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LEÓN OPALÍN PARA ENLACE JUDÍO MÉXICO

Un paseo por Coyoacán y una fiesta de alegría y amistad

El domingo pasado realicé un recorrido a pie por sitios de interés de Coyoacán; me acompañaron en el paseo nuestros amigos Rodolfo y Mercedes; mi esposa se quedó preparando una opípara comida que disfrutamos en mi casa alrededor de las 3:30 P.M. Iniciamos nuestro periplo con un desayuno en un restaurante de una de las múltiples casonas en la colonial calle de Francisco Sosa, que como indiqué en una Crónica previa, es la más emblemática de Coyoacán.

La población de Coyoacán fue fundada por los callhuas de Culhuacán, quienes en el siglo VII la tenían como tributaria.  Los bellos paisajes que ofrecía Coyoacán, (“lugar de quienes tienen coyotes”), con sus abundantes manantiales, huertos, sembradíos y flores multicolores “sedujeron a Hernán Cortés, que estableció allí el primer Ayuntamiento, que regiría brevemente la capital de la Nueva España”. Franciscanos y dominicos se encargaron de evangelizar el lugar: pequeñas capillas y hermosos templos fueron levantados junto a grandes mansiones barrocas que aún están de pie.

Después del desayuno nos apresuramos para poder visitar la Capilla de Panzacola, ubicada en la esquina de Avenida Universidad y Francisco Sosa, donde inicia esta última calle; cuando llegamos al sitio ya estaba cerrado, sólo abre sus puertas para misa en las mañanas y tardes del sábado y domingo y cuando se realiza una ceremonia especial. Esta capilla fue construida a fines del siglo XVIII, su fachada preside la figura de San Sebastián; su ábside semicircular llama la atención por que recuerda a los torreones medievales de los castillos europeos. A un costado de la Capilla, se conserva un antiguo puente y que aún libra en el lugar, el paso de las contaminadas aguas del río Magdalena; la Capilla y el puente conforman un conjunto por el que entre semana acceden a Coyoacán numerosos vehículos, que utilizan Francisco Sosa como una ruta de desfogue de la Avenida Miguel Ángel de Quevedo. Los automóviles que circulan y los que están estacionados en Francisco Sosa rompen con la armonía y la tranquilidad del lugar. A una cuadra de Panzacola está la Casa Alvarado que fue una quinta colonial durante el siglo XVIII y su fachada destaca por la serie de Ajaracas – elementos ornamentales de estilo mudejar – que le revisten. En 1713 perteneció a un comerciante de apellido Alvarado, por eso lleva su nombre y no el del Conquistador; allí vivió el poeta Octavio Paz los últimos días de su vida y actualmente es sede de la Fonoteca Nacional, que por ser domingo estaba cerrada. Frecuentemente concurro a la Fonoteca con mi esposa a eventos culturales que allí se llevan a cabo, varios de los cuales he descrito en otras Crónicas.

Frente a la Fonoteca está el Museo de la Acuarela, su entrada esta por la Calle Salvador Novo; solo visitamos los amplios jardines que lo rodean. Este museo fundado en 1967 es el primero en el mundo dedicado a la acuarela, cuenta con siete salas de exposición permanente. Por Francisco Sosa, pasamos por una tienda de vinos y carnes frías que fue estación del tranvía que por esa calle circulaba un tranvía durante la primera mitad del siglo XX. También por Francisco Sosa llegamos a la acogedora y arbolada Plaza de Santa Catarina, en la cual de niño mi hijo mayor, hoy de 49 años, tomaba clases de guitarra en una casa de la Plaza; había establecido amistad con un carpintero de la misma. En un costado se encuentra la Capilla de Santa Catarina de Siena, del siglo XVII, la cual visitamos; frente a la plaza se aloja la Casa de Cultura Jesús Reyes Heroles, que data de 1780; allí mi esposa toma clases de apreciación musical todas las tardes de los martes; los amplios jardines de la Casa están poblados de fresnos, álamos y jacarandas, típicos de los jardines de Coyoacán.

En el último tramo de Francisco Sosa, la antigua Calle Real, pasamos por el Instituto Italiano de Cultura, erigido entre los siglos XVI y XVII, cuyo director estuvo en ese cargo mucho tiempo, fue un compañero de origen italiano del Banco en el que trabaje durante 25 años. También entramos a otra casona, sede del Instituto de Cinematografía y Teatro Mexicano – Ruso, en el que estaba montado un pequeño bazar de antigüedades, ahí tenían un viejo oleo de un santo de aproximadamente 2 mts. de largo, quizá del siglo XVIII.

Al llegar al Centro de Coyoacán se encuentran dos arcos de piedra sostenidos por un par de pilastras adornadas a un muro tallado por manos indígenas en el siglo XVI; se trata de uno de los accesos a la antigua Parroquia de Coyoacán, convertida en el Jardín Centenario donde tomamos un breve descanso en un famoso restaurant de la zona. Cruzando el Jardín esta la Parroquia de San Juan Bautista, una de las más antiguas de la Ciudad de México, cuya portada fue terminada en 1582 y que fue construida por la orden de los dominicos; a un costado de la Parroquia tocaba música clásica una orquesta, pasamos por un quiosco, construido en Francia a fines del siglo XIX, y frente a este último está la Casa de Cortés, hoy delegación de Coyoacán, creada hacia 1755; el delegado actual, proveniente del PRD, es evaluado como el más corrupto entre todos los delegados de la Ciudad de México.

