política en Libia se explican por la inexistencia de un Estado o de instituciones de ningún género. Tras el golpe de Estado de 1969, Muamar Gadafi se encargó durante más de cuarenta años de que así fuera: los tres poderes estaban concentrados en su persona y en su alocado arbitrio. Solo se beneficiaron sus parientes, su tribu, y los servidores más leales.

La intervención armada de Estados Unidos, Reino Unido y Francia en marzo de 2011 logró derrocar al dictador, pero no operó el milagro. La retirada precipitada de Occidente, a la vista del caos surgido al desencadenarse todo lo que reprimía el terror de Gadafi, fue un precedente para Washington de lo que hoy ocurre en Irak, y de lo que puede ocurrir en Afganistán. Libia está rota por tensiones ideológicas -ha surgido un islamismo, que antes no existía, de la mano de un partido próximo a los Hermanos Musulmanes-, por intereses tribales, con el proceso secesionista abierto en el este (Cirenaica), y por intereses económicos, que buscan el control del petróleo.

Fuente:abc.es