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ERIC EDELMAN, DENNIS ROSS Y RAY TAKEYH

Tras una década de pacientes negociaciones con Irán en torno a su programa nuclear, no parece que exista una buena posibilidad para lograr un buen acuerdo. Llegó el momento de reconocer que la política de compromiso se ha sustentado en hipótesis que aunque sean lógicas, han resultado ser incorrectas.

Los gobiernos de George W. Bush y Barack Obama han confiado en que la presión económica genere cambios en la política de la República Islámica para que eventualmente ceda en los aspectos más perturbadores de su programa nuclear. Lo que no se ha tomado en cuenta es que la República Islámica es un país revolucionario que raramente toma decisiones sensatas en el marco económico. De hecho, los líderes ideológicos de Irán rechazan la idea de integrarse en la economía global, ya que requieren de un némesis externo para justificar su régimen absolutista. Irán no modificará su enfoque fácilmente. El cambio deseado se producirá sólo si sus líderes son obligados a pagar un precio caro según su perspectiva. Toda estrategia coercitiva aún debe sustentarse en segregar a Irán de los mercados mundiales y las instituciones financieras. Sin embargo, esto no puede ser el final de la historia. Irán debe ser presionado en varios frentes. Es importante que Teherán observe que no hay diferencias entre la Casa Blanca y el Congreso que pueda utilizar a su favor. El presidente debe consultar los parámetros de un acuerdo conveniente con el Congreso para una resolución que autorice el uso de la fuerza en caso de que Irán infrinja sus obligaciones y pretenda alcanzar una capacidad nuclear.

Una nueva estrategia de presión debe enfocarse en segregar a Irán de sus vecinos y socavar a sus clientes. Esto requiere el involucramiento de Estados Unidos en las crisis de Oriente Medio. Por razones humanitarias y estratégicas, EE.UU. debe centrarse en el desenlace de la guerra civil en Siria. Una zona de exclusión aérea, al menos en el norte, puede generar un cambio humanitario, político y militar en Siria – indicando a Irán que resulta muy costoso respaldar al dictador Bashar al-Assad. Asimismo, se debe presionar al gobierno iraquí para que limite la influencia de Irán. Sin embargo, es poco probable que Bagdad colabore en esta dirección ante una campaña vacilante contra el Estado Islámico que insinúa una posible colaboración con Irán en Iraq. Nuestra estrecha colaboración con Israel sigue siendo el centro de la alianza estadounidense en Oriente Medio.

El objeto de esta nueva estrategia de coerción es reflejar nuestra disposición para competir, demostrar que el acuerdo es necesario para ambas partes y subir el precio a Teherán por sus objeciones. Ha llegado el momento de presionar a los iraníes para que adopten decisiones difíciles que han rehusado tomar.

Traducción: Esti Peled.

Fuente: Washington Post.

 

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