Posteriormente tomamos por la calle de Higuera, que debe su nombre al árbol que sembró en su predio un comerciante español que llamó tanto la atención de los vecinos, que muchos de ellos sembraron una especie igual; al inicio de esa calle esta un pequeño mercado de antojitos donde las quesadillas, sopes, tacos, especialmente de lengua de res, pambazos y pozole, entre otros platillos mexicanos están a la orden. Al fin de Higuera se llega a la Plaza de la Conchita, un acogedor lugar de Coyoacán donde los historiados afirman que estuvo el Centro Ceremonial Prehispánico de Coyohucan, y por tanto, el asentamiento original de los españoles. En la Plaza esta un templo, cerrado en el presente por restauración, que data del siglo XVIII, dedicado a la Purísima Concepción, que es celebrada el 8 de diciembre, de aquí que este domingo ya se oían los estruendos de cohetes. En la Plaza de la Conchita había un grupo de personas vestidos de indígenas que estaban tomando clases de bailes prehispánicos. A la izquierda de la Conchita por la calle de Fernández Leal nos dirigimos al Centro Cultural Elena Garro, quien fuera esposa del poeta Octavio Paz. El Centro fue concebido como un espacio de vida comunitaria a los libros. Fue construido en el 2013 en un área de 1,500 m2, se trata de la adaptación de una casona de principios del siglo XX. La casa antigua se convirtió en el espacio central dedicado a la librería. Rodolfo y Mercedes compraron algunos libros que no habían podido conseguir en otras partes y a mí me obsequiaron el libro del economista Thomas Piketty, El Capital en el Siglo XXI, que se presentó en la reciente Feria Internacional del Libro en Guadalajara, que ha despertado polémicas en el mundo sobre las desigualdades sociales, en parte por su propuesta de establecer políticas fiscales de alcance global que moderen las disparidades; Piketty ofrece argumentos sólidos y frescos para que gobiernos y sociedades combatan de manera frontal el flagelo de la desigualdad.

En medio del entusiasmo y de juicios irónicos de nuestro paseo dominical alrededor de las 2.30 P.M. me llamó mi hijo Natán que ya había llegado a mi casa por la comida, así que nos apresuramos. Las más de 5 horas que duro “nuestra aventura” en Coyoacán fue una experiencia única, vital e imborrable.

En mi casa se creó un verdadero jolgorio y mi esposa nos preparó una vasta y exquisita comida en la que el platillo sobresaliente fue el pecho de ternera al horno relleno de papa rayada acompañada por los vinos españoles de la región de la Rioja, que Rodolfo y Mercedes nos trajeron y que ayudaron a que los ánimos discretamente subieran de tono y para brindar por nuestra recién nacida nieta Orli; además nos enviaron un bello arreglo floral. En el convivio hubo una verdadera integración de los participantes en el mismo; mi esposa, mi hermana Java, mi hijo Natán y su prometida con sus dos hijos y mis cuatro nietos. Hubo de todo, explosiones de alegría, remembranzas, comentarios irónicos y mucho más y al filo de las siete de la noche concluyó la “pachanga” y entre besos y abrazos hicimos promesas de vernos pronto. Evidencia de este relato fueron los mails que Rodolfo y Mercedes, cada quien por su lado nos enviaron; en el de Rodolfo se lee: fue un día extraordinario, con mucho amor y amistad entre nosotros, mucha alegría y una extraordinaria comida; desde las 9 y hasta las 7, estuvimos divertidos y llenos de alegría, les mando un abrazo y muy pronto volveremos a estar juntos, felicidades por su nieta y que todo, se componga con la llegada de un ángel. Los queremos mucho, ¡saludos! A su vez Mercedes con la sensibilidad de su pluma nos dice: El día de ayer no sucedió en lo cotidiano. Me sentí de viaje a un lugar diferente, las calles de Coyoacán como si fueran peatonales, casonas y jardines, la increíble librería y la fantástica casa familiar. El olor a pino y los adornos navideños que nos recuerdan que estamos en época de amarnos los unos a los otros, frase tan trillada pero cuando se vive en carne propia toma sentido y se grava en la memoria. Sin embargo, no me gustó algo, debo decirlo, desde el primer momento cuando llegó León solo, me pregunté por qué no vino Jose? Entiendo las razones y además después aprecie que ella hubiera estado al tanto del fogón para disfrutar de una esplendorosa comida, verdad que su presencia era indispensable en cada momento ordenando atinadamente cada detalle. Lo entendemos y lo disfrutamos muchísimo, pero nos hizo falta su compañía en la excursión; gracias por sus atenciones, por permitir que charláramos con sus hijos y simpatiquísimos nietos, un placer conocerlos. Nos siguen faltando, ya habrá ocasiones… y seguiremos compartiendo.

Me es muy grato podernos felicitarlos por su nieta recién nacida, les deseamos mucha salud y paz y buenaventura para ella, sus padres, sus tíos, primos y sobre todo a sus abuelos que tienen el corazón abierto para toda la familia y amigos. Nuestro agradecimiento en espera de verlos muy pronto.

Testimonio de vida que da sentido a la misma.