AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO

Entrevista realizada a Paloma Diaz- Mas, licenciada en Filosofía y letras, doctora en Filología Románica y licenciada en Ciencias de la Información, investigadora de la literatura sefardí en el CSIC. Profesora de Literatura Española y Sefardí, en la Universidad del País vasco en Vitoria, y profesora en la  Universidad de Oregón. 

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Antonio Escuderos Ríos:¿Le parece contradictorio que un pueblo tan definido como el judío se haya constituido sobre unos caminos hechos al andar?

Paloma Diaz- Mas: Supongo que lo de los “caminos hechos al andar” se refiere al carácter diaspórico del pueblo judío. Si es así, creo que no hay contradicción alguna porque precisamente fue en la diáspora donde se configuró el judaísmo moderno. Ya la destrucción del primer Templo de Jerusalén y el exilio de Babilonia obligaron a los judíos a reinventar su cultura sobre unos nuevos parámetros, que a partir de entonces son elementos identitarios fundamentales del judaísmo y de la judeidad. En lugar del culto en el Templo, oficiado por una casta sacerdotal, la religión judía pudo pervivir gracias a tres instituciones “privadas”, por decirlo así: la familia, la comunidad judía y la escuela rabínica donde se estudia la Torá. La mayoría de los rasgos definitorios de la cultura judía surgen en esos tres entornos y permiten el mantenimiento de la identidad judía en cualquier lugar del mundo. O sea que, desde mi punto de vista, la identidad judía es producto, precisamente, de la diáspora.

AER: Teniendo en cuenta que no hay pueblo como el judío que se haya constituido sobre las Escrituras como ley y mandato divino, ¿serían los profetas los primeros constructores de la historia –tal como la entendemos–no solo empujada desde atrás, sino reclamada desde delante, desde el futuro?

PDM: Hay que tener en cuenta que los libros proféticos de la Biblia no son sólo libros históricos, sino también (y muy fundamentalmente) libros morales, en los que resulta esencial el elemento admonitivo. Los profetas son enviados de Dios a los hombres y su mensaje es ante todo moral, pero se expresa al hilo de acontecimientos históricos concretos. En ese sentido, creo que en los libros proféticos hay un componente muy moderno, que en ámbito cristiano de Europa Occidental sólo se desarrolla con el Humanismo: la idea de la Historia como maestra de la vida, del hecho histórico como fuente de enseñanzas morales cuya validez pervive a lo largo del tiempo.

AER: Parece que el pueblo judío, más que la reivindicación de un espacio, ha estado buscando el tiempo, su tiempo, su historia, ¿es también ese su parecer?

PDM: Una vez más, creo que la concepción de esos dos elementos, tiempo y espacio, están en el judaísmo determinados por su carácter de pueblo diaspórico. Desde el momento en que durante siglos el pueblo judío no tuvo una tierra propia, sino que habitó en un amplio espacio discontinuo, la preservación de la memoria histórica cobra una relevancia especial como elemento de preservación de la propia identidad.

AER:¿No cree que la historia, en el caso de los judíos, más que una historia basada en el progreso es una historia sagrada, es una historia ucrónica de la divinidad en los hombres, de la palabra de Dios hecha escritura, una y otra vez?

PDM:Habría que matizar o, más bien, no generalizar. ¿De qué judaísmo estamos hablando, en qué época? No es lo mismo el tratamiento del tiempo y de la Historia en los libros sagrados que en los cronistas judíos medievales, en los intelectuales de la Haskalá o en los historiadores judíos contemporáneos. Quizás esa idea de la historia ucrónica sea más aplicable a los libros históricos de la Biblia que a los historiadores judíos actuales, por ejemplo.

 AER:¿Cómo se combina según usted la depurada individualidad judía con el sentimiento de colectividad de este pueblo?

PDM: La cohesión colectiva ha sido desde siempre un elemento indispensable para la pervivencia del judaísmo. Toda comunidad judía es, además de una congregación de fieles, una sociedad de servicios mutuos; gracias a ello las comunidades judías (y, por tanto, también el judaísmo) han podido sobrevivir a lo largo de la Historia.
Por otra parte, el pueblo judío ha prestado siempre especial atención al estudio, a la reflexión, a la transmisión de saberes de una generación a otra, al magisterio, actividades que son a la vez individuales y elementos de la vida comunitaria.
Creo que en esa tradición intelectual, que es al mismo tiempo individual y comunitaria, se articula la convivencia entre individualidad y sentimiento de colectividad.

AER: Hay una ambivalencia contradictoria entre las gentes respecto al judío. Por una parte es un pueblo respetado y temido, por otra parte hay una actitud de rechazo hacia él, que se manifiesta en expresiones populares y despectivas, por ejemplo «perro judío», «hacer una judiada», «ser un fariseo», etcétera. ¿Qué opina de ello?

PDM: Una vez más, depende de a qué “gentes” nos estemos refiriendo. Es cierto que el antijudaísmo es un fenómeno que pervive a través del tiempo, pero en cada época y en cada entorno cultural adquiere aspectos y manifestaciones diferentes. Y lo mismo puede decirse de las actitudes de respeto, temor o curiosidad.
Creo que, en general, este tipo de actitudes se dan con respecto a quienes se consideran “los otros”, los que no son “nosotros”. Tanto los prejuicios positivos como negativos son manifestaciones del concepto de otredad.
Lo que sucede es que los judíos, al ser un pueblo diaspórico con unas señas de identidad muy definidas, ha sido percibido con frecuencia, en distintas épocas y contextos sociales, como “el otro” por antonomasia.

AER: Existe una penetración de lo judío en lo sagrado –incluso en el pensamiento de sus prohombres más modernos y racionalistas– como temor de Dios, como acatamiento del mandato divino, como escritura sagrada. Es curiosa, ¿no cree? Esa mezcla entre racionalismo científico y acatamiento de la divinidad.

PDM: Es interesante, pero no me parece que sea exclusiva de los judíos. Al contrario, el problema de cómo conciliar fe y razón, creencias y racionalismo científico, es un debate que viene ya desde la Edad Media y que trataron, entre otros, tres filósofos señeros: Averroes, Maimónides y Tomás de Aquino. El hecho de que uno sea musulmán, otro judío y otro cristiano demuestra que se trata de un problema universal: cómo conciliar el pensamiento racional con el hecho de que existen realidades que no somos capaces de comprender racionalmente.