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En un panel sobre el conflicto del Medio Oriente, el representante Barney Frank preguntó al difunto Leonard Fein, un crítico de izquierda del Primer Ministro Benjamín Netanyahu, preguntó por qué si los palestinos realmente desean una solución de dos estados, han rechazado continuamente las ofertas israelíes de un estado palestino a cambio de paz.  ¨Esa, es una muy buena pregunta,¨ respondió Fein.

Ante la decisión de los palestinos de acudir a las Naciones Unidas a fin de imponer términos a los israelíes pese a las objeciones de Estados Unidos, esta no es sólo una buena pregunta, sino el conocido elefante en la habitación (la evidente verdad). ¿Por qué entonces en 2000, 2001 y en 2008 los palestinos rechazaron la oferta israelí de un estado palestino independiente compuesto de virtualmente todo Cisjordania, la Franja de Gaza y una capital en el este de Jerusalem? Finalmente, la aceptación de cualquiera de esos acuerdos de paz hubiese conducido no sólo al fin de la construcción en los asentamientos considerada por los palestinos como un obstáculo para la paz, sino a la evacuación de decenas de miles de israelíes de Cisjordania. ¿Qué puede deducir una persona razonable de ese rechazo?

En sus memorias, el ex Presidente Bill Clinton afirma que el rechazo de Yasser Arafat de un estado palestino ofrecido por los israelíes en su segunda cadencia fue un error trágico. En sus memorias, la ex Secretaria de Estado Condoleezza Rice describe la aún más favorable oferta de Israel en 2008 y las grandes esperanzas de Estados Unidos de que los palestinos finalmente aceptasen el estado que se les ofrecía a cambio de la paz. ¨Al final de cuentas,¨ comenta Rice, abandonaron la mesa de negociaciones… Si el Presidente palestino Mahmoud Abbas hubiese aceptado las extraordinarias condiciones que se le habían ofrecido, este pudiese haber sido un momento decisivo en la historia del conflicto insoluble.¨

La respuesta a la ¨muy buena pregunta¨ planteada por Frank, y la conclusión ante la historia de la negación palestina no es particularmente alentadora. Las propuestas israelíes para un estado palestino independiente han estado acompañadas por una condición interpretada por los líderes palestinos como ultimátum: El fin del conflicto, y el compromiso de aceptar la existencia de Israel. Por otro lado, la partida final del Consejo de Seguridad que buscan los palestinos es una táctica evasiva, ya que no impondrá ninguna obligación a los palestinos para finalizar el conflicto.

Esta no es una casualidad. Como Abbas bien sabe, el público palestino se opone a cualquier desenlace que no lleve a la desaparición del Estado de Israel. Incluso antes de la guerra del verano entre Israel y Hamas, una encuesta sobre la opinión pública develó que menos del 30 por ciento de los palestinos apoyan una solución de dos estados – un estado en Cisjordania/Gaza al lado de Israel forjando una paz duradera. Casi dos tercios de los encuestados afirmaron que la ¨resistencia debe continuar hasta que se libere la Palestina histórica.¨ Otro estudio realizado en septiembre de 2014 indica que el 80 por ciento de los participantes palestinos consideran que Hamas debe continuar lanzando cohetes contra Israel. La encuesta muestra un apoyo del 88 por ciento hacia Hamas, y uno del 36 por ciento a la Autoridad Palestina encabezada por Mahmoud Abbas.

Nada de esto es nuevo ni sorprendente. En 2009, Abbas dijo a Washington Post que él no tenía ninguna prisa en hacer la paz con los israelíes y que incluso se negaba a negociar con ellos, ya que prefería esperar a que Israel se vea obligado a ceder como resultado de la presión internacional, sin que los palestinos se comprometan a vivir en paz. ¨Hasta entonces,¨ afirmó Abbas. ¨En Cisjordania tenemos buenas condiciones… la gente vive una vida normal,¨ apuntó Abbas.

El argumento de los palestinos que una intervención de las Naciones Unidas es necesaria porque de lo contrario no pueden obtener un estado, es una narrativa venerada que se ha adoptado en ciertas esferas. Desafortunadamente, esta es una narrativa que no cuadra con la realidad.

Traducción: Esti Peled

Fuente: The Boston Globe