Arnoldo-Kraus

ARNOLDO KRAUS

La semana pasada, al referirse a la epidemia de ébola en una reunión de alto nivel en las Naciones Unidas, Barak Obama aseguró: “Es una amenaza creciente a la seguridad regional y mundial”. Ese día, la cifra oficial de muertos era de 2.917 (creer lo que dicen las cifras oficiales es erróneo). Obama agregó: “Si alguna vez ha habido una emergencia pública que requiere una acción urgente y coordinada es esta”.

Obama tiene razón cuando busca afrontar el ébola con todos los medios disponibles. Aunque convoca a los países ricos y a quienes posean medios y tecnología para detener la epidemia, el problema es que el virus desoye las alocuciones políticas y sigue su camino en Sierra Leona, Liberia y Guinea. Las demandas de Obama son humanitarias y políticas: Ni a Estados Unidos ni a los países invitados (Alemania, Japón y Canadá, entre otros), ni al Banco Mundial les conviene que la epidemia prosiga, que el virus politice la situación, profundice la pobreza y que salte las fronteras de las naciones afectadas.

 La epidemia de ébola demuestra que invertir el orden lógico de los factores (primero el ser humano y después los intereses políticos) conlleva costos económicos y humanos. Quizás la emergencia de algunos de los virus que nos matan, como el de ébola, el de sida o el de la gripe aviar, guarde relación con el impacto negativo de ciertas actividades humanas sobre la Naturaleza, y/o con los vínculos, muchas veces anormales, entre humanos y animales.

 Las epidemias siguen patrones lógicos. La mayoría sucede en países pobres y casi todos los que fallecen pertenecen a estratos socioeconómicos desfavorecidos. Seguramente esa razón explica la atemporalidad de la inquietud de Obama y asociados. La miseria de los países afectados también sigue patrones lógicos: los virus contagian y matan a los más pobres. Basta observar las fotografías de los vecinos de los muertos y la situación de los hospitales.

 Las epidemias son un magnífico retrato de la condición humana. Obama y asesores deberían saberlo. Hace más de cien años, Rudolf Virchow (1821-1902), patólogo y politólogo alemán, dijo: “Si la enfermedad es una expresión de la vida del individuo bajo condiciones no favorables, las epidemias son indicadores de alteraciones en los grupos humanos y en la vida de las masas”. Las advertencias de Virchow no son gratuitas: las crisis se reproducen cuando no se atiende el problema que las genera. Los esfuerzos de la Organización Mundial de la Salud, que ha desplazado a las zonas afectadas a 600 profesionales, no son suficientes. La vieja realidad de Virchow, “…las epidemias son indicadores de alteraciones en los grupos humanos y en las vidas de las masas”, cobra vida en el listado de los países de acuerdo a su desarrollo socioeconómico y de salud: las tres naciones mencionadas se encuentran entre los últimos lugares.

 Las epidemias cuestionan la ética y la responsabilidad de los países ricos y demuestran que sus efectos devastadores no se limitan a los muertos: se extienden y tienen la capacidad de desestabilizar política y económicamente a los países afectados. El problema no se inició en julio de 2014, fecha en la que se informó el primer caso de infección de ébola. El brote es de raíz: inicia cuando inicia la pobreza.

 Se calcula que hay más de siete mil afectados, cálculos inexactos; de acuerdo a la explicación de José Antonio Bastos, presidente de Médicos Sin Fronteras España, “…la mortalidad indirecta causada por el colapso del sistema de salud en amplias zonas afectadas por la epidemia no ha sido calculada… regiones enteras tienen problemas de suministro de alimentos por el derrumbe de instituciones, comercio y agricultura… el potencial de violencia social es altísimo… el escenario, por tanto, es mucho más grave que el simple ‘seis mil personas afectadas por una enfermedad exótica y agresiva’”.

 Debido a la pobreza y a las aseveraciones del doctor Bastos, la OMS cree que en noviembre habrá 20 mil infectados, mientras que el Centro de Control y Prevención de Enfermedades de EU, calcula, en el peor de los escenarios, que en enero de 2015 la suma de infectados podría ser de 1.4 millones. La miseria es el origen de la inmensa diferencia entre los cálculos. Crisis sobre crisis es una de sus reglas. Atrapados por el virus del ébola, la crisis que afrontan los países de África Occidental cuestiona las palabras de Obama, “Si alguna vez ha habido una emergencia pública…”. La emergencia, en esas naciones, no es emergencia: siempre está.

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