ANGELINA MUÑIZ HUBERMAN

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“El exiliado”
© La Casa del Revés/ Flickr

Un exiliado es un invento
un invento total
un exiliado parte de cero
lo que dejó ya no existe
y él, ¿acaso existe?,
no, no lo creo.

Un exiliado es otra cosa
otra cosa indefinible
un ser abstracto
sin principio ni fin
colgando de un hilo
como inútil marioneta.

Un exiliado se suma
a otros exiliados
que pululan
que deambulan
reconocibles
marcados.

Un exiliado
no deja de caminar
camina y camina
en cualquier dirección
sin descanso
sin brújula.

Un exiliado
pierde las llaves
o las guarda
aunque no tenga puerta
pesan en el bolsillo
caen al suelo.

Un exiliado trastabilla
se tropieza
no reconoce
las piedras del camino
ni la sombra del árbol
ni el canto del ave.

Un exiliado
tiene sed
todo tipo de sed
y aunque beba
no se calma
no hay agua para él.

Un exiliado no respira
no sabe respirar
lejos de lo que era su aire
sus pulmones se han colapsado
su corazón no late
y es ciego de toda ceguera.

¿Acaso oye un canto?
un canto de la tierra suya
canta por dentro
y no emite sonido
silba en silencio
para no olvidar.

¿Qué más, qué más
hace un exiliado?
un exiliado no hace
deja correr los días
ha perdido la cuenta
ha perdido la noción.

Un exiliado que nunca
ha de regresar
ya no mira
para orientarse
no hace falta
ni le importa.

Cae la lluvia
pero no se empapa
se ha vuelto impenetrable
su piel es piel de exiliado
piel curtida
piel insensible.

Añora un desierto
para que el viento
borre sus huellas
y las dunas anuncien
otras dunas
y la arena se esparza.

Sabe que nada quedará
que nadie lo recordará
que su tumba
no tendrá nombre
aquí yace un exiliado
que no paró de caminar.

Fuente: Revista UNAM