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JACK ENGELHARD

Los votantes de Israel pueden aprender de lo que sucedió en la ciudad de Nueva York.

Desde que el primer ministro Benjamin Netanyahu disolvió el gobierno hace unas semanas, todo el mundo quiere una ración.

Cada israelí, de izquierda y de derecha, quiere ocupar el lugar de Bibi y cada ciudadano israelí pertenece a un partido diferente. Si usted ha estado siguiendo los entresijos de la política israelí tan fielmente como yo respecto a las próximas elecciones, entonces usted sabe tanto como yo – nada.

Ha metido la pata en una disputa familiar. No trate siquiera de desenredar los enfrentamientos entre hermanos y hermanas, o las disputas entre suegras. Simplemente imagine un Seder típico en Brooklyn. Es bullicioso. Hay mucho ruido. Es una locura. Pero es familiar.

Créame que lo he intentado, pero he perdido el contacto con los diferentes partidos políticos que se han unido para formar un nuevo gobierno – cuáles se han astillado hasta dar forma a nuevas galaxias políticas, cuáles están a la izquierda, cuáles a la derecha, cuáles al centro, y que defiendan con firmeza todo lo anterior o nada de lo anterior.

Según mis cuentas, existen 298 partidos políticos en Israel, desde ayer por la noche, sí, siguen apareciendo nuevos mientras dormimos, y ni siquiera se ponen de acuerdo sobre Jerusalén.

Algunos quieren mantener todo en manos israelíes. Otros insisten en que Jerusalén debe ser compartida con los terroristas. En otras palabras, no han aprendido nada, como dice Bibi sobre los europeos y el Holocausto. “No han aprendido nada.”

En verdad, lo mismo puede decirse de aquellos israelíes que creen que renunciar a territorio – a Jerusalén nada menos! – es un camino hacia la paz eterna. Así que mi opinión es obvia – ¡ni una pulgada! – Pero no es mi opinión la que cuenta cuando se trata de los israelíes y qué o quién eligen.

Si no se presta atención a Nueva York puede resultar peligroso para Israel. Cuidado y no cometan el mismo error.  Hablo desde la ciudad de Nueva York. Soy un experto sobre la Ciudad de Nueva York, y desde aquí puedo compartir algo de sabiduría que vale la pena:  El año pasado, un soñador llamado Bill de Blasio, prometió a los neoyorquinos que iba a cambiar la ciudad. Fue un visionario de la izquierda y nos enamoramos de él. Hoy es nuestro alcalde y la ciudad de Nueva York está en llamas. Cambió una ciudad que no necesitaba cambio. Votamos por él de todos modos.

Nuestra ciudad había sido gobernada maravillosamente por los alcaldes Rudy Giuliani (8 años) y Michael Bloomberg (12 años). Nuestras calles eran seguras o tan seguras como pueden serlo en una ciudad tan grande como Nueva York. Había armonía entre las razas. No se veía gentuza, no se oían demagogos.

Pero de Blasio sabía más. Acusó a todo el departamento de policía de ser una colección de racistas, a pesar de que el 60 por ciento del departamento está compuesto por Minorías, y el 99 por ciento arriesga la vida y la integridad física por la seguridad y la mejora de todos los neoyorquinos, sin importar el color.

Todavía no era suficiente bueno para de Blasio. Tenía grandes planes para hacer grandes cambios.

Se asoció con el agitador de carreras, Al Sharpton,  y cuando se encendió una chispa en Ferguson, y más tarde en la propia Nueva York, de Blasio hizo un guiño y un movimiento de cabeza y la chusma salió a la calle. Marcharon con odio y con amenazas. Exigieron “muerte a la policía”. Días después, fueron asesinados dos agentes.

Hoy en día, la ciudad de Nueva York está en crisis. Los demagogos gobiernan nuestra política. Las turbas gobiernan nuestras calles. Ese hombre de Blasio quebró una ciudad que ya vivía en paz. Dividió a Nueva York.

Ten cuidado, Querido Israel, no vayas a caer tú también ante un soñador que promete grandes cambios, comenzando con una Jerusalén dividida.

Cuando llegue el momento de votar, piénselo bien. Piense en Nueva York.

Fuente:israelnationalnews.com

Traducción: Silvia Schnessel 

 

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