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JUAN TAIFELD PARA ENLACE JUDÍO

En estos días se conmemoran 19 años del asesinato de Yitzjak Rabin, Primer Ministro de Israel en su segunda cadencia, de 1992 a 1995. Para mí,  Rabin no significa solamente historia, sino una muestra de liderazgo y esperanza. Rabin me dio la esperanza como a muchos otros israelíes, de que el conflicto palestino-israelí podía concluir finalmente con un Acuerdo de Paz entre ambas partes.

Recuerdo haber seguido muy de cerca la campaña electoral de Rabin en 1991, en donde parte de sus promesas políticas incluían poner fin a la Intifada y llevar a los palestinos a la mesa de negociaciones. Así fue como surgió el Acuerdo de Paz de Oslo en 1993, en donde por fin había una sensación de dar término a una situación de ocupación militar.  La fragmentación política interna del país, aunada a una innumerable cantidad de atentados terroristas perpetrados contra Israel por parte de organizaciones fundamentalistas palestinas, desde la firma de los Acuerdos hasta el asesinato de Rabin, dejaban mucho que pensar, si en verdad el pueblo palestino había decidido dejar la violencia para llevar a cabo sus metas de autodeterminación como pueblo.

Siendo en ese momento un estudiante de licenciatura de Ciencias Políticas en la Universidad de Tel Aviv, recuerdo perfectamente esa noche de sábado  4 de noviembre de 1995. El entonces alcalde de la ciudad de Tel Aviv había decidido organizar una manifestación a favor de la paz, en contraste con la enorme cantidad de protestas en contra de la política de Rabin y Peres. Así que viajé de mi departamento de estudiante en Ramat Gan (a las afueras de Tel Aviv), montado en mi vieja pero fiel motoneta Vespa Ciao, camino a la Plaza Central del Ayuntamiento de la Ciudad, llamada entonces “La Plaza de los Reyes de Israel”. El ambiente era espectacular, casi de fiesta. Gente cantando emocionada de poder manifestar lo que sentían de forma solidaria y en conjunto con extraños que compartían la misma visión. No hacía falta ni twitter, ni facebook, ni telefonía celular para haber convocado a decenas de miles de personas que creían en el lema de la manifestación: “Sí a la paz, no a la violencia”.

Pero desgraciadamente Yigal Amir decidió poner fin a la esperanza de crear dos estados para dos pueblos, en una convivencia pacífica, al haber asesinado al mensajero de la paz. Yo lo viví de cerca, y lo sentí en las semanas posteriores de lo que fue un terremoto social en todo el país. Y a pesar de seguir con la esperanza de crear una sociedad Israelí que conviva pacíficamente con sus vecinos palestinos, la idea de dos estados para dos pueblos parece hoy en día algo difícil de concebir, viviendo un status quo que no ofrece una solución permanente al conflicto.

Así que hoy siento nostalgia y extraño a Rabin. Para mí, uno de los líderes que decidió cambiar de rumbo: de bajar las armas y abrir el dialogo con el enemigo. Para mí, Rabin no es historia que se lee de los libros, es un símbolo de respeto y admiración y un ejemplo a seguir de liderazgo y esperanza.

 

* Representante Sojnut para México y Amlat Norte