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AURELIO IRURITA

Sería a principios de los años setenta, a raíz del embargo petrolero, en el que se multiplicó el valor del barril de petróleo, que empecé a tomar conciencia de la importancia de las fuentes de energía para el mundo. Ese embargo trastornó el sistema financiero internacional y desató una espiral inflacionaria que duraría varios años. México fue actor importante en esa época, gracias al yacimiento petrolero de Cantarell, considerado el segundo más grande del mundo. El campo, en el mar de Campeche, empezó a producir en 1979 y enseguida López Portillo acuñó la frase: “tenemos que prepararnos para administrar la abundancia.” Poco después, en 1982, ante la estrepitosa caída del precio del barril, tuvo que cambiar el discurso y estar dispuesto a: “defender el peso como un perro”.

En esa época se publicó un libro titulado “Lo pequeño es hermoso”. Su autor, Schumacher, hacía un gran elogio de la economía de las cosas pequeñas: la bicicleta, la máquina de coser, el taller artesanal, etc. Se oponía a los proyectos faraónicos de los gobiernos. También estaba en contra de la teoría en boga que hablaba de “los límites del crecimiento”, encabezada por El Club de Roma, agrupación formada por varios destacados economistas. Este grupo decía, de acuerdo con Malthus, que conforme aumentara la población iban a escasear los alimentos y que llegaría el momento en que habría que tomar medidas extremas para poder sostener a todos. Schumacher afirmaba que no iban a escasear los alimentos, lo único que faltaría, en el futuro, sería el petróleo. Cuarenta años después, el tiempo confirma la razón que tenía este hombre. Sus argumentos se basaban en el hecho de que se trata de un recurso escaso y no renovable. Hoy todavía, las fuentes alternativas limpias de energía: el agua, el sol y el viento aportan muy poco al consumo total del planeta.

Sigue estando en pie el oro negro. Casi todas las últimas guerras han tenido como trasfondo el tema de la energía, Kuwait, Irak, el medio Oriente, Ucrania, el gas de Rusia. La historia de la explotación del petróleo en México no está exenta de avatares, desde sus inicios, hasta la expropiación por el presidente Cárdenas y también en los años siguientes. La solución que planteó al crear el monopolio de Pemex, pareció acertada, pero con el tiempo se ha convertido en una empresa enorme, corrupta e ineficiente, de la cual se han beneficiado: burócratas, sindicato, empresarios, contratistas, ordeñadores, gasolineros, políticos demagogos, etc. Esa pequeña minoría de mexicanos se empeña en mantener, a toda costa, el status quo.

La extracción de petróleo y gas en el mundo, en la medida que se han terminado los yacimientos accesibles y baratos, ha pasado a ser una actividad tecnológicamente compleja, azarosa, que demanda enormes cantidades de dinero y también peligrosa. No hay que perder de vista que hoy se está extrayendo petróleo en Alaska, en el Mar del Norte, en Siberia, en el corazón de África y en las aguas profundas del Golfo de México. Tampoco hay que olvidarse el impacto ecológico de los continuos derrames petroleros, cabe mencionar dos: el del barco Exxon Valdés en Alaska y el de la plataforma Horizon de British Petroleum, en el Golfo de México. Este último ha sido el más grande de todos y casi quiebra a la compañía, por el pago de las indemnizaciones correspondientes.

Hemos hablado sólo de la extracción, a esto hay que añadirle lo que cuesta transportarlo: gasoductos, oleoductos, buques tanque, pipas y camiones. Y refinarlo en esas inmensas instalaciones, que siempre tienen unas mechas prendidas, y por último almacenarlo, distribuirlo y venderlo. En pocas palabras se trata de una actividad costosa y fascinante. A modo de colofón sólo mencionaré la parte de la petroquímica de cuyos derivados se obtienen infinidad de productos, entre ellos: suelas para zapatos, fertilizantes, materiales plásticos y fibras textiles.

Los comentarios anteriores sólo tienen el propósito de acercarse al tema, el desarrollo de los últimos cien años ha girado alrededor del petróleo. Ha sido la savia que ha dado vida a la civilización moderna: los automóviles, el avión, la electricidad, los trenes; en su mayoría, se mueven con ese precioso combustible. El carbón fue el motor que impulsó el desarrollo del siglo XIX y todavía lo sigue siendo en China sobre todo para la electricidad.

El niño Dios te escrituró un establo y los veneros del petróleo el diablo”. Dos líneas del sonoro poema La Suave Patria. Dios está detrás de la comida, Satanás del petróleo, hay mucho de cierto en esta imagen. Líneas atrás mencionaba dos casos que han ocurrido en nuestro país: la creación de Pemex y el descubrimiento de Cantarell. En el primero, casi todo mundo está de acuerdo en que ya no funciona como se creó originalmente y estas reformas se han hecho para corregirlo. En el segundo, nos hicieron creer que éramos ricos. Nos pegó la “enfermedad holandesa”, así le dicen a lo que le pasa a los países cuando de repente les llega un caudal de ingresos inesperados. El gobierno empezó a gastar sin control, a despilfarrar en proyectos grandiosos y terminamos en la bancarrota, al grado de que para pagar las deudas contraídas, nos retuvieron en Nueva York, durante varios años, los ingresos que recibíamos por la exportación del crudo.

Pienso que, en estos últimos años, algo hemos aprendido de las experiencias pasadas. No mucho quizás, pero algo sí. Ahora se fija un precio base al barril de exportación y a partir de ahí se hacen los presupuestos de ingresos y gastos del gobierno y se reparten más equitativamente entre todos los poderes. Hay seguros de cobertura para protegernos de las fluctuaciones de los precios del crudo. La inflación está controlada y la deuda del gobierno, nos dicen, es manejable. También nos presumen las reservas del Banco de México.

En esta semana se acaban de publicar las nuevas leyes que reforman la operación de la industria petrolera y eléctrica de nuestro país. El gobierno las ha calificado como las más importantes de los últimos tiempos.

Creo que es encomiable la forma en que fueron tramitadas en el congreso, a pesar de la oposición frontal de los partidos de izquierda.

Al mismo tiempo se anuncian que vendrán grandes inversiones en esta materia, mismas que no veremos, porque se harán en los lugares donde se extrae el crudo: en las costas, en alta mar y en lugares remotos del país. No nos han advertido de los problemas que tienen las nuevas tecnologías: la fractura hidráulica para extraer el gas y el esquisto, es costosa, complicada y contaminante. Lo mismo ocurrirá con el tendido de ductos para conducir el gas y el petróleo.

El tema es muy extenso y apenas he tocado la superficie, asimismo no he hablado nada de todas las leyes y reglamentos que se han aprobado para el buen funcionamiento de esta reforma. No las conozco y me parecen muchas y complicadas de entender.

Mi esperanza sería que en el mediano plazo, tres o cuatro años, veamos un resultado en nuestros bolsillos. Que no nos roben en las gasolineras, que paguemos precios razonables por ella y por la electricidad. Que se vayan a la cárcel los corruptos, que han vivido por tantos años de esta riqueza. También que los agroquímicos y los fertilizantes bajen de precio; y parafraseando a Cervantes: “al poseedor de la riqueza, no le hace dichoso el tenerla, ni el gastarla como quiera, sino el saberla bien gastada.