judaica-parte III

 

YEHUDIT LEV PARA ENLACE JUDÍO

Regreso no Deseado

ES IRÓNICO que sufran tanto los Eslovacos por el dinero cuando paralelamente Rudolf Vrba sale despavorido de un lugar donde sobra dinero. Durante dos años Vrba trabaja en la última estación de Auschwitz, las barracas Canadá, donde se coleccionan maletas retacadas de billetes, joyas y otros valores, fruto de los judíos exterminados. En Canadá – principal mercado negro del mundo en guerra – los Nazis emplean por jornada veinte mujeres que vacían tubos de pastas de dientes, buscando bienes y anillos escondidos, mientras que los prisioneros vacían a las letrinas dinero de todos los países, como parte de su sabotaje al sistema.

RECORDEMOS a Vrba, uno de dos prófugos que llevan a cabo el atrevido escape en abril de 1944. Corriendo grandes peligros cruza a Eslovaquia para transmitir las urgentes noticias de lo que está ocurriendo en el infame campo y del inminente destino que depara a los húngaros. Vrba está seguro que cuando el mundo libre se entere, se lanzará un grito en el cielo, y los comandos aliados enviarán uno o dos aviones para bombardear los crematorios y las líneas de tren de Auschwitz. Weissmandl recibe esta información, y está seguro que sus hermanos en el mundo libre van a pagar la fianza.

Ambos se equivocan.

EL MUNDO Judío ya tiene dos detallados informes que registran la cruda realidad de la máquina exterminadora, el de Vrba-Wetzler recibido en Mayo de 1944 y otro de Junio del mismo año, basado en los testimonios de Czesław Mordowicz y Arnošt Rosin, otros prisioneros que se escapan de Auschwitz. Estos informes son entregados a Weissmandl y otros miembros del Grupo, quienes los envían a varias personas en Hungría y Suiza, incluso a Rudolf Kasztner, quien regularmente visita Bratislava y mantiene contacto con los líderes judeoeslovacos.

¿QUÉ MÁS se puede hacer? Al rabino partisano se le ocurre explotar el túnel por el cual tienen que salir todos los trenes de Bratislava. Tiene dos yeshiva bojers, estudiantes del Talmud, listos para la misión dispuestos a sacrificar su vida. Esta hubiera sido la primera acción partisana, a principos de 1943. Los frena el miedo de las represalias – brutales, desproporcionadas, recuérdese Lídice – de qué son capaces los Nazis, especialmente si se enteran que son Judíos los saboteadores. Llega el día, sin embargo, en que los Partisanos eslovacos se sublevan en contra de los Nazis, y ese día – sobornos o no – vuelven a operar los trenes de la muerte.

ES ARRESTADO Weissmandl cuando en un tren por accidente sale de su bolsa la copia del informe. Es acusado de propagar literatura hostil en contra de los alemanes. Sale de prisión con sobornos. Su arresto no lo frena y continúa el trabajo de rescate. Un día sufre de un ataque al corazón. El médico le urge hospitalización. Tiene que descansar y cesar sus actividades. Dos días más tarde escucha que una casa de ancianos judíos está en peligro de liquidación y viaja al pueblo para salvarlos.

WISLICENY está fuera de la escena porque Eichmann lo tiene ocupado en Hungría. De Eslovaquia se encarga el cruel Alois Brunner – mano derecha de Eichmann, irascible Aries, considerado responsable de enviar 140 mil personas a los campos de exterminio, y quien después de la guerra recibe asilo en Siria. Weissmandl comienza negociaciones directas con Brunner. El rabino intenta persuadirlo que la guerra está perdida y la derrota de Alemania es un hecho. Lo invita a preparar su coartada evitando la expulsión de los judíos eslovacos. Le promete grandes cantidades de dinero depositadas a su nombre en una cuenta de banco Suiza. La discusión se agita y Weissmandl golpea sobre la mesa.

EN otoño de 1944 hay una revuelta Partisana en Eslovaquia. Como resultado los alemanes deciden terminar con los Judíos y después de una pausa de dos años recomienzan las deportaciones el 19 de Elul de 5704 (7 de Septiembre de 1944), unos días antes de recitar slijot en preparación para Rosh Hashana.

BRUNNER deporta a Gisi Fleischmann y al rabino Weissmandl con su familia. Antes de meterlo al tren, el Nazi lo manda fotografiar en 22 posiciones diferentes para asegurar que si escapa será fácilmente identificado y recapturado. Entrega instrucciones especiales para su trato en Auschwitz.

ANTES DE abordar, Rav Mijael Dov aconseja a las personas que se escapen de los vagones, y distribuye pequeños serruchos para este propósito. Él ingresa una sierra dentro de un pan, convencido que si solo puede llegar a Pressburg puede alertar a los judíos del mundo del peligro en el que se encuentran. Su corazón está dividido entre el amor por su familia y amor por el pueblo Judío.

GISI Fleischmann viaja bajo la categoría ’RU’ – Rückkehr Unerwünscht – “regreso no deseado”. Es la última deportación eslovaca a los campos. Cuando el tren llega a la estación, llaman en el altavoz tres nombres, uno es el de Gisi Fleischmann. Dos hombres de la SS se la llevan. Nunca más se le vuelve a ver.

De Roto Corazón

BRUNNER recibe noticias que Weissmandl no se encuentra en el transporte y lanza una furiosa búsqueda poniendo precio a su cabeza. El rabino partisano corta las barras del tren y logra crear un pequeño orificio. Discute con su familia, ruega desesperadamente que vayan con él. Están resignados y no quieren. No pueden. Su madre es señora mayor, su mujer es joven con cinco hijos menores de siete años. A medianoche, él salta solo.

