SARA SEFCHOVICH

SARA SEFCHOVICH

Quiero aprovechar este espacio generoso de EL UNIVERSAL para denunciar el acoso que sufro, tanto por vía telefónica como a través de correos electrónicos. Quiero denunciar que a todas horas del día y de la noche, entre semana y en fin de semana, suena el teléfono, llegan los mails. Quiero denunciar que aunque les he pedido de todas las formas posibles que no me llamen ni me escriban, de nada sirve, lo siguen haciendo.

Acuso aquí a mis principales acosadores:

1. La delegación Tlalpan por sus anuncios de las muchas cosas que dice hacer y por la propaganda personal que se hace su delegado. Lo que me mandan ni me interesa ni les creo, porque ya sabemos que los discursos oficiales siempre están llenos de mentiras, de cifras infladas y de falsedades y en cambio no nos hacen caso a lo que pedimos los ciudadanos ni nos resuelven nuestros problemas.

2. American Express, Banamex y otros bancos, por ofrecerme una y otra vez abrir cuentas o tener tarjetas y a fuerza querer que escuche largos rollos sobre las bondades de dichos ofrecimientos o que les explique la razón por la cual no quiero lo que tan amablemente me están dando.

3. Los que me mandan anuncios de sus servicios: desde hacer páginas web o capacitarme a mí y a mis empleados, hasta prepararme dietas personalizadas muy efectivas o conseguirme medicinas muy baratas.

4. Los que me venden productos “indispensables” para mi vida, mi familia, mi hogar, mi escuela o mi oficina: desde cámaras de seguridad hasta vinos, desde computadoras y otros gadgets hasta departamentos en la playa, desde promesas de vacaciones maravillosas hasta descuentos en los hoteles más exclusivos, desde sirvientas y choferes hasta comprar mi auto viejo pagando de contado.

5. Los que tienen mucho dinero porque enviudaron o recibieron una herencia y quieren hacer negocios conmigo, a quien no conocen pero están seguros que les dará el número de su cuenta de cheques para que envíen desde algún país africano millones de dólares a esta tierra americana.

6. Los que quieren que sea su amiga, porque no pueden seguir viviendo sin mí y me insisten una y otra vez que me agregue a sus listas de Facebook, Linkedin, etcétera.

7. Las líneas aéreas que me mandan tres veces al día anuncios de sus vuelos en oferta y de lo importante que es que yo vaya a ese lugar hoy mismo.

8. Las personas que me mandan los artículos que escriben, ya sea inéditos o si los publican en alguna revista o periódico. También me mandan libros: ensayos, crónicas, novelas o poesía. Y me piden que los lea y se los comente.

9. Los amigos que me mandan todo lo que encuentran en cualquier parte y que les gustó y por eso consideran que lo deben compartir conmigo: relatos, textos, notas de periódicos, videos, fotografías, invitaciones a eventos.

10. Los que me amenazan con cancelar mis tarjetas bancarias o mi servicio de internet si no les mando inmediatamente mis datos.

11. Los que me insultan porque no les gusta como pienso o como escribo y no entienden por qué alguien me publica o por qué me dan algún premio. Algunos lo hacen directamente, otros escondidos bajo seudónimos o nombres incompletos, unos más advirtiéndome cuánto me respetan y hasta despidiéndose con saludos cordiales.

12. Los que me buscan con carácter de urgente porque quieren actualizar su directorio.
Este acoso atenta contra mi derecho a la privacidad y al resguardo de mis datos personales, que se la pasan diciendo que deben protegerse y obligándome a escuchar largos discursos cada vez que hablo por teléfono al super o al banco. Pero es evidente que no es así, pues cuanta empresa o persona que quiera tiene acceso a mis datos, porque es evidente que alguien les da mis datos a los acosadores.

Este asunto debe impedirse con legislación adecuada (cabe muy bien en la ley de telecomunicaciones) y además podría intervenir la Comisión de Derechos Humanos para castigar a los acosadores.

[email protected] www.sarasefchovich.com
Escritora e investigadora en la UNAM

Fuente:eluniversalmas.com.mx