DAVID HOFFS- Ponerle salsa mexicana al pan mientras esperaba mi carne en un restaurante argentino acompañado de un venezolano, demostró el nivel de globalización apreciable hoy en día. También sirvió para experimentar una de aquellas ocasiones cuando en vez de ver el jardín del vecino más verde, uno acaba sintiendo que el propio, no solo es más verde, sino que hasta florecitas tiene.

Me acompañaba un directivo de DHL Venezuela y escuchar como él mismo vivía las penurias que actualmente se experimentan en su país, descartaba que la situación fuera solamente problema de los menos favorecidos. Hoy, este país del sur del continente americano pasa por el clásico episodio catastrófico que toda nación con un Gobierno populista y marxistoide sufre.

Así, mi compañero venezolano relataba la dificultad para adquirir insumos tan básicos como papel de baño. Relataba las largas filas para conseguir alimentos en el supermercado, el cierre de periódicos ante la imposibilidad de importar papel, la inseguridad en las calles y muchos otros ejemplos del nivel de vida en degeneración. Además, pronosticaba que el problema no tendría pronto final, pues mientras que la renta petrolera siguiera sosteniendo el presupuesto gubernamental, el Gobierno se mantendría en pie y con fuerza.

Venezuela es de los 15 principales países productores del petróleo, vendiendo alrededor de 2.5 millones de barriles diarios. Descontando el costo de producción del mismo (unos 12-15 dólares), esto representaría 212 dólares mensuales para cada venezolano (30 millones de personas) si el Gobierno lo repartiera directamente. Aunque tal repartición suena ridícula, en realidad la forma en que el Gobierno hace uso de sus recursos no dista mucho de lo anterior (recuerdo a un cierto tabasqueño proponer algo parecido).

En principio suena bien que en Venezuela la gasolina sea casi gratis (1 centavo de dólar el litro), o que la electricidad no cueste y que muchas otras cosas estén subsidiadas. El problema está en que basar la economía en gasto gubernamental, sosteniéndolo en el petróleo (espero que no tengan que defenderlo como perros) y dirigiéndolo a subsidios, hace que todo esa riqueza no genere inversión, nuevas empresas, infraestructura, tecnología ni nada que haga que Venezuela pueda crecer y producir (lástima que lo que se ahorra México cobrando la gasolina termine en el sindicato).

Producir tan poco internamente hace que todo se tenga que importar. Al importar, el precio del dólar se vio presionado al alza por lo que el Gobierno Venezolano decidió… también subsidiarlo (poniendo un tope y pagando en realidad la diferencia).

Ante la elevada demanda, el Gobierno Venezolano terminó por topar también a la cantidad en sí de dólares que se pueden comprar. Esto indiscutiblemente generó aún más compra de dólares, mayores subsidios, economía más presionada, mayor número de empresas en quiebra y de vuelta a las mayores importaciones haciendo un ciclo vicioso que solo tiene un final… la implosión económica y el sucesivo cambio de Gobierno.

El problema está en que mientras que el Gobierno pueda proveer a las clases socioeconómicas de menor ingreso y con ello capture la mayoría del voto, el ciclo solo empeorará. Será necesaria la paciencia imposible de los que ven la avalancha avecinarse y el pago por las imprudencias de otros.

Saliendo del restaurante, voltee a mi alrededor, y sin poder evitar la comparación, con todo y franeleros, vi a nuestro jardín más verde…

Fuente: David Hoffs –  El Capital de México