DICE Steiner: “Yo hubiera hecho lo mismo. Pensamos que su misión mesiánica era tan grande que era necesario regresar y ayudar lo más posible. Nosotros no hablábamos de nuestras familias, estábamos ahí para salvar a otras personas.”

PERDIDO en el bosque, la pierna rota, no sabe dónde está. Corre gran peligro, merodean patrullas Nazis por doquier y civiles armados con permiso libre de tirar. Temprano en la mañana llega a un parroquia, una casa donde vive un sacerdote de un pequeño pueblo. Una mujer abre la puerta. Él está exhausto, le ruega por un pedazo de pan. La mujer se da cuenta que es judío, lanza el pan al famélico hombre y cierra la puerta.

LLEGA a Bratislava a un bunker, no exactamente una cueva, un lugar de escondite en un sótano o con camouflage, lleno de gente hacinada y silenciosa, aterrada de ser descubierta. Se rasura la barba y mantiene comunicación y ayuda entre bunkers de la zona. Así sobrevive hasta el final. ¿Qué pasa en la mente y el corazón de este hombre que decide dejar a sus seres amados en el tren que los lleva a sus muertes, para salvarse a sí mismo? Michael Dov Ber Weissmandl se considera asesino y traidor de su familia. No se puede perdonar.

El pesar lo persigue el resto de su vida.

EN PESAJ de 1945, por intercesión (curiosamente) de Rudolf Kasztner es rescatado junto con otros compañeros de bunker. A salvo en Suiza, Weissmandl sufre de un masivo ataque al corazón. Pasa meses en el hospital en recuperación. Su fuerza física y espiritual están agotadas.

ES HOMBRE roto al final de la guerra. En 1946 inmigra a Estados Unidos. En un departamento en Williamsburg, Brooklyn, vive paralizado en la cama, llorando y gritando, día y noche. Golpea su cabeza contra la pared, desesperadamente. Completamente fuera de sí, emocionalmente disturbado, acusa a todo el mundo, a todos.

“ME MIRA a mi como si fuera responsable,” dice su amigo Siegmunt Forst en una entrevista con Lanzmann. “Me ve como un hombre que se salvó a sí mismo, con su familia, viviendo una vida ordenada, con mis negocios, un miembro normal de la sociedad. Y en mi ve la representación de la sociedad burguesa de clase media que no le importa lo que estaba pasando al otro lado del océano. Es gente que sabía todo y ¿qué hacía? ¡Estaban haciendo bebés!”

SU HISTORIA se relata en el libro Unheeded Cry, (Grito ignorado) de Abraham Fuchs. Donde va, revive su dolor. Camina por los pasillos de la yeshiva con lágrimas en los ojos y suspira profundamente. En 1950 escribe, “Hubieron días y años en los que el sufrimiento de mi alma rezaba al Todopoderoso, como Jonás en Niniveh, diciendo “Y ahora, o Señor, toma mi alma, porque es mejor que muera a que viva.”

SU CORAZÓN roto absorbe las agonías del Holocausto. La guerra termina. La vida regresa a su curso. Los sobrevivientes se reestablecen en sus casas destruidas, o construyen nuevas casas. Weissmandl no encuentra paz. Sonámbulo lucha con sus dudas. ¿Tiene el derecho de mantener silencio? ¿Tiene la obligación de lanzarle al mundo la total medida del grito ahogado en sus profundidades?

EN 1947, con la visita del rabino de Satmar, Weissmandl sostiene largas conversaciones que logran que regrese a la tierra de los vivos. Su dolor se internaliza y lo muestra menos hacia fuera. Poco a muy poco se recupera. Establece la Yeshiva Nitra en Mount Kisco, Nueva York, sus alumnos lo siguen donde va, se vuelve a casar. Nacen de su semilla otros cinco hijos. Reúne documentación sobre el Holocausto. Acusa a la Agencia Judía, al Joint, y al Congreso Judío Mundial de ignorar sus llamados con la ayuda financiera que podía haber salvado a tantos judíos. Se opone a la creación del Estado de Israel, viaja a Washington para presentar protestas y publica panfletos del tema.

SU ACUSACIÓN por supuesto es disputada por las agencias que señala. He aquí otra profunda división en la que desde esos días se encuentra en Pueblo Judío, demarcando una cortina de hierro que separa claramente la ortodoxia de la secularidad, así como a un grupo de Judíos del Estado de Israel.

INCAPAZ de descansar, Weissmandl sufre de enfermedad crónica del corazón. Entra y sale del hospital. El invierno de 1957 su corazón recibe un severo ataque. Se le hospitaliza durante semanas. La condición se deteriora. El rabino escribe sus memorias, Min HaMeitzar (Desde las Profundidades), publicadas póstumamente. En estas, llora por la agonía de su pueblo, como en el Libro de las Lamentaciones, como el fiscal acusador con una orden irrevocable, como confesor y expiador de sí mismo y su congregación. Abandona el mundo de corazón roto. El Comentario de Torah del Rabbenu Bachya, – que compra con las diez coronas de oro que recibe de su abuelo para no presentar su conferencia de Bar Mitzvah, – es el libro en sus manos a la hora de la muerte.

“Y ahora, o Señor, toma mi alma,

porque es mejor que muera a que viva.”

Yehudit Lev, 4 de Av, 5774